Cuando se trata de impulsar el desarrollo, ocurre algo curioso: Todos coinciden en la necesidad de fortalecer el sector científico y tecnológico, pero en la práctica las cosas son diferentes. Bien, hasta cierto punto, decir que se apoyará la ciencia y la tecnología se ha vuelto algo tan trillado y carente de verdad como cuando esperamos que un niño diga, supuestamente emocionado, que le encantan las verduras y no tanto los dulces…¡sí cómo no! Casi siempre se buscan otras opciones más fáciles, más rápidas, más llamativas, como atraer inversión extranjera o nacional.
El problema es el siguiente: Un hecho bien establecido en la teoría económica dominante es que la inversión no es la solución mágica para el desarrollo económico y social que tanto anhelamos. La inversión ayuda, sí (en el corto y mediano plazo), pero no es suficiente, y sobre todo, no es lo más importante en el largo plazo. Abundan los gobiernos (y las personas fuera del mismo) que ignoran ese hecho fundamental. En cambio, lo que sí está totalmente reconocido (por la corriente principal de la economía) como un motor poderosísimo para alcanzar el desarrollo, es la ciencia y la tecnología (ojo, cuando decimos ciencia, eso incluye a las ciencias sociales y humanidades).
Ningún país de los otrora llamados de primer mundo, carece de un adecuado sistema local de impulso de actividades científicas y tecnológicas, ninguno. En cambio, todos aquellos países que están fuera de este grupo selecto de naciones prósperas, comparten una característica en común: su interés por la ciencia y tecnología no es prioritario; incluso, muchas veces a este sector lo tienen abandonado. Claro, esto es así porque hay urgencias que atender: pobreza rampante, insuficiencia de servicios públicos, desempleo y violencia al por mayor, enfermedades crecientes por una atención sanitaria deficiente, etc.; pero todo eso tan urgente pertenece al presente y al centrarse exclusivamente en ese presente, se olvida construir condiciones para el futuro, del cual (conforme a la evidencia histórica, ya sea estadística o testimonial) el sector científico y tecnológico es una herramienta que nunca falta si dicho futuro será próspero. En cambio, sin ciencia ni tecnología, no hay desarrollo. México lleva toda su existencia como nación independiente supuestamente tratando de resolver el acuciante presente pero desatendiendo el futuro. Por esa actitud, seguimos sin resolver el presente ni alcanzamos un buen futuro. En Hidalgo, hay un esfuerzo claro por insertar a la entidad en la carrera global por la innovación, apoyados en una decidida vocación científica y tecnológica. Este esfuerzo evidenciable es prometedor en presupuesto, promoción de actividades, creación y/o sostenimiento de centros de investigación científica básica y aplicada, pero ha de sostenerse y posteriormente aumentarse si se busca que Hidalgo pronto alcance un desarrollo y bienestar equiparable a los lugares en el mundo con los que por ahora solo podemos soñar. Todos deseamos que se cumpla tal sueño de progreso, para Hidalgo mismo como para todo México.
La parte de la receta que se relaciona con ello es la siguiente: (1) más apoyo presupuestal para investigación y desarrollo, (2) incrementar la plantilla laboral dedicada a actividades de innovación y fortalecer cualitativamente (a niveles dignos) sus condiciones laborales, (3) más y mejores universidades y centros de investigación. Más de todo, no menos. Pero en México se ha hecho justo al revés:
La fracción del PIB no llega al 2% del PIB que sugiere la OCDE (a duras penas alcanza el 0.5% pese al notable esfuerzo de la presidencia saliente), la plantilla nacional de científicos y tecnólogos es insuficiente hasta por diez o veinte veces la cifra mínima y sus condiciones laborales son tan malas que, por un lado, los investigadores en posición de jubilarse no se retiran para no perder los pocos beneficios en prestaciones e ingresos que aún tienen, pero por otro lado, los investigadores jóvenes (y otros no tan jóvenes) no pueden ocupar plazas pues no se crean nuevas (y las que hay, no las desocupan los veteranos); finalmente, de creación de universidades y centros de avanzada, ni hablar.
Al ritmo actual, simplemente la situación no mejorará: México sigue yendo a contracorriente de las mejores políticas científicas. Recuerde: Se puede engañar a algunos durante algún tiempo, pero no se puede engañar a todos ni tampoco durante todo el tiempo. Reitero entonces: Sea en cualquier parte de México o del mundo, un ingrediente siempre presente en la receta para el progreso y el desarrollo, es un vigoroso (o por lo menos adecuado) ritmo de actividades científicas y tecnológicas. No hay de otra. Pero si acaso se quiere ignorar esa verdad fundamental y abandonar el camino de la ciencia y la tecnología…pues mire usted, como decía el actor Fernando Luján desde 1962 en su papel de don Cucufato: “por eso estamos como estamos”; más aún, como poco después lo retomó y recalcó la banda musical “los Apson” en la melodía del mismo nombre: “por eso estamos como estamos, por eso nunca progresamos, si tal parece que gozamos, poner las cosas al revés”. Así las cosas ¿le daremos la oportunidad que se merece a la ciencia y tecnología?
Eduardo Macario Moctezuma-Navarro
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