Recuerdo los tiempos, hace ya unas tres décadas, cuando se hablaba del infotainment como una novedad. No era nueva, por supuesto, la idea de usar cierto tipo de noticias como entretenimiento, pero en este largo camino me parece que hay algo por completo detrás: la más minima decencia humana.
El trabajo de esta profesión es asegurarnos que la gente sepa lo que tiene que saber y que eso sirva como un contrapeso al poder desmedido. Como herramientas para navegar la vida y aprender de la historia. Y sí, cada fuente es distinta. Pero de verdad quiero saber en qué momento quienes nos dedicamos al periodismo de entretenimiento decidimos que no había nada que podríamos hacer mal con tal de ser vistos, leídos y citados.
Todos los que hemos tenido a un ser amado enfermo o en el lecho de muerte sabemos cuánto cuesta respirar. Sabemos que hay momento para compartir y otros para estar con los nuestros. Y estas carreritas para ser el primero en informar, comentar y entrevistar sobre alguien que está pasando por esto ya ni siquiera nos las cuestionamos. Cuando pasa en casos de los grandes nos vamos a enterar casi enseguida. Ganar esa nota a costa del dolor y la deshumanización dice cosas que quizás no soportaríamos si alguien nos lo dice en nuestra cara. ¿Un poco de empatía nos haría peores periodistas? Si la respuesta es “sí”, estoy dispuesta a vivir con las consecuencias.