No puedo evitarlo, mi algoritmo y mi morbo me ha enfrentado a comentaristas conservadores de EU que no pueden manejar el enojo de que otros comentaristas liberales hayan visto Wicked y concluido que el próximo presidente de su país es nada menos que el mago de Oz. Eso no es ningún halago. El mago, desde su origen, pero en la novela de Gregory Maguire es nombrado como un “fascista”.
Y va más allá, sobre todo ver cómo se retuercen del coraje en las televisoras y en YouTube según sus predisposiciones políticas. Una gran respuesta ante esta acusación de los que están apuntando el dedo al “villano”, destacando su propia pureza. No hay mejor descripción de Glinda que eso; un punto muy válido de los conservadores que sí se molestaron en ir al material de origen, desde El mago de Oz.
Algunos no leyeron, no vieron la obra y no saben lo que vendrá en la segunda parte que arruinará muchas de sus primeras impresiones sociales y políticas; ¿desde cuando eso ha detenido a los críticos que ven agenda política en todo lo que produce Hollywood?
Y sobre la acusación de que si Wicked es woke me temo que la respuesta es que sí, en el mejor de los sentidos. Tratar de abrir los ojos a la injusticia, ver como pares a quienes son diferentes. Hace veinte años que se estrenó Wicked en Broadway, de eso era y era algo bueno. Fueron, de hecho, de los primeros en hacerlo de este modo. Ahora, como todo, los extremos han arruinado la palabra y sus buenas intenciones.