En el marco de la primera conmemoración del Día Internacional de los Afrodescendientes, el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), señala que en Puebla radican 39 mil 074 personas que se autoreconocen como afromexicanos, de los cuales 554 mil 670 son hombres (48.9 por ciento) y 58 mil 275 mujeres (51.1 por ciento). De estas cifras, la capital poblana concentra la mayoría de esta población, seguida de Tehuacán y Amozoc.
La conmemoración de esta fecha busca reconocer la cultura africana que permeó otros países y, al mismo tiempo, eliminar las formas de discriminación contra los afrodescendientes.
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Sin embargo, de manera errónea, existe la idea de que la afrodescendencia suele basarse en el color de piel, pero esto no determina que una persona pueda reconocerse como tal, ya que las tradiciones y el pasado cultural influyen en la percepción de una persona para que decida definirse como afrodescendiente.
Los esfuerzos de visibilización, difusión y sensibilización de la comunidad afrodescendiente en Puebla han permitido que se duplique el número de personas que se han apropiado del término afromexicano, el cual de acuerdo con Guillermo Alberto Rodríguez Ortiz, doctor en Historia por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), se ha afianzado en México debido al contexto mundial sobre el reconocimiento de estas personas.
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Antecedentes
Durante la época colonial, en Puebla la población de esclavos africanos se concentró en la zona del Centro Histórico, así como en los barrios de El Alto, La Cruz, Analco, San José y San Sebastián.
De 1580 a 1640, en Puebla se incrementó la presencia de esclavos africanos, quienes eran empleados como acompañantes de sus propietarios, cocheros y algunos trabajaron en oficios como zapateros y curtidores. En otros casos, la comunidad africana fue empleada en labores del campo, como en los cultivos de los jesuitas donde ocuparon la mano de obra esclavizada
No obstante, también existieron casos de población africana libre que pudo desempeñarse en algunas actividades laborales, un caso destacado es el de Gregoria Estefanía, una mujer que se auto definía como ‘morena libre’ y durante el siglo XVII trabajó como recolectora de basura, la cual posteriormente era arrojada al río.
En entrevista, el doctor Guillermo Alberto Rodríguez Ortiz explica que en aquel tiempo el estatus libre o esclavizado se determinaba si una persona era negra o morena, sin embargo, los afrodescendientes también lograron destacar en otros aspectos más allá de la esclavitud, como su participación en las milicias de pardos (mestizaje entre una persona africana y una persona indígena), y morenos en 1760, cuando Puebla se convirtió en una de las primeras ciudades en contar con estas milicias.
Previo a la época de la Revolución Mexicana, a la población afrodescendiente en México no se le había dado mayor relevancia, por el contrario se tenían ideas racistas y se le atribuían conceptos negativos; con el surgimiento del interés por los pueblos indígenas en este movimiento por exaltar el nacionalismo mexicano, inició el desarrollo de los estudios afromexicanos con el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán.
Hasta década de los 60 y 80 la realidad social de la población afrodescendiente en México comenzó a cambiar, con la influencia de otras regiones de Latinoamérica y el Caribe.
En los años 90 los afromexicanos comenzaron a alzar la voz para quitar el velo de que las diferencias sociales son de clase y no de raza, con el fin de señalar la omisión de que en México no hay racismo, cuando históricamente las personas africanas y afrodescendientes han sido discriminadas.
En marzo de 2020, por primera vez en su historia, el Censo de Población del Inegi consideró a la población afromexicana dentro de sus estadísticas.
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