Se puede entender que una empresa, en este caso la directiva de un club de futbol, sea cuidadoso con las decisiones que impliquen consecuencias legales que se puedan traducir en pérdidas.
En el caso concreto que se vive con el todavía director técnico de las Chivas del Guadalajara, Fernando Gago, eso se traduciría en no despedirlo pese a qué abierta o soterradamente esté, como se ha asegurado, en negociaciones para irse a dirigir al Boca Juniors de la Liga argentina.
Seguramente el propietario de las Chivas, Amaury Vergara, vive esta situación con enojo y desconcierto. A ningún directivo de un equipo de futbol le puede agradar que llegue otro club y le quite a su entrenador cuando transcurre la mitad de un campeonato y su equipo tiene algunas posibilidades de volverse contendiente por el título.
Estemos de acuerdo entonces en que Vergara y otros directivos bajo su cargo deben actuar con frialdad e inteligencia legal. Hasta ahora lo han hecho. Pero esto definitivamente no debería impedir que se le hable con la verdad a los millones de aficionados del equipo rojiblanco, tanto en México como en los Estados Unidos.
¿En qué afecta que Vergara acepte que Fernando Gago efectivamente ha tenido acercamientos o ha recibido una franca oferta para irse a dirigir en los próximos días al Boca Juniors? O si esto no es así, salir a hablarle a esos aficionados y explicarles qué está pasando.
Lo mismo aplicaría para Gago, aunque entiendo que quizá su vigente contrato de trabajo contemple sanciones si reconoce que está en negociaciones con otra entidad. Entonces, cuando menos, lo que debió de haber hecho es quedarse absolutamente callado y no salir a dar una “entrevista” el sábado pasado en la que niega todo. Es decir, le mintió a la afición.
El negocio del futbol es un mercado abierto donde manda el dinero. De esto nadie puede sorprenderse. Lo que no está bien es que se tome a los aficionados por tontos o que se le ignore.