La sustancia: una visión feminista del envejecimiento

Ciudad de México /

Obligadas a la eterna juventud pero señaladas por resistirse a envejecer. Ese es el dilema que las mujeres después de los 30 enfrentamos y que Demi Moore decidió confrontar en pantalla a través del exitoso filme La Sustancia.

La película narra la historia de Elisabeth Sparkle, estrella de un programa de aeróbics televisivo que es despedida al cumplir 50 años. No sólo es un golpe a su ego, sino también a su fuente de sustento –pues sabe que a partir de ahora le será casi imposible obtener papeles como actriz–. Presa de la desesperación, tras un accidente de coche recibe una memoria USB que contiene información sobre un extraño suero llamado "La Sustancia".

Este producto promete crear una versión más joven y mejorada de ella, pero con la condición de que no repita el efecto de forma permanente, sino solo por un determinado tiempo, pues de lo contrario se enfrentarán consecuencias. Desesperada por recuperar su juventud y con ello su vida tal como la ha vivido, Elisabeth decide inyectarse el suero, lo que provoca la aparición, efectivamente, de una versión más joven de ella.

Polémica desde su presentación en el Festival de Cannes, La Sustancia ha incrementado en los días recientes su audiencia gracias a la recomendación de boca en boca que la ha convertido en un modesto éxito de taquilla, pese a estar catalogada en el género de horror corporal. Pero quizá su alcance se deba más bien a que representa una vision feminista de lo que implica ser mujer y envejecer.

Feminización del envejecimiento, le llaman algunos teóricos. En éste se ha distinguido que en el curso de la vida de las mujeres que envejecen hay distintos parámetros. Mientras en algunas sociedades consideran la menopausia como el comienzo del envejecimiento en la mujer, para otras esta etapa está relacionada con el nacimiento de su primer nieto o con el comienzo de la jubilación laboral. Pero, como dato curioso, destaca que la edad fijada para definir a la mujer como persona mayor ha venido siendo cinco años menor que en el caso de los hombres, a pesar de que la esperanza de vida de las mujeres es mayor. Esto significa que la mujer pasará más tiempo en promedio siendo etiquetada como “vieja” en contraste con el hombre.

Por eso es que la trama de La Sustancia es tan significativa y cala tan profundo. Pues el edadismo no es un fénomeno que solo afecte a aquellas mujeres que vivan de su imagen. De hecho, incluso en las agendas sociales como el feminismo se tienden a privilegiar luchas que benefician a mujeres jóvenes o en edad reproductiva, dejando de lado las batallas por las mujeres de la tercera edad, asumiendo que éstas corresponden en la agenda para los adultos mayores, donde terminan invisibilizadas.

En la película la trama podría asumirse como feminista, pero en su final podemos encontrar contradicciones. Por una parte confronta con el grillete que se convierte la búsqueda por la eterna juventud. Así, la mujer al final es exhibida ante sus admiradores de una manera grotesca, como castigada por no saber envejecer con dignidad, cualquier cosa que ello signifique pero implique la superioridad moral de aquellos que no trastocan el paso del tiempo en el cuerpo.

Y, a diferencia de obras como El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, en el que el personaje consigue no envejecer para disfrutar y dar rienda suelta a sus pasiones, en el caso de Elisabeth solo se trata de vivir dignamente. Al primero se le da el beneficio de terminar él mismo con su vida, pese a quedar evidenciada su degradación moral. En cambio, a la protagonista de La sustancia se le somete al escarnio público. Al parecer, aun en la denuncia nos entrampamos con sustancias y resabios patriarcales.


  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
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