En el siglo donde se valora la inteligencia emocional, el manejo de emociones, las mal llamadas soft skills y ahora para bien habilidades de alto valor, por su impacto en la vida de las personas y sobre todo en los líderes, presenciamos una de las conversaciones más incómodas y violentas de la diplomacia internacional. La conversación entre Trump, su vicepresidente Vance y el presidente de Ucrania, Zelenski, en la Casa Blanca, realmente fue un momento que impacta e indigna. Aunque podemos esperar todo de la personalidad de Trump, el tratar de esa manera tan vil a otro presidente públicamente es algo que rebasa todo lo imaginado.
Realmente los dos representantes americanos se comportaron como unos verdaderos bullies con su contraparte ucraniana; lo amenazaron, avergonzaron, le levantaron la voz, le apuntaron con el dedo y no lo dejaron terminar una frase, apenas lo escucharon. Lo trataron de ridiculizar, cuando ellos fueron vistos como personas sin control emocional. Me atrevo a decir que avergonzaron a una gran parte de su nación.
Qué lejos estamos de la elegancia de Obama, el carisma de Clinton o la quietud de Kennedy. Estados Unidos, democrático por excelencia y con un enfoque total en sus relaciones internacionales debido a su gran poderío, hoy está de lado del invasor y de quien rompió con los tratados de cese al fuego. Trump, solo interesado en sacar ventaja del conflicto entre Rusia y Ucrania, decidió poner en práctica el bullying; usar su fuerza, poder o ventana para cohesionar, intimidar y dominar de manera agresiva.
Zelenski mantuvo la calma, parece que perdió en esa reunión. Definitivamente no logró su cometido, ni siquiera pudo transmitir una idea completa, pero dejó claro el hecho: Ucrania fue invadida, la guerra sigue y se están muriendo inocentes. Necesitan el apoyo de Estados Unidos, sin ellos no pueden continuar, pero qué difícil negociar con un presidente que solo ve para sí mismo.
Ucrania deberá ceder para lograr tener la ayuda condicionada e imprescindible de EU, aunque cuenta con el apoyo de otros países como Canadá y la mayoría de Europa. Unos quieren la paz y otros aprovecharse de ella. Ojalá regrese la cordura y reine el sentido común.