Desde su infancia Víctor Montaño Silveti estuvo ligado al arte de la cartonería. Primero, al realizar belenes para las fiestas decembrinas, mientras que a los 16 años de edad con escenografías para un grupo de teatro.
Hoy, a sus 51 años, busca preservar las tradiciones para motivar la convivencia que permita que el tejido social vuelva a ser importante:
“Traemos una causa muy interesante en la familia, ya que hacíamos los belenes, los arcos para lo que eran las ofrendas. Se hacían máscaras también (...) Que tenga memoria, por lo menos tres generaciones se han dedicado a la cartonería”.
Narra que tiene presente ver a sus tíos, ya finados, en la década de los 70 trabajar el cartón piedra. Ahora, a partir del cartón, papel, engrudo, pinturas, alambre, carrizo y demás materiales, crea un sinfín de figuras según las festividades.
Origen y desplazamiento
La historia de la cartonería mexicana se remonta a los primeros años del virreinato, donde los primeros frailes franciscanos comenzaron a implementar las principales conmemoraciones del calendario cristiano.
Víctor Montaño recuerda que los plásticos no estaban en su apogeo en los años 70, por lo que todo el año laboraba con cartón:
“Muy independientemente de todas las actividades que había en la casa, era el trabajar la cartonería. Podías hacer un nacimiento, el belén propiamente, empezarlo a preparar desde octubre, hacer unos arquitos para las ofrendas, un casco para la temporada de septiembre o de los juanes. En Corpus Christi se hacían los panzones (...) la piñata y los aguinaldos, todos en casa”
Destaca que en su familia los infantes a recortaban el cartón, hacían engrudo y decoraban con el papel crepé:
“No faltaban las piñatas. De cajón era un rábano, una zanahoria. Tus manos siempre estaban ocupadas y en la escuela fomentaban mucho lo que eran las manualidades. Si no lo hacías en casa, lo terminabas haciendo en la clase. Había un apartado donde te ponían hacer o llevar tu olla y empezar a forrarla, recordemos que en la tradición de la escuela incluía hacer tu globo de cantoya”.
No obstante, Víctor lamenta que entre los 80 y 90 los artesanos antiguos empiezan a ser desplazados por el plástico:
“Estas famosas importaciones mundiales traen consigo una gran cantidad de plástico y desplazan completamente al artesano, pero a pesar de esto, subsistimos”.
En ese sentido, asevera que un factor que influyó en el boom de las catrinas fue el redescubrimiento de Frida Kahlo, “entonces todos empiezan a hacer catrinas y cartonería”.
Talleres en centro de bienestar de Xonaca
En la búsqueda por preservar y seguir difundiendo este arte, Víctor Montaño lleva a cabo el Taller de Cartonería Tradicional en el Centro de Bienestar Social (CBIS) de Xonaca:
“Nos hicieron la invitación para trabajar máscaras para la temporada de huehues. Ahí empezó a pasar algo muy interesante, el huehue que ya tenía un rato danzando, compraba regularmente o mandaba hacer su máscara de madera, la mandaba a tallar, le ponían ojos de vidrio dependiendo del dinero que tuviera, pero el resto de la comunidad empezaba con las máscaras de cartón”.
Señala que algunas máscaras de cartón se encolaban y olían mal:
“Es donde incorporo la tradición de la familia. Algunos trabajaban la ebanistería. Entonces, el blanco de España se agrega al trabajo de las máscaras para el acabado. La superficie es lisa y cuando pintas, es como pintar en estuco”.
Cuenta que la invitación para el CBIS fue para capacitar a niños y adultos:
“Les enseñamos toda la técnica para que hagan su máscara de cartón de buena calidad y de ahí me empiezo a enamorar del proyecto, porque es comunitario”.
Apunta que la sede era un restaurante, mismo que al cerrar se convirtió en un sitio donde se concentraban personas en situación de calle y grupos delictivos, lo que orilló a los vecinos a tomar el inmueble.
“Lo empiezan a cuidar y hablan con el dueño, quien permite tener este espacio extraordinario, mantenido por la comunidad. Es un centro de desarrollo comunitario, aunque, obviamente, el carácter es el centro de bienestar social”.
Informa que a la par del trabajo de cartonería, se realiza un conversatorio en el que se cuentan historias del barrio, “que sirven mucho para que la comunidad se reúna”.
Muestra de ofrendas
En una mesa larga de trabajo, con algunos trozos de cartón y papel, se desborda la creatividad de expertos y novatos. Con sus manos forman figuras e imágenes tradicionales, una catrina, una calavera, personajes del barrio y hasta tones.
“Se trata de un taller donde chicos y grandes pueden poner a volar su imaginación”, afirma Víctor, quien anuncia que su ofrenda está dedicada a los seres queridos, familiares, amigos y médicos que perdieron la vida durante la pandemia.
“Las calaveras tienen en sus cabezas unas protuberancias que parezcan el covid-19, y estos trabajadores de la salud entran a los dominios de la muerte”.
Indica que durante esta temporada se tiene una exhibición que consta de cuatro ofrendas, las cuales se complementan con un evento musical, “todo perfectamente a distancia”.
Señala que a quienes trabajaron las catrinas se les pidió una caja para que la transformaran en un personaje: “Podría ser un catrín, una catrina, alguien del pueblo. Incluimos a personajes del barrio que ya se fueron pero son entrañables, por ejemplo, una tamalerita que siempre estaba con un perrito cerca de la olla de tamales. También enfermeras, porque hay muchas en el barrio”.
Otro personaje que se colocó fue un repartidor de refrescos, toda vez que en el barrio existió una embotelladora. También le hicieron su catrina a una mujer “de la vida alegre que existió, muy curvilínea, muy voluptuosa, para hacerle un homenaje a esos personajes que están en la memoria, en el colectivo, de la gente de Xonaca”.
Sobre el resto de las actividades, revela que los belenes para diciembre los realizan jóvenes junto con sus mamás y abuelos, “creando un vínculo bien interesante”.
Otra ventaja es que se realizan al tamaño de sus misterios, “de sus figuras, ya no es un nacimiento estándar que te venden de madera, sino que lo hacen al tamaño que requieren para colocarlo en un rincón o la sala”.
De igual forma, comenta que ha trabajado cenefas y en enero se elaboran máscaras y velas que se utilizan para el Día de la Candelaria, una fecha importante por la cercanía con la iglesia del mismo nombre y porque es el aniversario del centro.
Además, indica que se realizan máscaras para el carnaval o para los festejos de primavera, “luego saltamos a Corpus Christi, donde trabajamos panzones, lolas y nos vamos con los tones, no hacemos alebrijes; después catrinas y cierran con los belenes”.
Precisa que el ton es más propio, ya que en el caso del alebrije se trata de una artesanía contemporánea desde los años 50, mientras que el ton es ancestral: “Son los cuidadores según la cosmovisión prehispánica; entonces, se van a integrar en ese animal, en ese personaje”.
Agrega: “El carácter del alebrije es muy oscuro y el carácter del ton es más dulce, más suave. El tonalismo y el nahualismo van de la mano y, desgraciadamente, se diluyeron en este milenio y se tiene que hacer otra vez investigación para incluirlos”.
Aunado a lo anterior, evoca que antes los belenes se colocaban dando vista hacia la ventana: “Se trabajaba en grandes espacios, se le colocaban dunas, agua que corría, luces. Esa era la tradición”.
Aclara que la técnica es la misma.
“La pulpa se hace a través de una molienda y se va trabajando como una escultura y hay otra que es a través del empapelado, generas figuras de carrizo y las vas forrando con papel haciendo un tejido. Aquí es de mucha imaginación”.
Asimismo, expresó que se fabrican judas y llevan a cabo su quema, aunque este año se interrumpió junto con otras actividades por la contingencia sanitaria.
Por último, indicó que la cartonería requiere de mucha paciencia, porque se tiene que esperar a que fraguen las cosas, no obstante, agradece el aprecio de este trabajo por parte de la gente.
mpl