La Presidenta dice que no exageren. Que lo del crematorio es una especulación, que decir campo de exterminio es un despropósito, que a partir de un par de fotos no se pueden inventar historias, que esperemos a ver qué dice la fiscalía. Una fiscalía, por cierto, cuya credibilidad no es precisamente diamantina: desde allí se persiguió penalmente a los científicos del Conacyt por la pura muina de un presidente que siempre se sintió amenazado por la erudición y por la inteligencia, y desde allí se ensañaron con la cuñada del fiscal general, metiendo al tambo a su hija, también por muina, y por querer éste quedarse con la herencia del hermano.
Una fiscalía que, sólo cuando los medios extranjeros comenzaron a llamarle al predio “el Auschwitz mexicano”, —porque los reportes existen no desde semanas pasadas, ni siquiera desde la entrada de la fiscalía de Jalisco al predio el otoño pasado, sino desde hace años, documentados por Mexicanos Contra la Corrupción y por académicos, periodistas y ONG varias—, entró a investigar.
Los colectivos catalogaron esa visita como “una simulación” y “un circo”. Y cómo no, si después de negar la presencia de restos humanos la aceptaron a regañadientes; si borraron o contaminaron las evidencias —la líder de Madres Buscadoras de Jalisco, Virginia Ponce, dijo así: “La primera vez que entramos encontramos un desorden; había sangre, en los cuartos había un tiradero de ropa… ahora no había absolutamente nada, limpiaron todo”, y se desgañitaron para hacer eco del discurso avestruz de la presidencia —Gertz Manero remarcó que los hatos de ropa allí encontrados no eran evidencia de asesinato alguno, que era probable que aquello hubiera sido un sitio donde los reclutas se cambiaban de ropa; un mero vestidor, pues—.
Es cierto que no podemos saber si allí los muertos fueron 100 o 400, ni qué pasó con esos cadáveres. Pero está fuera de duda que lo del rancho Izaguirre rebasa los peores horrores que el crimen organizado le ha recetado a México, desde la masacre de Allende hasta el Casino Royale. Aquí un testimonio recogido por este diario: “No nos enseñaban una técnica como tal (para desmembrar), más bien era como tú fueras entendiendo. No hay día que no piense en eso y no hay día que no me atormente… pero en ese momento tenía que hacer las cosas para seguir vivo… Si te mandan por un papel de baño o te piden torturar a tu compañero, lo tienes que hacer”.
Mientras, desde la bella Estrasburgo, a donde voló en business class, el presidente del Senado afín al partido de Estado dijo así: “Un campañón, pues se les cayó lo del rancho… Quedó claro que no es un campo de exterminio. Pueden seguir buscando, buscando, buscando y volviendo a buscar”, ya que todo es “una estrategia de golpeteo político para desestabilizar a la 4T”.
De Presidente a Presidenta habrán cambiado un poco las formas. Pero en el fondo, que no parece tener fondo, nuestro gobierno sigue siendo el mismo pozo de frías mezquindades donde toda la deferencia parece ser para el crimen organizado y todo el desprecio es para sus víctimas.