Día de Muertos. Covid-19 marca celebración: Merlo

Para el historiador Fabián Valdivia Pérez, la pandemia reforzará la tradición de recordar y de celebrar a los muertos.

Es fundamental que la flor de Cempasúchil aparezca en las ofrendas de los poblanos. (Melanie Torres)
Jaime Zambrano y Rafael González
Puebla /

La celebración de los muertos inicia este 28 de octubre hasta el 2 de noviembre, fechas que son especiales y que permiten recordar a los seres queridos que se adelantaron, entre ellos, quienes fallecieron por covid-19.

El arqueólogo Eduardo Merlo, asesor cultural de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep); y el historiador, Fabián Valdivia, coincidieron en que debido a la pandemia del covid-19 no se permitirá, en la zona metropolitana, acudir a los panteones, pero la tradición se arraigará más como sucede con las contingencias.

De acuerdo con las tradiciones, el 28 de octubre se recuerda a las personas que murieron en un accidente; el 29, en el marco del día dedicado al dios Tláloc, a quienes fallecieron ahogados; el 31 de octubre a las personas que viven en el limbo o que no fueron bautizadas; el 1 de noviembre, a los santos mártires; y el 2 de noviembre a todos los fieles difuntos.

El historiador de la Upaep, Eduardo Merlo, destacó que, aunque este año, no se podrá acudir a los panteones, los poblanos recordarán a sus difuntos en casa como sus recursos lo permitan.

“Los muertos se reciben a partir de este 28 y se despiden, a veces, más allá del 2 de noviembre. Es la fiesta más antigua que tenemos”, apuntó Merlo Juárez.

Durante la mesa virtual para analizar la tradición del Día de Muertos, organizada por la Upaep, el arqueólogo recordó que, en las culturas prehispánicas, se recordaban a los muertos en dos fechas; sin embargo, los españoles buscaron desaparecer la tradición y al no poderlo hacerlo, determinaron que el 2 de noviembre se dedique a todos los fieles difuntos.

“La fiesta de muertos nos identifica, aunque estemos en pandemia. Estamos en el inicio de la gran fiesta de los muertos. En el mundo prehispánico había dos fiestas. Desde sus orígenes, es una fiesta de cosecha. En cuanto se recogieran los primeros frutos, se recordaba a quienes enseñaron la técnica para los cultivos. Antes, en agosto, se comenzaba la fiesta. Los evangelizadores, hicieron lo posible por desaparecerla, pero no pudieron y la pasaron hasta las fiestas de Todos los Santos el 2 de noviembre. Antes, las fiestas eran de cinco días, agasajando a los visitantes. Los muertos son nuestros invitados de honor”, explicó Merlo Juárez.

Resaltó que, aunque los poblanos no puedan acudir a los panteones, una ofrenda en casa, será ideal para recordar a los seres queridos que se adelantaron en el camino.

De acuerdo con los especialistas, el culto a los muertos era una celebración de vida para los aztecas, una forma de sentir cerca a los seres queridos. A diferencia del catolicismo, para nuestros antepasados el lugar a donde iban los muertos no dependía de cómo se hubieran portado en vida, sino de cómo habían muerto.

Por ello, Tlalocan (paraíso del Dios de la Lluvia) fue destinado para los ahogados, Omeyacan (paraíso del sol) para los que morían en combate o mujeres en el parto, Chichihuacuauhco para los niños y Mictlán para los que morían de forma natural.

Por su importancia y preservación, el ritual realizado en el Día de Muertos fue catalogado en el 2008 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

mpl

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