Esta será una de muchas observaciones sobre el fenómeno alrededor de la cinta Emilia Pérez, porque hay muchísimas cosas relevantes sobre la mesa.
Es verdad que esta cinta no es para todos. Definitivamente no es para mí. Amo los musicales, y acribilla las canciones. Sospecho que es a propósito, para denotar una disonancia entre la temática y la forma de presentarla. Respeto el valor del director de intentar eso. Pero, al menos para mis sensibilidades, falló en su intento.
Luego: ¿tiene derecho un artista a tomar una temática tan trágica para una nación y usarla a su manera para contar lo que quiere? Tanto derecho tiene de hacer eso como nosotros de rechazarlo por lo que nos provoca. Por supuesto que es atrevido y se sale de lo típico. Por supuesto que el gran arte no debe estar diseñado para conectar con todos. Y por supuesto que , al ser provocador, los provocados reaccionaremos. No tiene que ser como quisieran.
El nivel de odio, insultos y burlas que las reacciones hacia esta película han provocado son injustificables: nadie es tonto porque no le gustó; nadie es “brillante” porque “le entendió”. Y nadie tiene que ser perseguido por opiniones válidas respecto a la falta de autenticidad que sí resuena para miles de mexicanos, al ver detalles como los acentos, la ambientación o la extraña versión de nuestro sistema judicial que presenta la cinta. Sí. Aún más extraño que la realidad, aunque no lo crean.
No tiene esto por qué ser una guerra de México contra el mundo que celebra y premia algo que se supone que nos representa, porque no podría
representarnos menos. Pero el nivel de violencia contra quien se opone a Emilia Pérez como maravilla cinematográfica es ridículo. Estemos de acuerdo que no está hecha ni por ni para nosotros, y si queremos caer en provocaciones, que solo sean las que nos llevan a aprender algo nuevo. Continuará.