Un antojo predilecto en el paladar poblano es la cemita, pues sus ingredientes y tamaño la han convertido en uno de los platillos referenciales; por ello, no te puedes perder el Festival de la Cemita 2023.
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¿Cuándo y dónde será?
El evento culinario que reunirá a más de 50 expositores llegará del 28 de abril al 1 de mayo en la explanada del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (CENHCH), sobre el bulevar 5 de Mayo.
Costo y horarios
Para esta quinta edición, la entrada es completamente gratuita, mientras que las cemitas, se espera que vayan de los 70 pesos en adelante, costo que depende del tamaño e ingredientes; asimismo, durante los cuatro días, podrás acudir en horario de 9 de la mañana a 10 de la noche.
¿Qué es la cemita?
La cemita es un pan blanco típico en el estado de Puebla, el cual contiene harina de trigo, agua, leche, huevos, levadura, mantequilla y sal. Son panes redondos, de tamaño mediano, un poco aplastados.
Se caracteriza por una especie de «nudo» encima o un corte en su figura que cubre toda su circunferencia y que es justamente donde se le realiza la tajadura con el cuchillo para dividir al pan. Su corteza es dorada, crujiente y decorada con ajonjolí.
Hay algunos productores de este pan que lo hacen con harina de salvado, lo que se puede constatar en la parte baja. Esta versión se cuece en horno de ladrillo y se le conoce como “cemita de piso”.
A las clásicas les ponen aguacate, rebanadas delgadas de queso de vaca, hojas de pápalo, cebolla y chiles al gusto; principalmente chipotle encurtido en piloncillo, por lo que son dulces.
La cemita en la historia
En el libro “En busca de la cemita perdida”, de la autoría de Esperanza Toral, se destaca que la cemita es eminentemente ibérica y es el resultado de dos variedades de pan que durante el Virreinato la ciudad de Puebla entregaba como tributo a la corona española.
Se trataba entonces de un bizcocho de sal, largo y duro, similar a la baguette y del panecillo más económico, elaborado con harina oscura, destinado a los más pobres, llamado pan basso, conocido actualmente en México como pambazo.
Estos panes lograban conservarse en buen estado hasta por seis u ocho meses, por lo que se elaboraban principalmente para la flota y tripulación que navegaba a España y Filipinas. Se hacían con distintas clases de harina que provenía de Atlixco, entonces el “granero de la Nueva España”.
En Puebla, un dueño de panadería en la época colonial, conseguía una merced de agua; esto es, la manera de proveerse de agua de cañería, pues la de canoa no podía utilizarse para hacer pan. Ponía el local, en el que solía vivir en los altos, con su familia y en los bajos se ubicaba el amasijo y el horno.
Se menciona que el nombre de este singular platillo tiene su origen en el pan ácimo o cenceño, que preparaban los judíos a la llegada de la Pascua.
CHM