Amás de seis décadas de gestación, el free jazz mantiene su estatus de música marginada, incluso despreciada por quienes piensan que sólo se trata de ruidos inconexos. Nacido en un momento álgido de la lucha por los derechos civiles con músicos como John Coltrane, Ornette Coleman, Albert Ayler y otros, fue un llamado a liberarse de los estilos de jazz que se habían tornado complacientes.
En su libro Fee jazz. La música más negra del mundo (Anagrama, 2024), Mariano Peyrou nos invita a acercarnos al género y pensar en él “como un deseo de prescindir de ciertos elementos restrictivos del jazz anterior, y un impulso hacia una mayor libertad”.
Los músicos se dedicaron a explorar instrumentos y voces más allá de lo convencional, liberándose de las armonías, usando lo mismo disonancias que ruidos, golpes, gruñidos o palabras sin sentido. El género difuminó también, escribe el autor, “el límite entre lo melódico y lo rítmico: la función que en Europa cumple la melodía, en África la cumple el ritmo. Su sonido no encaja en las expectativas del público y sus propuestas no encajan con los valores dominantes de la sociedad”.
Los músicos —en su mayoría afroamericanos— lucharon igualmente contra la apropiación económica del jazz por los blancos, que, en su mayoría, poseían clubes, sellos discográficos, agencias de contratación, festivales, etcétera. En este sentido, Peyrou cita a Archie Shepp, quien afirmó: “Vosotros poseéis la música y nosotros la hacemos”, así como a Cecil Taylor: “Quitémosle la música a la gente que la controla”. En cualquier caso, reflexiona, “la dimensión política de esta música no está en lo que hacen o dicen sus intérpretes, sino en su propio sonido, en la clase de energía de la que está hecha”. Por ello invita a los lectores a escuchar esta música con atención para “extraer cierta energía de esa experiencia. Podemos usarla para inducir una especie de trance, para acompañar determinadas actividades o para dedicarle toda nuestra atención y centrarnos en las distintas capas sonoras, en los ritmos, en el intercambio y la repetición de ideas”.
Antídoto contra
lo previsible
Mariano Peyrou acepta que el free jazz es una música “áspera”, “difícil de escuchar”, pero invita al lector a sumergirse “en este mundo, aunque sea brevemente”, para darse cuenta de que “resulta sorprendente lo banal, domesticada, previsible y falsa que suena la mayoría de la música ‘convencional’”.