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Los aranceles qué

Ciudad de México /

Falta ver qué decide hacer al rato la amenaza naranja pero, hasta la entrega de este artículo, parece que, de una forma o otra, los temidos aranceles van viento en popa, con el añadido de un 10 por ciento extra para productos agrícolas.

Entonces, ¿a cambio de nada o de casi nada fue que nuestra Presidenta rompió sin remedio posible el redituable pacto —para su partido; para México ha sido una tragedia— entre el crimen organizado y las administraciones emanadas de López Obrador, entregando a 29 mexicanos a un gobierno extranjero sabiendo que existe la posibilidad de que éste los ejecute, con la segura y descarnada retribución que el crimen organizado va a cobrarle sobre las espaldas del pueblo bueno? Olvídense de que, sean o no los peores malandros —lo son—, merezcan o no morir —en varios casos, sin duda—, esto es una abdicación de la razón de ser de cualquier Estado: la guerra de Calderón y hasta la traición a El Mayo a manos de Los Chapitos van a parecer pleitos de patio de preescolar comparados con el que la Presidenta acaba de comprar.

Sí, los aranceles eran y seguirán siendo moneda de cambio, pero no es una que preocupe desmedidamente a un movimiento que insiste en que los parámetros económicos del neoliberalismo imperialista son despreciables, que al cabo con un par de zapatos hay; sobre todo cuando esos mismos aranceles le proveen del masiosare perfecto tras el cual escudar sus abundantes ineptitudes. Además, ¿por qué no bastó la simple y llana extradición? ¿Por qué la generosidad extra de entregar a esos capos sin la protección de los tratados de extradición, unos que, en su mayoría, ya estaban listos, durmiendo el sueño de los justos esperando ser activados? ¿Por qué la necesidad de declararlos súbitamente amenazas para la seguridad nacional, luego de décadas de tenerlos, con celulares, fiestas, visitas y televisiones, operando sus cárteles como si nada desde esas casas de seguridad llamadas cárceles, sin que nadie en el gobierno se despeinara

hasta ahora?

Porque algo que sí le importa a la regenta, y a su bastón de mando, es que les saquen los narcotrapitos al sol. ¿Se imaginan esas visas revocadas? ¿Esas inhabilitaciones a nuestros altos funcionarios para invertir en USA, para que sus hijos vayan a estudiar allá, para que ellos y sus señoras vayan de compritas o a esquiar? ¿Esas cuentas de banco canceladas o, peor aún, congeladas o confiscadas? No digo ese Black Hawk oscureciendo el cielo macuspano y llevándose, a ya saben quién, como elemento terrorista porque el cuadro es un poco excesivo, pero el hecho es que los gringos tienen todos los pelos de la narcoburra en la mano; ¿a poco creen que todos esos sobrevuelos y celulares pinchados son nomás de reconocimiento? ¿Que los hijos de El Chapo, hoy cantando por su vida, se han privado de aportar pruebas contra quienes los tiraron bajo los rieles y les declararon la guerra total?

Con todo, ayer Trump sentenció que los capos no le bastaron: que hace falta ir en México por la clase política corrupta y cómplice. Y eso sí es como para sacrificarle hasta a sus mamacitas. Los aranceles qué.


  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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