Artesanos de barro de Amozoc mantienen el secreto alfarero

Rafael de Jesús Hernández pertenece a la quinta generación de artesanos que desde hace más de 135 años resguarda las técnicas para manejar el barro y la escultura, mismas que le han dado identidad a la comunidad.

La técnica tiene más de un siglo de antigüedad. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

Desde hace 135 años, en el municipio de Amozoc, ubicado a 18 kilómetros de la capital poblana, empezaron a operar los talleres de artesanos del barro. Sus primeras creaciones fueron utensilios de cocina, como ollas, jarros y platos, entre otros, pero también pequeñas piezas para entretener a los infantes.

Al inicio, elaboraron esculturas que contenían silbatos que los niños utilizaban como un juego, por lo que al paso del tiempo estos talleres fueron llamados jugueterías o moneros, tal y como aún son reconocidos.

Los pobladores tienen registros de la primera tienda de estos objetos desde 1886, la cual era atendida por don Benito Tlaxcala y se localizaba en el centro de la comunidad.

De forma posterior, estos talleres se diversificaron y empezaron a destacar por la realización de pequeñas esculturas de ángeles, imágenes religiosas y los elementos para la representación del nacimiento. A la fecha realizan estos artículos, sin embargo, con la incorporación desde hace 30 años de otros materiales, como el yeso, resina y fibra de vidrio, la artesanía de barro se encuentra en peligro de extinción.

Rafael de Jesús Hernández, artesano del barro en Amozoc. (Andrés Lobato)

Rafael de Jesús Hernández es artesano de barro desde la infancia. Él es la quinta generación en este oficio, pues su padre fue quien le enseñó a manejar el barro y la escultura. La historia la inició su bisabuelo, Joaquín de Jesús; la siguió su abuelo, Simón de Jesús Sánchez; y de éste su padre, Rafael de Jesús Salazar. Ahora la comparte con su hermano, Simón. Recuerda que a los seis años lo empezaron a llevar al taller para que jugara con el barro, “así nos fue atrayendo”.

Lamenta que los nuevos materiales que se emplean para la realización de las piezas los haya desplazado, “porque son materiales un poco más resistentes”. Pese a ello, presagia que la artesanía en barro nunca se va a terminar por la atracción que infunde en los clientes, sobre todo porque son piezas únicas.

 “En el barro nunca vas a poder hacerlo en serie porque son piezas hechas a mano. Nunca tienen el mismo terminado”, dijo.

En su caso, sus clientes se decantan por las figuras de perro que ejecuta, “así como los leones. Les gustan las piezas para decoración, modelos hechos por nosotros que nunca más los van a volver a ver. Por eso somos artesanos”.

Sin embargo, acepta que para reforzar sus ingresos también han llegado a trabajar la resina y el yeso, “pero eso son manualidades”.

Indica que por la dificultad y el tiempo que requiere cada pieza, las figuras en barro son más caras que las fabricadas en otros materiales.

Con orgullo, expresa que en la actualidad se valoran más las creaciones en barro: “Cuando uno les explica cómo están hechas las piezas, cuál es el procedimiento y que todo está hecho a mano y no tenemos moldes, es cuando la gente se da cuenta y empieza a valorar las piezas y el trabajo y tiempo que le dedicamos”.

A manera de ejemplo, menciona que hay creaciones que pueden requerir de 20 a 30 días para su culminación: “Las hago en 10 días, pero hay que esperar el terminado, el secado. Se tiene que secar a su tiempo, poco a poco. Luego entran al horno, ahí son unas 12 horas y 12 horas más para enfriar, de ahí viene el terminado y la pintura”. Reprocha que con yeso o resina en un día se puedan hacer hasta 100 figuras.

Lamenta que sea el consumidor externo el que más adquiere su trabajo: “El turista es el que más lo valora”. De igual forma, con orgullo comenta que en el extranjero han colocado varias de sus creaciones, en especial, los Estados Unidos: Houston, Texas y Los Ángeles son donde nos han hecho pedidos, pero hay un comprador de Guadalajara que se lleva nuestras piezas a sus galerías de Egipto”.

No obstante, comenta que cubre todas las peticiones, pero los negritos, perros y Cantinflas son los más adquiridos por los compradores. “Hemos hecho de tamaño natural y también han venido de la reserva de los apaches o pieles rojas en los Estados Unidos para que hagamos piezas alusivas para el museo que tienen”.

Crisis por encontrar la materia prima

El artesano señala que además del trabajo de promoción que realizan para que no decaiga su labor, ahora tienen que batallar para conseguir material de calidad, pues ya se agotaron las minas de barro que existían en Amozoc.

Explica que ellos no pueden ocupar el barro que se emplea para la fabricación de ollas porque es arenoso. “Tiene que ser resistente y fino, lo que nosotros hacemos es revolverlo con otros barros y aplicar un poco de cal para que tenga más resistencia en el horno”. Detalla que si la pieza carece del aguante que se requiere, dentro del horno a 800 grados centígrados se truenan, “vuelan por completo porque no tiene la fortaleza el barro para esa temperatura”.

Da a conocer que en su taller el proceso lo cubren entre todos: “Uno se dedica a hacer los cuerpos, otro a hacer las patas y el último se dedica al terminado de la pieza. Esta debe endurecer, no se puede trabajar de un día para otro porque como son piezas muy grandes hay que dejarlas que se endurezcan para que cuando se les coloquen las patas, en los animales o complementos, debe de tener una dureza, pero tampoco debo dejarlo mucho tiempo secar porque se agrieta. Hay que tener mucha paciencia para terminar las piezas”.

El terminado, de igual forma, requiere atención y cuidado porque emplean muchas pinturas fabricadas con base en polvos y piedras naturales: “Nosotros sabemos pintar con estuco, nuestras piezas llevan ese terminado a la antigua”, sin embargo, les incomoda que la gente acuda más a los talleres donde laboran en serie, ellos se han impuesto defender su trabajo con base en la calidad.

“De eso se trata, de que nosotros sobresalgamos porque si nos estancamos en hacer una pieza siempre vamos a seguir en lo mismo. Lo que aquí hacemos es salir de la cotidianidad y tratar de sobresalir no haciendo lo mismo que en otros talleres. Esa es la diferencia que nos da con relación a los demás talleres, que somos los únicos en hacer este tipo de piezas”.

Estima que a lo mucho serán como diez las familias las que mantienen la tradición de la juguetería amozoquense: “Ya se terminaron las familias grandes que trabajaban el barro, ya son contadas. Antes Amozoc era cuna de muchos alfareros pero ahora se han ido terminando por lo mismo que el yeso los ha ido desplazando”.

"Antes Amozoc era cuna de muchos alfareros pero ahora se han ido": Rafael de Jesús Hernández. (Andrés Lobato)

Sorprende a escultores la labor de artesanos de barro

Rafael de Jesús revela que a su taller han llegado escultores para solicitar que les enseñe a trabajar el barro, por lo que resultan sorprendidos por la manera en que le dan proporción al hacer las piezas desde la base careciendo de “un alma”, es decir, sin el sostén que permita ir detallando.

“Nos dicen que nuestras piezas están tan bien hechas que tienen las proporciones exactas. Nos han dicho: ‘No damos cabida cómo lo haces desde abajo y sin que te guíes por un cuerpo. Tú inicias desde abajo’. No hacemos un alma para guiarnos. Lo voy formando hasta que llega”.

A manera de ejemplo, muestra una escultura de poco más de un metro de altura donde se observa la efigie de Cantinflas recargado en una candileja.

"Le ganaba el peso por lo que tuvimos que ir dándole su tiempo al faro porque se nos tronaba”.

Acepta que son escultores empíricos, que a diferencia de aquellos que han tomado cursos, logran darle la consistencia precisa al barro para que este no se diluya o rompa: “Lo que más les sorprende cómo es que partimos de cero y no llevamos un patrón”.

Por otra parte, narra que unos amigos lograron rescatar la pieza de Cantinflas recargado en un faro, la cual fue una creación de su abuelo. Estima que se realizó cuando el cómico empezó a tener éxito: “Entraron a una cantina antigua que iban a derrumbar. Fueron y la compraron. Nos la trajeron de nuevo para que la viéramos y confirmáramos que era una pieza de mi abuelo”.

De igual forma, resalta que sus piezas han servido de escenografía para series, comerciales y películas, entre ellos unos leones vistieron unos comerciales de los cigarros Raleigh, que se filmaron en una hacienda; en tanto, unos perros sentados salieron en una serie de televisión: “En una serie de Salma Hayek salen los perros en una escenografía y en el programa de 40 y 20 también aparecen nuestras piezas”.

Aclara que esas fueron adquiridas, “obvio nosotros no sabíamos para qué las iban a ocupar. Nos dimos cuenta cuando ya vimos la televisión o la serie”. Remarca que eso los llena de orgullo, sobre todo porque en el caso de la serie logra una amplia cobertura, “se ve en todo el mundo”, concluye.

Las piezas de Rafael han servido de escenografía para series, comerciales y películas. (Andrés Lobato)


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