El termómetro del celular marcaba 26 grados, cruzaba la Condesa, de Insurgentes a Mazatlán, bajo groseros rayos de sol. Mi bolsillo vibraba y yo de reojo veía las notificaciones: “Murió un repartidor de Uber atropellado en la CdMx”, reportaba un compañero. Tristes líneas, fuertes imágenes y súbita realidad; me asfixiaba con el calor encima y la pandemia a cuestas: un cubrebocas como presente y recordatorio.
Caminé hacia Fernando Montes de Oca y llegué. Las lonas rayadas en verde y blanco advertían su presencia: Nevería Roxy. Letras rojas resaltaban sobre la neutralidad luminosa del color. Nieves, helados y bebidas de múltiples sabores constituyen su menú, el cual se inserta en el contexto atemporal colgado de la estructura que permite protegerse de la intromisión estelar, radiante, luminosa (y dañina).
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Desprendí la tira que se aferraba a mi oreja. El viento se sintió con un poco más de intensidad, refrescaba mi rostro, recorría mi espalada y pasaba, inadvertido, por mi pecho; seguía su andar. Introduje una cucharada de nieve de zapote en mi boca y mientras se diluía en mi lengua, el tiempo daba una tregua.
Los ruidos citadinos disminuían, la acera –roja– se vaciaba por un momento, los motores cesaban sus apresurados rugidos… familias disfrutaban de la paz de otra vida, una menos atareada, veloz y compleja, una sin gadgets y con plática, una que sobrevive a base de sabor y tradición.
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Su historia comenzó en Guadalajara, siendo la memoria el móvil de su creación: “Nuestras nieves y helados nacen en el Cine Roxy de Guadalajara gracias al recuerdo que Don Carlos Gallardo tenía de la nieve de limón de color blanco que compraba cuando era niño en la Barca, Jalisco”, relatan en su sitio web.
Sin embargo, fue hasta 1946 que abrieron las puertas de su primera sucursal en la Ciudad de México, un negocio que no se limitaba a las nieves y helados, pues el espacio comenzó como una fuente de sodas que ampliaba la experiencia de los comensales.
La barra y Don Carlos Gallardo eran uno mismo, él despachaba mientras Doña María Luisa Rubio preparaba las nieves, helados y mermeladas, “cuya inspiración y dedicación sentaron las bases de lo que actualmente es la Nevería Roxy”.
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Hoy la Nevería Roxy cuenta con ocho sucursales: Condesa Mazatlán (la matriz), Condesa Tamaulipas, Lomas, Polanco, Pedregal, Santa Fe, Centro Histórico, Acoxpa y Cineteca Nacional. En cada una de ellas se pueden probar sus múltiples opciones, que van las tradicionales nieves al “Arlequín”, la Banana Split y la Coca flotante.
Las sucursales están decoradas con estilo retro, como de los años cincuenta, cuando recién llegaban los señores Gallardo a la Ciudad de México, por ello las Neverías Roxy son una tregua del tiempo, un refrescante oasis en medio de la caótica primavera.
DMZ