El 2025 marca la consolidación de Claudia Sheinbaum, y Morena como el Leviatán de la política mexicana. El partido gobernante ha llegado a la cúspide del poder habiendo confeccionado un sistema sin oposición significativa, con órganos autónomos desmantelados y con un Poder Judicial convertido en espejo del Ejecutivo.
A simple vista el Leviatán se alza omnipotente, un titán que domina sin rivales a la vista. Pero al acercarnos, la fuerza del gobierno morenista revela sus debilidades
Al partido en el poder no le gusta aceptarlo, pero es esclavo de dos señores que no controla y que lo carcomen por dentro.
Primero, el juego electoral. La capacidad de movilización electoral que Morena presume, en muchas localidades se ha convertido en una trampa que subyuga al partido a caciques locales. En lugar de romper con estas figuras que controlan clientelas, el Leviatán temeroso las ha integrado bajo la ilusoria esperanza de reformarlas.
Pero los caciques no mutan; metabolizan. Morena no los asimila, son ellos quienes reconfiguran al partido desde adentro, convirtiéndolo en un vehículo para sus propios intereses.
El Leviatán, soberbio como es, gusta decir que esta dinámica no es más que pragmatismo. No lo es. Lo que observamos es un acto de desesperación disfrazado de cálculo político. Algo que solo se acentuará si el junior continúa temiendo no llenar los zapatos de su padre.
El segundo señor que controla a Morena es su relación con el poder económico. El Leviatán se congratula de no yacer postrado ante los oligarcas, pero con demasiada frecuencia cede ante ellos por temor a que la economía colapse. Pragmatismo, dicen.
Pareciera que hay un constante acto de fe ante las virtudes del status quo. Morena se olvida que los países que han logrado desarrollarse, como los tigres asiáticos, fueron herejes. Demostraron que el desarrollo no surge de someterse a los poderes fácticos, sino de alinearlos a una visión nacional.
El problema es que el Levitán es miope y carece de esa visión. En un mundo que transita a la economía de los servicios, la logística y el mundo digital, la estrategia económica de Morena se acerca demasiado al sueño del siglo pasado: hacer trenes, lanzar satélites y hacer un auto de contenido nacional.
A veces me pregunto si el problema del Leviatán es falta de arrojo o falta de creatividad. Para los políticos es más fácil dedicarse a cuidar los intereses económicos existentes que imaginar una estrategia que cree intereses nuevos y empresarios actualmente inexistentes.
Morena se encuentra, entonces, en una posición extraña. Por un lado, tiene el poder de rediseñar el país completo, pero por el otro, está limitado por el sistema político y económico que hereda y no se atreve a cambiar.
El desafío es cómo pasar de la gestión del pragmatismo a la construcción de una visión de largo plazo que no solo mantenga a flote la economía y el proyecto político, sino que también lo fortalezca como un verdadero transformador de realidades.
Espero que en 2025 Morena se tome en serio la invitación que le hago a pensar en grande: a dejar de enfocarse en luchar contra sus enemigos de paja, los que ya están profundamente debilitados, y se atreva a hacer lo que toca: alinear intereses empresariales, cambiar la forma de hacer política y, sobre todo, diseñar un futuro en el que el pragmatismo no sea la excusa para dejar de transformar.