A los dateros del covid-19 dos males los alentaron a asomarse a Twitter y esclarecer las cifras de la pandemia: la errada comunicación del gobierno federal y la narrativa del miedo que se alienta desde las redes sociales así como un sector de la prensa.
Otras peculiaridades de esta suerte de dateros del covid-19 es que informan con regularidad, no inmiscuyen la politiquería en sus interpretaciones numéricas, no colaboran para ningún medio y nadie les paga por analizar las complejas bases de datos. Pido disculpas por no incluir a las dateras en esta historia: no tuve éxito para contactarlas.
Después de leer a Camus retomé Twitter: @mario_campa
Mario dice que todo empezó en WhatsApp, cuando compartía gráficas a sus amigos y éstos lo presionaban para la actualización diaria del contagio pero yo creo que la decisión tomada por Mario para traducir diaramente los datos del covid-19 y animarse a retomar su cuenta en el mundo tóxico de Twitter y hacer públicas las gráficas que distribuía entre sus amigos por el 'Whats', también es consecuencia de otras circunstancias: de que su padre sea pensionado del ISSSTE y Mario siempre defienda a la salud pública; de que, muy al principio de la cuarentena, Mario no encontrara estadísticas oficiales ni de los estados del país; de que leyera notas periodísticas que tergiversaban términos o que mentían como si fuese un género periodístico; y es consecuencia de que volvió a hojear a Camus y reflexionó sobre el rol que debía jugar en la pandemia.
“La desinformación genera ansiedad y miedo, (así que) después de leer a (Albert) Camus retomé Twitter, con sus reservas, y empecé a publicar mis gráficas”, me platica Mario al otro lado del celular. Es viernes 29 de mayo. “Las primeras fueron comparativos de América Latina, luego ya tenía más de cien hojas de Excel”.
Mario habla con el inconfundible acento sonorense. Tiene 33 años. En las mañanas da clases por Zoom, es docente del Tec de Monterrey. En las tardes se conecta a una empresa en Nueva York donde trabaja como analista económico. Al terminar, lee las noticias, mira la conferencia diaria de las 7 de la noche, baja la base de datos, interpreta las cifras que le interesan (tendencia en los estados, comportamiento de las defunciones), revisa sus gráficas con otros dateros y las publica. Sólo entonces termina de preparar su clase del día siguiente.
—Ha habido temas controversiales —le digo—: las pruebas rápidas, la cifra de muertos, la eficacia de los modelos matemáticos…—Todos los modelos fallan porque están construidos sobre supuestos —responde— pero tampoco hay que ver como una falla que el pico de la pandemia en México no se haya registrado en abril, ni a mediados de mayo, como lo auguraba el gobierno, porque en ese tiempo se pudieron comprar los ventiladores a China y a Estados Unidos.
Sobre las pruebas rápidas, dice:
“México no tiene la capacidad financiera ni la capacidad humana para aplicarlas a toda la población. Si las hubieran aplicado, hubieran salido muchos positivos, el sistema público de salud hubiera colapsado y la gente grave no hubiera alcanzado ni siquiera una cama. Por eso el gobierno basó en tres ejes su estrategia: el distanciamiento social, la expansión hospitalaria y las conferencias de las 7 de la noche, que han sido muy criticadas, pero ofrecen datos y no son encabezadas por el Presidente, como sucede, por ejemplo, en España, donde Pedro Sánchez responde dos preguntas y se va”.
Sobre la cifra de muertos, dice:
“En ninguna parte del mundo se sabe el número real de muertos: ya sea por errores del sistema de salud, porque no contabilizaron a cierta población, había un desconocimiento de cómo registrar las causas de muerte, porque los datos del registro civil pueden estar alterados, porque gente murió en su casa y nadie los atendió. En España, los medios hablan de más de 42 mil muertos, el gobierno dice que son 29 mil y el comité de revisión ha rebajado dos mil por neumonía atípica. Quizá en México tardaremos dos o tres años para saber un número más exacto, así como sucedió con la influenza H1N1”.
—¿Y qué es más importante: la tasa de mortalidad o de letalidad?
—La de mortalidad. La letalidad, además de ocasionar pánico, habla más de un sistema de salud deficiente, de la falta de respiradores, o de las condiciones en que llegó el paciente al hospital. La mortalidad te deja ver la magnitud.
—¿Y a qué deberíamos de prestarle atención?
—A la tendencia del contagio y a las camas disponibles.
Cuando nos despedimos, Mario me dice que todavía no cree que le sigan la pisada periodistas, políticos, médicos y funcionarios.
Se ha perdido el sentido de la humanidad al solo ver a los muertos como un número: @MonsieurQFB
Cada vez que Israel Gómez sube alguna gráfica relacionada con el covid-19, sabe que no puede dejar de parpadear. “Lo hago para mantenerme alejado de los dimes y diretes”, me dice Israel el domingo 31 de mayo por la tarde. Esos dimes y diretes, infiero, son entre la oposición y la 4T. “Incluso he borrado tuits que se han malinterpretado”.
Que Israel se empeñe a guardar las distancias es porque viene huyendo de las noticias alarmantes. “Eso me generaba mucho estrés”, me dice. “Así que me senté para analizar los números y crear otra forma de comunicación”.
—¿Y qué viste al principio en la base de datos?
—Aprendí el proceso que hay detrás de cada caso registrado, de cada defunción, de cada cama ocupada y fui entendiendo que hay diversas formas de explicar lo que se comunica. Sí, sí hay muertos y ya se sabrá si el covid-19 fue el detonante. Creo que se ha perdido el sentido de la humanidad al solo ver a los muertos como un número, en lugar de saber qué hay detrás de cada uno: su contexto.
Israel tiene 28 años, vive en el Valle de México y estudió Química Farmacéutica donde aprendió a manejar técnicas de Biología Molecular. En sus años en la Facultad de Química, le tocó reunir víveres para damnificados por desastres naturales por medio de sociedades estudiantiles de la carrera. Trabajaba en un proyecto sobre el Bioterrorismo, pero hace tiempo lo cambió por las epidemias. Hoy, en su TL, uno puede enterarse de la mortalidad y letalidad que deja a su paso el covid-19, los casos diarios por estado, avances de la vacuna o de algún medicamento y hasta estudios sobre la eficacia de los cubrebocas y otras medidas no farmacéuticas.
—¿Y tú qué piensas de las pruebas rápidas?
—Es un tema amplio, y su utilidad está en que pueden contestar algo. Si sólo se proponen sin fundamento, son como la persona que te ofrece algún jugo para bajar de peso. Ahora con diversos estudios que han salido sabemos más cosas. Y por eso le propuse por Twitter a Ricardo Cortés (director general de Promoción de la Salud), que si se podría considerar un sistema de serovigilancia basado en la sangre de donadores altruistas para conocer una posible proporción de personas que pudieron estar infectadas. Evaluarán la capacidad técnica de las pruebas y ojalá los resultados sean favorables.
Antes de seguir, Israel tiene una preocupación: la 'nueva normalidad'. “Entiendo que se necesita mover la economía del país, pero la gente no debería de tomarlo como que aquí no pasa nada; la pandemia no se ha acabado y hay posibilidades de un rebote. El gobierno tiene que hacer un llamado a no salir”.
—¿Algún dato que te haya llamado la atención?
—Que las diferencias de los números que reportan los estados al gobierno son por muchas razones. Por ejemplo, mucha gente del Estado de México se atiende en Ciudad de México.
—¿Y algo que te preocupe?
—Que a las zonas rurales están llegando audios donde se les mandan noticias falsas, a tal grado de que no están permitiendo sanitizar. Estos audios, además, han generado violencia.
—La prensa compara a México con España, con Brasil, con Estados Unidos…
—Me viene a la mente un artículo donde analizamos los estados de California y Wyoming. California está más interconectado, tiene mayor densidad poblacional y una epidemia es más fácil de propagarse, pero podría decirse que la controlaron, a diferencia de Wyoming.
Le digo que todo tiene su final y quizá un día él deje de publicar información sobre el covid-19. Luego le pregunto:
—¿Extrañarás los 20 minutos que usas al día para actualizar tus gráficas?
—Un día se fue la luz y no subí nada.
Supongo que no le será difícil dejarlo.
Cuando el INEGI publique las estadísticas de mortalidad, se podrá analizar el número de defunciones no registradas: @Baruch
Al principio, los datos a nivel municipal no eran accesibles. Hicimos un esfuerzo colectivo en redes y se logró que las autoridades de salud abrieran la base de datos de covid-19. Esos días recibí algunas llamadas de periodistas que me preguntaban dónde estaban los errores y si se podía saber de qué tamaño era el número real de muertes. “En esta base de datos no se puede encontrar el subregistro de muertes que están buscando”, le contestaba a cada uno. Les explicaba que la fuente confiable para medirlo son las estadísticas de mortalidad a cargo del INEGI, que por lo general tardan un año publicarlas, también les sugerí que podrían revisar los certificados de defunción.
Pasados los días, salieron publicaciones sobre el número que todos buscaban: los casos y defunciones que no registraba el gobierno. En mi opinión, en el caso de El País y del Wall Street Journal, los reportajes tuvieron una metodología clara y, con sus estimaciones, se aproximaron a la cantidad de casos que se escapan de los datos oficiales. Caso diferente fue la nota del New York Times, que se basó en una tabla de datos sobre defunciones en Ciudad de México, una tabla que nadie pudo consultar, y que compiló las opiniones de personajes que se han caracterizado por el golpeteo político durante la pandemia.
"Se generan demasiados datos y abundan las malas interpretaciones de las gráficas"
Desde entonces, la prensa nacional ha publicado diversas metodología sobre Ciudad de México para estimar el subregistro de las muertes. Estos trabajos son importantes para monitorear desde distintas perspectivas el impacto de la epidemia, pero en muchas ocasiones los resultados han sido mal comunicados por algunos comentaristas. En una nota, por ejemplo, se estimó el aumento de 8 mil muertes en la Ciudad de México con respecto a años anteriores, incluyendo todas las causas de muerte, pero algunos interpretaron y replicaron la idea de que estas 8 mil muertes eran únicamente por covid-19. Como dije, cuando el INEGI publique las estadísticas de mortalidad, se podrá analizar el número de defunciones no registradas por covid-19. Hoy no se puede saber de manera directa, sólo por estimación.
Estamos en un momento donde se generan demasiados datos y abundan las malas interpretaciones de las gráficas y de mapas de manera deliberada. Hace un par de días me habló un familiar: “Hoy hubo muchos muertos”, me dijo bien asustado. El mensaje que había recibido era que en las últimas 24 horas habían fallecido 501 personas. Le expliqué que dichas defunciones no habían ocurrido en ese día, sino que se distribuían en varios días atrás, pues los resultados de las pruebas tardan en llegar para confirmar los casos. No deja de ser grave y lamentable la situación en la que vivimos, pero la narrativa de los datos es incorrecta y fomenta el terror en la población.
Una de las razones que me motiva a analizar los datos es generar un contrapeso a estas narrativas que causan miedo de manera infundada.
Desde una perspectiva geográfica analizo los datos de la base a nivel municipal en busca de patrones territoriales y entender cómo se ha dispersado la enfermedad en el país. En los mapas que he generado se muestra cómo, en un inicio, sólo se registraron casos en zonas urbanas grandes en el centro del país, en zonas turísticas en el sureste y en zonas fronterizas en el norte. Conforme pasaron abril y mayo, la propagación se extendió a los municipios vecinos y, poco a poco, se han registrado casos en más de 60 por ciento de los municipios del país.
Como la propagación del covid-19 está asociada a la movilidad de las personas, mi hipótesis es que en todos los municipios del país se va a registrar al menos un caso. No existen territorios tan aislados que impidan la interacción con pueblos o ciudades vecinas. Hay que prestar atención a las zonas que por décadas han sido vulnerables y que hoy tendrán muchas dificultades para enfrentarse a la pandemia.
Necesitamos estar atentos a los datos que se comparten en las redes sociales antes de amplificar la información. La mayoría de los contenidos que circulan traen mucha carga política: todos los partidos están campaña electoral, incluso algunos han repartido cubrebocas con sus colores institucionales. Tenemos que hacer a un lado el ruido político para informar de manera objetiva, sin suavizar ni exagerar los datos sobre la enfermedad. Lo más importante ahora es salir de la emergencia y evitar el mayor número de muertes posible.
jlmr