Barrio Xanenetla plasma en murales su historia y tradiciones

EDICIÓN FIN DE SEMANA

Xanenetla conserva la traza con la cual fue diseñada: calles estrechas, plazuelas y callejones.

Barrio Xanenetla | Melanie Torres
Rafael González
Puebla /

“Tuve una de las infancias más felices (…) porque éramos dueños de todo. Éramos dueños de los Fuertes, de las canteras, de todos los alrededores, nada nos impedía el paso, nada”, aseguró Arturo Ramírez Romero, el hombre que sirvió de inspiración para realizar el primer mural en el Barrio de Xanenetla en el 2010.


En entrevista con MILENIO Puebla, Arturo relató que entonces la avenida 28 Oriente estaba cerrada, lo cual les permitía a los niños jugar y desplazarse sin contratiempos, “pero los mismos vecinos hicieron un hoyo y se abrió a todo el tránsito”.

De acuerdo con la historia de la ciudad, los primeros datos de la fundación del Barrio de Xanenetla datan de 1560; entonces, se decía de la existencia de un núcleo indígena de nombre Tecosco, cerca de la ciudad fundada por los españoles en 1531.

Esta localidad se formó con el asentamiento de indios traídos del Valle de México y de Tlaxcala para colaborar en la construcción de la Angelópolis, mismos que se quedaron en el margen nororiental de la urbe, más allá del río San Francisco; y en las faldas del cerro de Belén o de Nuestra Señora de Loreto.


Su nombre hace alusión a la abundancia de xalnenetl, una gravilla ligera proveniente de las riberas del río Almoloya. Con este material y el barro de la zona, los habitantes se dedicaron a la producción de ladrillos.

“Este barrio es de 1541 o tal vez más viejo que la fundación de Puebla. Lo que pasa es que los antropólogos o historiadores no han realizado algún estudio y lo hecho es muy somero, muy por encimita”, comentó don Arturo, de 64 años, todos ellos transcurridos en Xanenetla.

Asimismo, marcó que aunque ahí existió un panteón a nadie le ha importado profundizar y documentar su historia: “Se hizo exclusivo para Xanenetla, para nosotros”. En ese sentido, lamentó que aunque aún existe la puerta del camposanto, poco o nada se ha realizado para rescatarla: “Todavía tiene su arco triangular, tipo medieval. Ahí había lápidas de 1600”.

Aunado a ello, don Arturo dijo que cuando se edificó el primer espacio comercial, ninguna autoridad ha tratado de rescatar los elementos más importantes del panteón: “De hecho, todavía existe la capilla, es de 1600, 1700, donde se les daba el último adiós a los fallecidos para poderlos enterrar”.


Respecto del camposanto, basta señalar que si bien respondió al cumplimiento de una Real Disposición de 1787 promulgada por el rey Carlos III, que obligaba a construir cementerios en las afueras de las ciudades para mitigar los efectos nocivos de los enterramientos en las ciudades, se realizó debido a una epidemia de viruela acaecida en 1797. El nuevo cementerio permitió descargar el espacio saturado del Hospital Real de San Pedro, dependencia que utilizó, de manera continua, dicho camposanto, hasta su cierre en 1908.

En tanto, Marco Antonio García Pérez, también de 64 años y todos transcurridos en el mismo barrio, recordó que hasta hace un siglo el barrio era un panteón: “En el (desaparecido cine) Continental 70, que era el Hospital San Pedro, dice: ‘De aquí, de esta puerta, salían los carretones con los muertos hacía el panteón de Xanenetla’”.


Aseguró que cuando inició la construcción de la tienda de autoservicios Gigante se pudieron observar algunas tumbas: “Algunos antropólogos dicen que era en dos partes el panteón, en una se enterraba a la gente humilde y el otra a la gente pudiente (…) lo único cierto es que aquí hasta hace poco había algunos vestigios”.

Añadió que en la construcción de una escuela encontraron cadáveres de lo que suponen fueron soldados franceses: “En la batalla del 5 de Mayo (aquí) quedaron regados muchos cadáveres”.

Las piedras que construyeron la ciudad

El área que conforma Xanenetla a finales del siglo XVII se ocupaba para la fabricación de ladrillos, a partir de una ordenanza dictada en octubre de 1557, ya que se prohibió la existencia de hornos productores de ladrillos, loza y vidrio en la ciudad de Puebla por sus efectos contaminantes.

La más conocida, gracias a su trayectoria centenaria, es la denominada ladrillera de La Bóveda o de Xanenetla, de la que hay referencias entre 1707 a 1868.


Ramírez Romero dijo que después de ser un centro artesanal y ladrillero, el barrio se transformó en un polo industrial. “Todas esas eran fábricas textiles (…) que le dieron trabajo a casi toda la población, no nada más del barrio, sino de los alrededores, aunque en El Alto y La Luz también ya había fábricas textiles”.

Marco Antonio García confirmó que se asentaron diversas plantas de producción, una de ellas, San Felipe: “Aquí había muchos árabes, empresarios que fueron dueños de las fábricas”.

Rescate a través de murales

Xanenetla conserva la traza con la cual fue diseñada: calles estrechas, plazuelas y callejones. Actualmente es conocida como el Distrito Mural de Puebla, ya que sus calles empedradas fueron transformadas por el arte. Las bardas y fachadas de las casas cuentan con murales que han vuelto al barrio como un referente del arte urbano a nivel nacional.

García Pérez informó que durante la primera gestión como edil de Eduardo Rivera, se consideró al barrio como “un polo de desarrollo turístico”. En este punto se puso en marcha el proyecto de los murales, “el objetivo es que los barrios resurjan y sean habitables”.


En ese sentido, elogió que con este plan desaparecieron las instalaciones aéreas: “No hay cables, transformadores, etcétera. Desgraciadamente, no ha habido el mantenimiento ni la atención suficiente para mantener el desarrollo sustentable”.

Arturo Ramírez dijo que en 2010 se convocó a la ciudadanía para que presentara una propuesta de lo que representaba la zona y que esta se plasmara en los murales. Entonces, solo se hizo un solo mural.

“Después, al ver la gente que se veía bonito, empezaron a participar y todos querían uno. Se empezaron a hacer murales. Al principio fueron al 23, en 2012, esa fue la primera etapa. La mayoría fueron hechos por puros poblanos, otros por pintores del país. En la segunda etapa ya participaron artistas extranjeros (…) entonces hicieron 73 murales”. Al final, se sumaron más etapas hasta llegar a más de 80 murales para “82 u 83”.

Comentó que la propuesta era que todo el barrio quedara tapizado de las obras, “lo que hasta ahorita no se ha logrado”. No obstante, esto se debe en gran parte por el paro que generó la pandemia.


García Pérez recordó que tras la fundación del Colectivo Tomate, “que ahora es a nivel nacional, nos trajeron una propuesta de realizar murales. La finalidad era saber quiénes fuimos, quiénes somos en la actualidad y quiénes queremos ser”.

Entonces, se proyectó que en la parte baja de la demarcación se narraría a través de las obras la historia del barrio, “quiénes fuimos; en la parte media el quiénes somos, y en la parte de arriba, quiénes queremos ser”.

Por fortuna se lograron varios objetivos, como la dignificación de la zona y que las autoridades voltearan para atender el barrio: “Entonces se hizo uno solo, que era la historia de mi vida. Era un árbol con unos barcos flotando al viento en cada rama, que no era más que la historia de lo que fui y llegué a ser después”, contó.


Ambos entrevistados resaltaron que en uno de los murales está plasmada la leyenda del Charro Negro, originaria del barrio: “Decían que venía del cerro de Loreto, llegaba acá para darle agua a su caballo en la fuente (de la plazuela de Texcoco”, mencionó Antonio García.

Más atractivos del barrio

De sus vivencias, Antonio García relató que en el cerro, en la época de Maximino Ávila Camacho, se construyó un depósito de agua, la cual era bombeada por gravedad y con el apoyo de unas válvulas de golpe de ariete se sacaba el excedente: “Toda esa agua corría y caía (en lo que fue la cantera frente al estadio). Como era limpia, mucha gente la utilizaba para lavar su ropa”, evocó.

Aseguró que en 1946, en dicha cantera se extrajo la piedra y grava para la construcción de la presa de Valsequillo: “Una compañía que se llamaba Rozok (…) la construyó”.


Además de sus coloridos murales, Xanenetla también alberga sitios como la Plazuela Texcoco y el estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, el cual se inauguró en mayo de 1952, entonces con el nombre de “Miguel Alemán”. También es hogar de otras atracciones como el Templo de Santa Inés de Montepulciano, consagrado en 1776. De forma previa, se fundó en 1622 el Convento de Religiosas Dominicas.

Por último, otro atractivo es el Arco de San José, el cual se construyó entre 1781 y 1788. En sus caras se observa el escudo poblano y las representaciones de San José y del arcángel San Miguel, patrono de la ciudad de Puebla, por lo que marcaba la entrada norte a la ciudad de Puebla.

AFM

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