Para nadie es un secreto que la metrópoli en que vivimos en Nuevo León está enfrentando la peor época en sus historia en términos de contaminación del aire que respiramos.
Tampoco es un secreto que planes van y planes vienen, sin una solución. Incluso impuestos nuevos, acciones de la sociedad civil, marchas contra la refinería de Cadereyta y de más han fracasado en sus intentos.
Como ayer lo publicamos aquí en MILENIO es un cascarón la Agencia de Calidad del Aire de Nuevo León.
A pesar de la experiencia de su directora Armandina Valdez Cavazos, el resto de la Agencia creada hace dos años no tiene más que promesas.
Qué pena esta realidad porque evidencia un retroceso en la lucha contra este mal que agarra parejo y perjudica la salud de todos los habitantes del estado.
Qué pena también que en un estado que se jacta de estar siempre a la vanguardia, uno de los principales problemas a resolver quede solo en buenas intenciones.
Hace seis años tuve la oportunidad de conocer al doctor Alfonso Martínez Muñoz, quien entonces dirigía el Observatorio de la Calidad del Aire; en un par de entrevistas expuso para nuestra audiencia sus conocimientos y propuestas sobre la calidad del aire.
Fuimos a las zonas donde el problema es más grave, nos mostró las estaciones que miden los contaminantes y externó su deseo de que un órgano no gubernamental concentrara presupuestos e ideas para resolverlo.
Tiempo después, aprovechando sus conocimientos, comenzamos a utilizar un algoritmo para pronosticar la calidad del aire con destacada puntualidad.
Comenzando esta administración estatal nombraron a Alfonso Martínez como secretario de Medio Ambiente.
Todo iba bien aparentemente, hasta que en tiempos preelectorales decidieron bajarlo a la segunda posición para poner en su lugar a Félix Arratia, para nada conocedor de los temas necesarios.
Tiempos después lo reinstalaron, pero nada ha sido igual.
Ahora, desafortunadamente él y otros conocedores del tema no están aportando las soluciones; unos porque están siendo ignorados y otros porque tienen las manos amarradas.
Existen en el estado los conocimientos científicos, instituciones y herramientas, lo que no existe es una conciencia suficiente, más allá de los discursos.
Debe haber explicación para todo este enredo, y aunque se hiciera público, lo político no remedia lo ambiental.
Por eso no avanzan las cosas, en manos de los de siempre y con las mismas costumbres.