El feminismo que se atreve a decir su nombre

Ciudad de México /

Una parte sustancial de los valores de la agenda feminista ha sido aceptada en todo el espectro político en Estados Unidos, incluso en aquellos que no se identifican personalmente como feministas o aliados, según una encuesta reciente del Pew Research Center sobre igualdad de género que se realizó a los 100 años de la ratificación de la 19 enmienda, la cual estipula que ni los estados de la Unión Americana ni el gobierno federal pueden denegar a un ciudadano el derecho de voto a causa de su sexo.

Los resultados presentados por el Pew parecen dar validez a diferentes argumentos esgrimidos en debates recientes en los que académicos y políticos alegan que los valores de feminismo no necesitan la etiqueta de “feminista”, pues son universales.

No obstante, esta confusión parte de un error de origen. El feminismo ha sido vagamente definido incluso por los movimientos feministas. Aun si se puede definir a partir de sus funciones. “El feminismo revela y critica la desigualdad entre los sexos y entre los géneros a la vez que reclama y promueve los derechos e intereses de las mujeres. El movimiento feminista surge como consecuencia de la conciencia de las mujeres respecto de su estatus subordinado en la sociedad” (Instituto de Estudios Latinoamericanos de Berlín).

Para la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, la propuesta de eliminar el término feminismo bajo el concepto de humanismo ratifica la invisibilización y la opresión históricas que las mujeres han experimentado. “Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. Es una manera de negar que el problema del género las pone a ellas en el punto de mira” (Sentiido 2017).

Y justo cuando el mundo se cimbra con la lucha contra el racismo y el #BlackLivesMatter, resulta imprescindible el cuestionamiento lanzado por la misma Chimamanda. ¿Por qué al hablar de la lucha contra la discriminación y desigualdad por género no hablaríamos de feminismo?

Para aquellos que cuestionan que los valores de la agenda feminista ya se han cumplido y esas desigualdades y opresión ya no son más válidas, basta con hacer un recorrido: en el campo del conocimiento, menos de 30 por ciento de los investigadores del mundo en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres. Un porcentaje de especialistas que, además, están peor pagadas por sus investigaciones y que no avanzan tanto en sus carreras en comparación con los hombres, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Debido a los prejuicios y estereotipos que aun inciden en la educación.

En el ámbito económico, la pandemia ha dejado al descubierto las condiciones laborales disímiles de las mujeres. Tan solo en Estados Unidos, 55 por ciento de los 20 millones de trabajos perdidos en abril eran ocupados por mujeres, según la Oficina de Estadísticas Laborales (El Espectador 04/07/2020).

No se trata solo de admitir que algo va mal, sino de cambiarlo. Y en este caso particular para la agenda feminista, la etiqueta sí hace la diferencia.

* Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.

@saraiarriozola

  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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