Este fin de semana convivieron en la taquilla mundial dos de las cintas más esperadas del año: Wicked y Gladiador. Evidentemente el derroche de testosterona en el coliseo romano de la secuela de Ridley Scott parecía ser una perfecta contraparte a lo que es el público de un gran musical con la historia revisionista de las brujas de Oz. Pero a pesar del indudable éxito en taquilla, no parece que se vaya a replicar el fenómeno Barbie y Oppenheimer por un par de razones (spoiler a continuación).
La primera. La continuación de Gladiador tiene fallas fatales en lo que pudo haber sido un extraordinario guion. Pero los personajes crean conspiraciones brillantes para “quedarse con todo” y luego pareciera que no saben a quién apuntarle con la flecha. Podría haber sido una película importante, pero por “elevar” con tiburones las batallas del coliseo, solo la vuelven palomera.
Wicked es espectacular y como eterna nerd del teatro musical no podría ser más feliz de verla triunfar ahora en la pantalla. Pero esta es solo el primer acto, y si bien está atrapando a toda una nueva audiencia, todavía tendremos que ver si esa horrible resistencia contra el género permite que siga siendo la número 1 en el mundo después de que todo haya sido inundado, incluyendo el Seven Eleven de mis rumbos, con imágenes de Elphaba y Glinda. No, Glicked no será un Barbenheimer, y menos con Moana 2 estrenándose la próxima semana. Pero igual es un enorme éxito y lo celebro como enamorada de los musicales y un poquito de Pedro Pascal.