No hay manera de revertir una tendencia que atenta contra los equilibrios competitivos en la Liga Mx. El poder del dinero se hace presente cada día con menos decoro y sí con mayor alevosía.
Todo momento es bueno para, desde el presupuesto inacabable que ejercen ciertos clubes, mandar mensajes apabullantes casi inhibitorios del legítimo sueño de todos los equipos por buscar el campeonato.
Lo acaban de hacer los Tigres. Le quitan al Cruz Azul, transcurrida la fecha 5, a uno de sus emblemas en la delantera, Uriel Antuna. No queda nada claro que los universitarios necesiten a un delantero con estas características. Tienen sobrados jugadores de calidad en las posiciones en las que habitualmente juega el también seleccionado nacional. Difícilmente uno puede imaginar a Antuna como titular en los Tigres. Pero todo esto no importa. Pareciera que de lo que se trata simplemente es de restarle fuerza a un rival que se posiciona seriamente como contendiente al título en el presente torneo.
Si para ello hay que pagar, según se dijo, 7.5 millones de dólares, ¿qué importa?... Dinero hay y de sobra en la empresa que subsidia la operación de este equipo.
Lo mismo, aunque no de forma tan abrupta, hizo el América al comprarle al Pachuca (que ha sido su coco) a Érick Sánchez, el cerebro de este equipo. No importa que no se le requiera como titular y que su nuevo entrenador dé indicios, semana a semana, de que no sabe qué hacer con él, lo que ilustra que no necesariamente lo pidió como refuerzo.
Estas son solo dos operaciones de las varias que caben en este concepto de desarmar a los rivales más que de pulir y potenciar a esos equipos tan poderosamente ricos. Mala señal para la Liga Mx. A nada bueno lleva tener a tres clubes hipermillonarios y a 15 pobretones comiendo de las sobras del festín de los otros.