En el caso de México, la cohesión social es difícil porque depende de valores compartidos entre una población con diferentes características y altamente desiguales. Está basada en la existencia de un conjunto diverso de instituciones como la familia, los partidos políticos, los sindicatos, la iglesia, los clubes, la empresa, las asociaciones de vecinos, el mercado laboral, entre otros. Estas instituciones forman un gran tejido social que está en constante cambio debido, en parte, a las formas como se desarrollan las interacciones sociales en su interior. Las normas prevalecientes de comportamiento van desde el autoritarismo hasta el consenso; la competencia hasta la cooperación. Algunas instituciones combinan una serie de valores que a veces tienen efectos contradictorios.
Viene a cuento esto porque las medidas que se están tomando a nivel nacional, estatal y local para mitigar la propagación del covid- 19 están desnudando los tipos de cohesión social que predominan. Valgan dos ejemplos. Durante esta emergencia, el plan de mitigación presentado y desarrollado por el gobierno federal no ha tenido todo el apoyo de las diversas fuerzas políticas, existe una clara desconfianza, justificada o no, de las fuerzas opositoras. Ya se habla de los gobernadores rebeldes. Esta falta de consenso ha llevado a que no todos los municipios y gobiernos estatales estén actuando de acuerdo con el plan, generando con ello problemas en la mitigación. No obstante, algunos de los gobiernos estatales que tienen recursos disponibles ven la emergencia como una oportunidad para desacreditar al Ejecutivo del país y al mismo tiempo ganar la simpatía del futuro electorado. Por eso han desarrollado acciones que buscan mejorar las propuestas del gobierno federal. Por ejemplo, adelantándose a las medidas de aislamiento, apoyando a las instituciones de salud públicas con equipo especializado; aplicando más pruebas para detectar más casos y así prevenir contagios, aliándose con empresarios locales y teniendo convenios con instituciones privadas, etcétera, sin abandonar los esfuerzos comunes con la Federación.
Una de las razones de esta estrategia está obviamente vinculada con el principio de competencia política en la búsqueda del poder y, si tiene éxito, entonces podemos decir que no necesariamente la cohesión social tiene que estar fincada en la unión y el consenso, también se puede fortalecer en el contexto de las diferencias políticas.
Pero el problema en México es la gran desigualdad existente al interior de ciertas instituciones, como el mercado laboral, que funciona con un gran número de empleados que viven al día, incluyendo trabajadores informales, temporales, inmigrantes, con empleo estable, pero con bajo salario; sin prestaciones sociales, etcétera, y un número considerablemente menor, como empresarios, profesionistas, sindicalizados, que pueden parar actividades sin dejar de recibir sus salarios o que tienen ahorros suficientes para mantenerse aislados y sin trabajar durante un cierto periodo.
Pedirle al primer grupo que se quede en casa, solicitarle que en nombre de los valores patrios y los recuerdos sobre la solidaridad que hemos observado cuando hemos tenido emergencias como los sismos o inundaciones dejen los espacios públicos y no acudan a trabajar, no parece que vaya a tener un gran impacto. Van a obedecer parcialmente, no porque no quieran, sino porque no pueden.
Hasta ahora la estrategia para toda la población ha estada fincada en la aceptación voluntaria, pero ya existen signos de intolerancia en algunas regiones, que buscarán mantener el aislamiento bajo la amenaza de coerción y el temor al castigo.
Para evitar alterar los principios democráticos y afectar los derechos humanos es importante que ante una pandemia de este tipo habría que considerar, en los planes de mitigación, aspectos que no solamente consideren la mecánica y gestión de los recursos necesarios para la atención de la pandemia, sino también que tome en cuenta las condiciones laborales de los habitantes, las desigualdades de ingreso y el tipo e intensidad de movilidad para cubrir las necesidades cotidianas de los diferentes grupos sociales. Esto es importante porque desde el inicio de la planeación se debería de garantizar que todos los habitantes estén en condiciones mínimas para poder cumplir con los imperativos de guardar la distancia y permanecer en casa. Si bien ya estamos en la tercer etapa, es posible todavía lograr “aplanar la curva” apoyando inmediatamente a estos grupos de trabajadores que no pueden actualmente cumplir con el mandato de quedarse en casa. Con esto se complementaría la estrategia de ayuda al consumo familiar con la del apoyo laboral a los jefes de familia.
Mario A. Jurado Montelongo
El Colegio de la Frontera Norte, sede Monterrey