La serie Adolescencia nos tiene a todos hablando de lo duro que es ser joven hoy en día. Nos cuesta imaginarnos qué causó que Jamie, el protagonista de 13 años, pudiera apuñalar hasta la muerte a una compañera de la escuela. Todo apunta al bullying, pero invariablemente pensamos en sus padres, la escuela, maestros, redes sociales o temas de salud mental para encontrar una respuesta. ¿Qué pasó? ¿Nadie se dio cuenta por lo que estaba pasando Jamie?
La serie nos hace reflexionar sobre la soledad que están experimentando los niños y jóvenes, y esto me hace pensar en un libro que leí hace un par de meses sobre el cambio drástico que se dio en la forma que los niños juegan. En el libro La generación ansiosa, el autor Jonathan Haidt muestra con data dura cómo están relacionadas las enfermedades mentales y el uso de los celulares inteligentes. Todo apunta a que antes del 2000, la infancia estaba basada en el juego libre, no planeado y muchas veces al aire libre, que permitía que los niños exploraran, aprendieran a tomar riesgos, convivieran cara a cara, todo esto preparándolos para el mundo real.
Con el pretexto de los peligros de mundo “allá afuera”, los padres los metimos a las casas y los sobreprotegimos, dándoles teléfonos inteligentes desde los escasos 10 años, sin tomar en cuenta todos los peligros que están en las redes sociales, donde hay depredadores literal, bullying sin piedad y aplicaciones violentas hechas para crear adicción. Los hemos aislado frente a su pantalla, sin saber aún todos los daños a los que están expuestos, sin tener la madurez para asumir consecuencias.
Según los estudios, el cerebro humano se termina de formar a los 25 años y lo último que se forma en la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y razonamiento de consecuencias, por lo que los adolescentes carecen biológicamente de esa habilidad. “Se requiere de todo un pueblo para educar a un niño”, nos lo recuerda el proverbio africano. Todos somos responsables de nuestras infancias y adolescentes. Hoy más que nunca los peligros están dentro de una pantalla y de nosotros depende el acompañar, y cuidar mental y psicológicamente de nuestros hijos.