Los orígenes del sistema de economía de tokens se remontan a los años 30 cuando Wolfe y Cowles entrenaron a chimpancés para realizar tareas específicas a cambio de tokens, que luego intercambiaban por uvas. Este experimento, basado en la teoría del aprendizaje operante, demostraba que los incentivos adecuados podían moldear el comportamiento de manera efectiva. La clave de este sistema radicaba en su simplicidad: los tokens, como representaciones de valor, recompensaban comportamientos deseados y se podían canjear por recompensas tangibles.
Un token, en su esencia, es un objeto que representa algo más, ya sea un objeto físico, un activo virtual o incluso un concepto abstracto. Las economías de tokens operan sobre tres componentes fundamentales: 1) un comportamiento específico que debe manifestarse, 2) tokens o puntos otorgados al cumplir con dicho comportamiento, y 3) el intercambio de estos tokens por recompensas previamente establecidas. Este modelo ha evolucionado significativamente en el mundo digital con la tecnología blockchain proporcionando el marco perfecto para su aplicación.
En los sistemas basados en blockchain, como sucede con las criptomonedas y plataformas descentralizadas, los elementos de las economías de tokens siguen siendo los mismos, aunque adaptados a un entorno digital. Un claro ejemplo es Brave Browser (https://brave.com/), una plataforma que bloquea anuncios intrusivos y rastreadores, donde los usuarios son recompensados con tokens BAT (Basic Attention Token) al interactuar voluntariamente con publicidad. Otro ejemplo es la red social descentralizada Steemit (https://steemit.com/) que recompensa a sus usuarios con tokens STEEM por crear, curar y compartir contenido de calidad. En otros entornos, existen tokens como ECOTERRA (https://www.ecoterra.io/en). Se trata de un token de reciente creación en Bucarest, Rumania cuyo objetivo es involucrar a individuos y empresas en acciones para mitigar el cambio climático.
En todos estos casos, el sistema blockchain garantiza, mediante contratos inteligentes, que las reglas de emisión y canje de tokens se cumplan de manera automática y transparente. Los tokens obtenidos en estas plataformas pueden ser utilizados dentro de su ecosistema para acceder a servicios adicionales, descuentos o incluso participar en la gobernanza de la plataforma. También es posible intercambiar estos tokens por otras criptomonedas o por bienes y servicios fuera del ecosistema.
Adicionalmente, tal como sucede en las Ofertas Públicas Iniciales de acciones (IPO por sus siglas en inglés), desde 2017 el crecimiento de las Ofertas Iniciales de Monedas (ICO) ha impulsado la expansión de la economía de tokens, permitiendo que nuevos proyectos recauden fondos a cambio de capital. Este fenómeno evolucionó con la aparición de las finanzas descentralizadas (DeFi), los tokens no fungibles (NFT) y otros modelos de tokenización que están transformando una amplia gama de industrias.
Las finanzas descentralizadas (DeFi) son una tecnología financiera basada en libros contables distribuidos, similares a los que utilizan las criptomonedas, que permiten eliminar a terceros en las transacciones financieras. En las ICOs, las DeFi juegan un papel clave al permitir que las transacciones se realicen de persona a persona en un marco transparente y sin costos de intermediación para la recaudación de fondos. Por su parte, los NFTs o tokens no fungibles han comenzado a desempeñar un papel interesante en las ICOs de diversas formas: otorgando acceso exclusivo a los inversionistas de una ICO a las fases privadas de recaudación de fondos; recompensando a los primeros inversionistas o a los más importantes; y, finalmente, otorgando derechos de gobernanza y pruebas de propiedad a los titulares.
Al 30 de septiembre de 2024, la capitalización del mercado global de tokens alcanzó los $2.25 billones de dólares, lo cual refleja el creciente impacto de las criptomonedas en la economía global, pero también plantea una pregunta crucial: ¿Cómo se insertan los tokens en el sistema financiero tradicional?
Aunque aún existen desafíos, las criptomonedas y tokens están comenzando a coexistir con los activos financieros tradicionales. Algunas instituciones financieras y fintechs han empezado a incluir criptomonedas en sus carteras, lo que no solo diversifica sus inversiones, sino que también legitima el uso de activos digitales en los mercados convencionales. Un ejemplo destacado es PayPal, que en 2023 lanzó su propia stablecoin, PayPal USD (PYUSD).
No obstante, la regulación sigue siendo uno de los principales obstáculos para la integración de los tokens en las finanzas tradicionales. La Unión Europea ha desarrollado la ley MICA (Markets In Crypto-Assets Regulation) que clasifica los criptoactivos y establece un marco regulatorio para su emisión y circulación. Suiza, por otro lado, ha establecido un entorno favorable para las criptomonedas, creando el Crypto Valley, un ecosistema líder en tecnología blockchain. En contraste, China ha optado por implementar restricciones, limitando considerablemente las operaciones con criptoactivos.
A nivel internacional, el reto principal es lograr la unificación de enfoques regulatorios que permitan una mayor armonización en la emisión y el intercambio de criptoactivos, junto con medidas de ciberseguridad que prevengan su uso en actividades ilícitas. Estos desafíos no son menores, pero la economía de tokens también presenta oportunidades únicas en un contexto de constante descontento hacia las instituciones del sector financiero tradicional.
En la búsqueda de soluciones financieras más equitativas y transparentes, la tokenización se perfila como una alternativa revolucionaria en la economía digital. Gracias a su componente de respuesta a comportamientos que pueden ser recompensados, este sistema de dinero programable podría potenciar el desarrollo de proyectos sociales y sustentables. Con el tiempo incluso, llegar a transformar el concepto de valor hacia un concepto que no sea enteramente económico.