Una carta, un libro y seis semillas

Ciudad de México /

Al concluir la penúltima conferencia de prensa mañanera, la del pasado viernes 27 de septiembre (la número mil 437) le entregué una carta de despedida al presidente López Obrador. Aquí, una versión de la misma:

Presidente Andrés Manuel López Obrador

Hoy es un buen día para escribirle y compartirle tres cosas:

La primera es que ha sido un honor su enseñanza. Su genio político como dirigente y mandatario ha sido contra-hegemónico. Demostró su hipótesis y contradijo al neoliberalismo: la historia no conoce fin ni el mercado tiene la última palabra; la tiene el pueblo y por eso hay que tenerle amor y respeto.

La segunda es que estoy convencido que con sus 20 libros publicados quizá no gane usted el Premio Nobel de Literatura. Tampoco su esfuerzo por transformar y darle sentido a la ONU será reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Pero yo sí haría una apuesta con el Premio Nobel de Economía. Usted le dio clases de economía a los economistas. En los hechos, no en la teoría, demostró que otro modelo político, económico y social era posible: La Economía moral. Virar el rumbo del presupuesto, redistribuir la riqueza, subir el salario mínimo, combatir la desigualdad, invertir en obras de infraestructura, disminuir la pobreza y el desempleo. Y todo sin deuda, sin inflación, sin devaluación. Toca a las calificadoras y otros agoreros del desastre explicar la buena salud de las finanzas públicas mexicanas.

El tercero es su enseñanza respecto al tiempo. Manejar los tiempos, decidir a tiempo, transformar a tiempo. Hasta las pausas y silencios en sus alocuciones, como notas musicales, estaban escritas en su partitura política. Una de las decisiones más difíciles que he tomado en mi vida política fue: entender que el tiempo de la transformación es largo, no es tiempo político, es tiempo histórico. Y esa virtud tiene una explicación: el tiempo se conoce con el tiempo.

Señor Presidente, hay muchas similitudes entre usted y el presidente Lázaro Cárdenas. Por eso no sorprende que, en sus apuntes, el día que concluyó su gobierno (1 de diciembre de 1940) el general escribió algo que podrían ser sus palabras:

A las 12 horas puse en manos del general Manuel Ávila Camacho la banda presidencial. Terminó el periodo constitucional de mi gobierno y salgo satisfecho de haber concluido mi mandato. Me esforcé por servir a mi país y con mayor empeño al pueblo necesitado. Cancelé muchos privilegios y distribuí una buena parte de la riqueza que estaba en pocas manos. Me retiro con un sincero deseo de que registre el mayor éxito la administración que hoy preside ya el señor general Manuel Ávila Camacho (…) legítimo representante del pueblo y único dirigente.

Como el general Cárdenas, usted no esconde su amor por los árboles. Por eso esta carta va acompañada de un libro: La vegetación de Chiapas (Unicach, 2015) de Faustino Miranda que durante 5 años realizó diversas exploraciones botánicas en el estado. Estoy seguro de que le servirá en el propósito de la publicación de El inventario de árboles frutales y maderables de la Quinta La Chingada que usted prometió en su Posdata Palencana de noviembre de 2016. Todo tiene su tiempo.

Hoy que nuestro tiempo de gobierno ha terminado pienso en el tiempo de la transformación, de la política y del movimiento, que como el tiempo de los árboles es otro y más largo. Por eso encontrará en la carta seis semillas de Papausa (Ilana le dicen en Tabasco). Ojalá todavía quepan en la Quinta.

Con profundo agradecimiento, cariño sincero e irrenunciable admiración, me despido. Gracias y hasta siempre, Presidente.


  • Zoé Robledo
  • Director general del IMSS, escribe todos los martes su columna "¿Qué hicimos?" en Milenio diario
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