Una de las regiones que seguíamos con más interés los resultados de la elección presidencial de Estados Unidos, el pasado 5 de noviembre, era la frontera norte. Para empresarios, analistas, activistas y ciudadanos en común, conocíamos que la elección de uno u otra tendría efectos directos sobre la dinámica fronteriza. Aunque con posturas compartidas, había diferencias sustanciales entre los candidatos, especialmente en la forma de confrontar las problemáticas que compartimos ambos países, con la elección de Donald Trump, el panorama para una resolución conjunta y dialogada parece una tarea difícil.
Tres de los aspectos de la agenda de Trump por la que electorado voto por él atañen directamente a la frontera: el primero es el tema económico, la economía estadunidense pasa por una de sus peores etapas, y uno de los problemas centrales reside en el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. El desempleo, especialmente en la automotriz, suele asociarse a la movilización de empleos hacia México, el eslogan de Make America Great Again, supondría de entrada una mayor restricción a la movilización de las inversiones y la imposición de mayores impuestos a los productos realizados en México, a pesar de la firma del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá. La política industrial y comercial que seguirá Trump para complacer a sus seguidores, muchos de los cuales consideran a México como el causante de la pérdida de empleos, podría acentuar la recesión por la que está pasando la frontera, al resultar más cara que invertir en el centro del país, dado la diferencia salarial que persiste al interior de México. El fantasma del desempleo acentuado en el área de la industria, y con ello en los servicios y el comercio, parecería cernirse sobre la región. La contención para nuevas inversiones de Estados Unidos también tendrá un impacto en el denominado nearshoring, en donde el traslado de inversiones para estar cercanos al mercado de Estados Unidos resultan fundamentales.
El segundo aspecto relevante es la contención de la migración, en donde se vislumbra la continuidad de la estigmatización de los migrantes como criminales y la emisión de políticas más punitivas y agresivas para impedir la movilidad de las personas a través de la frontera, que no solo serán resentidas por los migrantes, sino por los millones de personas que vivimos en la región fronteriza, para los que la mitad de su vida comercial, afectiva, está al otro lado de la frontera. El enfoque de considerar a México como el responsable para frenar la migración resulta totalmente erróneo, cuando el problema es complejo y amerita un análisis y solución de tipo multinacional entre los países de origen, tránsito y recepción. Resulta evidente que Trump y sus funcionarios no estarían dispuestos a sentarse a tener este diálogo con los países involucrados, por lo que seguirán emitiendo legislaciones unilaterales incapaces de solucionar el problema migratorio. Estas medidas antimigrantes pueden acentuarse en Estados conservadores como Texas y Arizona, en donde miles de migrantes han perdido la vida al cruzar la frontera. Las restricciones también tendrán un efecto acentuado en las ciudades fronterizas, las cuales podrían constituirse en salas de espera permanente de miles de migrantes de todo el mundo que buscan ingresar a Estados Unidos.
El tercer aspecto se refiere a la persecución de los cárteles del narcotráfico, a los cuales se sigue considerando solo como de origen mexicano, cuando existen pruebas suficientes de que son estructuras binacionales e incluso transnacionales que operan con total soltura de ambos lados de la frontera. Desde una postura de ser una amenaza para la población de Estados Unidos por la introducción de las más variadas drogas, especialmente del fentanilo, Estados Unidos seguirá utilizando distintas estrategias para la aprehensión de los líderes de los cárteles que considera más relevantes, éstas podrán ir desde la alianza con dirigentes de facciones de este crimen organizado, como testigos protegidos, hasta la incursión abierta en territorio mexicano con la justificación de proteger a su país. Incapaz de reconocer que ellos mismos han permitido y favorecido la creación y consolidación de un extenso mercado para la venta de las drogas, que permea todos sus espacios sociales, escuelas, espacios de trabajo, barrios, etcétera, mismo que se ha fortalecido con la permisión del uso de drogas con fines recreativos y de uso personal. Basta recorrer ciudades como Nueva York, en donde cientos de tiendas, muchas de ellas clandestinas, expenden la venta de drogas, al grado que las áreas más populares de la ciudad están impregnadas del olor a cannabis. En síntesis, difícil futuro le espera a México, especialmente a la frontera, en la resolución de problemas binacionales compartidos, en donde una de las partes permanece sordo a la invitación al diálogo.
Cirila Quintero Ramírez
El Colegio de la Frontera Norte-Unidad Matamoros