'Stablecoins' y CBDC, el futuro del dinero digital (III)

Ciudad de México /
MOISÉS BUTZE

Los pactos sin la espada no son más que palabras y carecen de fuerza para garantizar la seguridad del hombre.” Esta cita de Hobbes en su obra El Leviatán (1651) refleja la necesidad de una autoridad centralizada que imponga orden y estabilidad en la sociedad. Las criptomonedas surgen sin una autoridad central. Si bien proporcionan autonomía y libertad, carecen de mecanismos para imponer estabilidad, confianza o regulación. De ahí que las stablecoins y las monedas digitales de bancos centrales (CBDC, por su sigla en inglés) representen el camino hacia la estabilidad financiera que de manera natural demanda una sociedad. 

Las stablecoins actúan como un puente entre la esencia descentralizada de las criptomonedas y la necesidad de cierto nivel de estabilidad. Este tipo de criptomoneda se basa en tókenes cuyo valor está vinculado a una moneda fiduciaria (como el dólar o el euro), a activos materiales como el oro o propiedades, o a otra criptomoneda. Su principal objetivo es proteger a los inversionistas frente a periodos de volatilidad. 

Existen dos tipos de stablecoins dependiendo de las estrategias que utilizan para reducir la volatilidad. En primer lugar, están las criptomonedas colateralizadas o vinculadas a un valor externo, ya sea una moneda fiduciaria, otra criptomoneda o activos, lo que, en teoría, les proporciona estabilidad. El segundo grupo son las “no colateralizadas”, que utilizan tecnología blockchain para controlar su volatilidad mediante el uso de algoritmos y contratos inteligentes. Son altamente utilizadas en transferencias internacionales, pues a diferencia de los métodos tradicionales que requieren la conversión de divisas a través de múltiples bancos e intermediarios, las stablecoins permiten realizar estas operaciones de forma instantánea y con costos mínimos o incluso nulos.

Además de su uso en transferencias, las stablecoins tienen aplicaciones relevantes en el trading de criptomonedas, facilitando el intercambio entre activos digitales, y en las finanzas descentralizadas (DeFi) para préstamos y generación de rendimientos. Sin embargo, sin una supervisión regulatoria sólida, las stablecoins permanecen parcialmente fuera del ámbito de la “espada” que Hobbes imaginó. En este sentido, las CBDC emergen con la posibilidad de brindar estabilidad y confianza en el sistema financiero. 

Una CBDC es una forma digital de dinero emitida y respaldada por el banco central de un país y que tiene estatus de moneda de curso legal. A diferencia de las stablecoins, las CBDC no requieren de una tecnología blockchain. Contrastan con el resto de las criptomonedas en que su emisión, regulación y control son gestionados por el banco central emisor. Entre sus principales ventajas destacan la posibilidad de realizar pagos más seguros y eficientes, así como promover la inclusión financiera y proporcionar herramientas innovadoras para fortalecer la política monetaria y la estabilidad del sector financiero. 

A favor de las CBDC está el avance hacia una economía cashless (sin uso de efectivo) que ha tenido una rápida adopción en gran parte del mundo gracias al auge de sistemas de pago digitales como PayPal, Venmo, Zelle y las tarjetas de crédito. Según estimaciones, en 2024 los pagos en efectivo representarán apenas 13% de las transacciones globales. Cabe preguntarse si esto significa que ya existe una versión digital del dólar, del euro o incluso del peso. La respuesta es no. Las transferencias realizadas a través de aplicaciones digitales no mueven dinero físico, sino mensajes electrónicos que instruyen a los bancos a realizar transferencias entre cuentas.

Este sistema de transferencia de mensajes presenta tres desventajas para los usuarios. Primero, es costoso, ya que cada débito o crédito genera una comisión. Segundo, es lento debido a los procesos de verificación de identidad. Por último, es excluyente, pues quienes carecen de una identidad registrada no pueden acceder a estos servicios. Además se percibe un anacronismo general en los sistemas que gestionan la política monetaria de los países y que exige una evidente modernización. Así, por ejemplo, los bancos centrales más pequeños enfrentan gastos anuales promedio de más de 10 millones de dólares en intercambios de mensajes e instrucciones bancarias, lo cual contrasta de forma significativa con las ventajas de simplicidad, eficiencia y escalabilidad que ofrecerían las CBDC. 

En este contexto, más de 80% de las principales economías del mundo exploran el desarrollo de monedas digitales de bancos centrales. No obstante, una de sus mayores preocupaciones es la privacidad. Para abordar este desafío, los reguladores han realizado estudios sobre diversas soluciones tecnológicas que garanticen tanto la seguridad como la protección de los datos personales. Como reto adicional, enfrentan el de evitar una posible desvinculación entre la moneda y la soberanía nacional, un tema que generó inquietud con el malogrado proyecto de moneda digital de Facebook, Libra. 

El énfasis de Hobbes en la necesidad de un poder centralizado para garantizar el orden y la confianza, aparentemente se cumple con la transición de los ideales libertarios de las criptomonedas hacia la estabilidad garantizada por las stablecoins, y en mayor medida por las CBDC, que aspiran a convertirse en el futuro del dinero digital. En otras palabras, la incorporación de un marco operativo con mayor control responde a la constante tensión entre la innovación descentralizada y la necesidad de estructuras que aseguren la confianza, estabilidad y seguridad del sistema financiero global.


  • Pilar Madrazo Lemarroy
  • Académica e investigadora en la Facultad de Economía y Negocios de Universidad Anáhuac México, sus líneas de investigación están relacionadas con la industria Fintech, finanzas conductuales e inversión con impacto.
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