No es la primera vez que nos preguntamos eso respecto al arranque de la temporada que inició anoche con los Globos de Oro. Pero no lo habíamos hecho después de la huelga, la pandemia, las nuevas reglas de inclusión y el esfuerzo de transparencia en los votantes del mundo, pero sobre todo: en un ambiente donde tratar de hacer reír en una ceremonia es deporte de altísimo riesgo para quien diga cualquier cosa que no les agrade en las redes sociales.
¿Para impulsar el arte? La respuesta es subjetiva, pero siento que en la mayoría de los casos una gran creación de cine no será premiada solo con base en ello. Si tiene elementos políticos, sociales, o populares que añadan al “valor” de ese voto, entonces sí. ¿De verdad no se nominó a Dennis Villanueve por Dune el los GG?
Lo cierto es que los premios sí sirven para lo que fueron creados. Es un impulso de promoción que capta la imaginación del público, sí, pero es más aún de aquellos ejecutivos de la vieja y nueva escuela que decidirán a qué le “darán luz verde” en el futuro y a qué no. Y no, que el rating en las ceremonias sea más bajo año con año afecta a quien produce y transmite, pero no a las películas y series premiadas.
Esos festejos nunca habían tenido más reproducciones después de la ceremonia y más usos de promoción por cada premio. Y sí por adecuarse a lo que ellos consideraron como todos los requisitos para tener una “producción digna de estatuillas” se siguen haciendo cosas como Emilia Pérez… al menos muchos podemos celebrar que aún hay Nolans, Iñarritus y Fargeats que tienen abiertos los caminos para hacer lo suyo. Aún importan los premios, para bien o para mal.