Dominique y Gisèle Pelicot: una historia de violencia sexual, horror y valentía

Ciudad de México /

Hay seres ruines y luego Dominique Pelicot. Pero también hay quien ante el abuso y violencia da la cara y no se convierte en víctima sino en sobreviviente combativa.

Esa es Gisèle Pelicot, quien a sus 71 años enfrenta un juicio público contra su exmarido y 51 hombres que la violaron durante años mientras permanecía inconsciente. Ella ha declarado que busca justicia y evidenciar a sus agresores y que lo hará a cara descubierta.

La realidad sobrepasa por mucho la ficción. Según los informes, Dominique drogaba a Gisèle con somníferos y, mientras ella permanecía inconsciente, la ofrecía en internet para que fuera abusada sexualmente por desconocidos.

El abuso, que llevaba décadas y al cual era sometida Gisele en su propia casa, se descubrió a manera de hallazgo tras otra denuncia. En 2020, tres mujeres denunciaron a Dominique a la policía por intentar usar una cámara para videograbarlas por debajo de la falda en una tienda de comestibles, por lo que fue detenido. Antes de dejarlo en libertad bajo fianza los agentes le incautaron dos celulares, dos cámaras y sus dispositivos electrónicos (una computadora y una laptop).

Según The New York Times, en los dispositivos la policía dijo haber encontrado 300 fotografías y un video de una mujer inconsciente siendo agredida sexualmente por muchas personas. Tras revisar más carpetas, cerca de 20 mil evidencias fueron recopiladas y se detectó que más de 80 hombres participaron en el abuso pero solo 50 lograron ser identificados.

Esta terrible historia nos deja varias lecciones. La primera es que no existe violencia pequeña ni transgresión a la intimidad que se deba perdonar. Muchos han normalizado que hombres tomen fotografías o video por debajo de la falda de mujeres. Y no, no se trata de que “se les haya hecho fácil”, como tratan de justificar algunos. En realidad, estamos ante un agresor sexual en activo cuyas acciones, si se dejan pasar, solo escalarán en su grado de violencia. O tal vez sólo sea ya la punta de un iceberg.

Segunda lección: un agresor sexual no puede quedar impune bajo la premisa de que “no lo volverá a hacer”. Ejemplo de ello es que Pelicot no solo tiene la denuncia de drogar y promover la violación de su esposa, sino que él mismo violó a una mujer en la misma circunstancia y también está siendo investigado por la violación y asesinato de una mujer de 23 años en 1991 y por el intento de violación de una joven de 19 años en 1999. Asimismo, de los acusados por la violación de Gisele, cinco de ellos tienen antecedentes o investigaciones por violencia sexual. Quien agrede una vez y burla la justicia se sentirá fortalecido y seguirá delinquiendo.

Una tercera lección que deja este horror es que los agresores se encuentran en todos lados y bajo cualquier apariencia. En el juicio de Pelicot y los hombres que agredieron a Gisel hay desde jóvenes en sus veintes hasta hombres de la tercera edad. Desde vecinos, obreros, profesionistas, padres de familia. Un agresor puede no serlo en su esfera habitual de acción, pero siempre buscará donde serlo.

Pero la lección más grande la deja Gisèle. Ella ha decidido enfrentar el juicio y encarar a sus violadores. Entendió que la afrenta no está en ella, que la violación no define a la víctima, pero sí al violador. Que toda mujer violentada merece ver que sus violentadores reciban todo el peso de la ley. Hasta que los que escondan el rostro sean los violadores, no las sobrevivientes. Hasta ese día.


  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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