¿Es mucho pedir?

Ciudad de México /

Cuando Vicente Fox le espetó ese “¡Qué pasó, mi Rey!” a Juan Carlos I de España creímos haber visto el fondo de la bananización de la investidura presidencial mexicana. Nunca imaginamos que, casi 25 años después, a contrapelo de todo estudio historiográfico serio y de las formas diplomáticas más básicas, un mandatario todavía más zafio le exigiría a su sucesor, Felipe VI, disculparse con México por los excesos de la Conquista, como si su sexenio hubiera sido uno de jauja para nuestros indígenas. En los hechos, más allá de discursos vacuos para oídos moralmente superiores, Sheinbaum se ha limitado a quitar con bombo y platillo una estatua de Colón, y López Obrador apenas muestra interés por las comunidades tzotziles y tzeltales desplazadas y asoladas por gavillas aliadas al crimen organizado en la frontera sur, y desdén por los rarámuris explotados o ejecutados por el narco en el norte, habiendo recortado el de por sí magro presupuesto destinado al bienestar de nuestras poblaciones nativas como ningún otro tlatoani.

Cuando España optó por no darle coba al desubicado reto —quisiera ver la cara de memoria histórica que pondrían en palacio si Austria nos pidiera disculparnos por la ejecución de Maximiliano, o China por el asesinato de 300 de sus hijos en la construcción de ese otro tren, el Ferrocarril Central Mexicano, en los albores de la Revolución—, su regenta tomó como propia la percibida ofensa y envió una segunda misiva explicando que, por haber ignorado la corona, la bravuconada de su antecesor, el monarca en curso no sería invitado a su toma de posesión, extendiéndose esa atención sólo a Pedro Sánchez, el presidente español.

El aludido los mandó por un tubo, confirmando que la representación de España quedaría completamente desierta en lo que pinta para ser una de las inauguraciones menos lucidas y concurridas de nuestra historia. Peor aún, los mexicanos tuvimos qué tragar camotes de la vergüenza cuando vimos el contenido de la carta: ilegible, incomprensible, plagada de fallas sintácticas y gramaticales y con errores garrafales que parecían sacados de los contrahechos libros de texto humanistas: “…El 1 de marzo de 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió de manera personal, a su majestad Felipe VI, rey de España, una misiva en la que, con motivo de la celebración de los 200 años de la vida independiente y casi 2 siglos de la fundación de Tenochtitlán, le proponía…”

Es un hecho que en la pasada elección los mexicanos nos despojamos voluntariamente de nuestros derechos y de nuestras libertades duramente ganadas para entregárselas a quien nos advirtió una y otra vez que militarizaría a la policía, que eliminaría el instituto que nos garantizaba elecciones libres, que destruiría cualquier contrapeso a su voluntad, que solapó una corrupción rampante, quebrantó nuestro patrimonio, humilló a las víctimas más vulnerables y se arrodilló ante los narcos. Pero, ¡por Tezcatlipoca! Ya si vamos a encumbrar dictadores, ¿por qué tienen que ser los más burros? 


  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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