El ex convento de San Francisco de Asís del municipio de Amozoc, Puebla, además de ser considerado patrimonio histórico nacional por su construcción, resalta porque dentro de él se vivió una leyenda que ha trascendido a otras culturas: El Rosario de Amozoc, que le ha dado fama a este lugar; y también porque ahí fusilaron a cuatro cristeros el 12 de julio de 1927.
José de Jesús Benjamín Ponce, cronista de la comunidad, señala que en el ex convento, ubicado en el centro de esa comunidad, se puede valorar todavía la gran obra arquitectónica que hicieron quienes la construyeron de 1569 a 1585, así como los aportes de quienes fueron sus guardianes en años posteriores, como el retablo diseñado en tercera dimensión. “Es un estilo (arquitectónico) austero, pero atractivo para los visitantes”.
Indica que el inmueble, que se secularizó en 1740, consta de una nave con ábside cuadrangular, mismas que fue remodelada en el siglo XVIII, cuando le pusieron bóvedas. De igual forma, apunta que aún quedan vestigios del portal, de la capilla abierta y del aljibe en el lado norte del templo.
Sin embargo, el cronista lamenta que éstos se han perdido entre construcciones modernas, así como al hecho de que se haya perdido parte del predio original por ventas posteriores. Menciona que durante la remodelación se formó un claustro rectangular de dos pisos y se hizo un convento de dimensiones medianas.
Precisa que el claustro manifiesta cierto carácter renacentista por sus galerías con arcadas de medio punto y que los amplios corredores fueron techados con viguería apoyada sobre grueso baquetón o carrera, también de madera muy notable, que repitió el motivo del cordón franciscano.
Arquitectura religiosa franciscana
En la actualidad el convento está a cargo de la orden seglar franciscana, que trata de preservar esta edificación del siglo XVI. Al hacer un recorrido por el inmueble, el cual recientemente fue remodelado por personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) debido a las afectaciones a causa del terremoto del 19 de septiembre de 2017, muestra el atrio donde ya no existe una cruz atrial, es decir, la original, misma que fue suplantada por una muy sencilla de madera.
“La cruz se donó en 1989, que es la que ocupan para las siete palabras. Como la original ya está un poco deteriorada, muy vieja, nos propusimos donar la cruz para que en el trascurso de las siete palabras, (donde) Jesús agacha la cabeza, (que) es cuando muere, (se emplee)”. Añade que está realizada en madera de sapote mamey: “Está muy pesada, entre seis gentes no la cargan. Tuvimos que ir a tirar el árbol para sacar la viga para hacer esa cruz. Tardamos nueve meses para que secara y poder realizarla”.
También muestra que el altar mayor se realizó con madera de ciprés, lo cual, remarca, no es casualidad ya que esa madera emana un lindo aroma. De igual forma, apunta la pila bautismal, la cual supone es la original y está hecha en una sola pieza.
Asimismo, presume las pinturas que se encuentran al interior, en especial, elogia un retablo donde se reproduce una última cena, ya que está hecho en tercera dimensión motivo por el cual los ojos de las imágenes de Jesús y los apóstoles pareciera que siguen el desplazamiento de los visitantes.
“Para donde se mueva lo van a seguir de frente con los ojos. Cuando realizaron ese lienzo no existía la tercera dimensión, que ellos de sí armaron así esa pintura”. Da a conocer que sus creadores fallecieron hace más de 45 años y “ya murieron muy ancianitos, de 90 y tantos años (...) La obra fue realizada por Pablo López Galindo en marzo 2 de 1930, por lo que tiene 91 años. Domingo López Rojas, entonces era el mayordomo primero y Guiyermo (sic) Sánchez Galindo, el mayordomo segundo”.
Otra de las imágenes que cita es la de san Francisco de Asís, la cual está realizada en madera de árbol de capulín: “También es muy viejísima. La imagen es la original que tenían los franciscanos”.
Apunta que había varios retablos pero desconoce cuál será su paradero:
“Tal vez estén guardados, porque estaba en remodelación esto”. Añade que varias de las obras fueron realizadas por los hermanos López: “Esos señores fueron los que hicieron los retablos y otros más que existen son pinturas que datan de 100 años”.
Orígenes de otros ex conventos
Durante la visita, destaca que este convento es similar a los que están en Cuautinchán, Tepeaca, Acatzingo, Tecali de Herrera y Puebla: “Se maneja mucho que están o estaban hasta conectados por pasajes o túneles subterráneos”.
Al recapitular precisa que en Tepeaca el convento se construyó entre 1559 y 1593; el de Acatzingo, comenzó a construirse en 1529; el de Tecali se concluyó en 1564; el de Cuautinchán, en 1590; y el de Tecamachalco, en 1589.
Acota que la orden franciscana llegó a la Nueva España en 1523 y seis años después comienzan su labor evangelizadora en estos valles poblanos.
“Todos los templos franciscanos que existieron en esa ruta son similares en el tipo de construcción, por ejemplo, el templo de San Francisco, que está en Puebla, es similar a este. El de Cuautinchán y el de Tepalcingo son similares porque son conventos franciscanos. Antes, los que vinieron a evangelizar a los mexicanos fueron los franciscanos y dominicos”. Sin embargo, asevera que en la entidad son pocos los templos dominicos.
Expresa que el de Tecali ya está en ruinas:
“Ya nada más están los puros paredones, se cayeron los techos y nunca más lo han restaurado. Existen solos las ruinas. La construcción viene siendo parecida”.
Añade que esa similitud tal vez se deba a que compartieron sus conocimientos y con la ayuda de la indiada construyeron sus conventos. Respecto a la leyenda que alberga narra:
“Hace varios años iban en una procesión. Había una señora que era la líder de las rancherías, en especial, de aquellos pobladores que tenían una menor cultura, puesto que no hablaban bien el español”.
Refiere que “de apodo le decían La Culata y como en la letanía del rosario la decían en latín y la gente no sabía bien qué significaban las palabras, en lugar de decir “Madre inmaculada” decían “matter inmaculata”.
Entonces eso dio inicio a que la señora se ofendiera porque creyó que la gente decía: ‘maten a la Culata’. Ahí fue el inicio del problema del Rosario de Amozoc. Se golpearon los que iban en la procesión hasta con los faroles. Por eso es bien conocido: ‘No vayas a terminar como el Rosario de Amozoc’, porque acabó en un problema muy fuerte, hubo heridos y tal vez hasta difuntos”.
Advierte que en la parroquia existe una placa y una estatua en homenaje al padre Bernardino de Jesús Flores, quien fue el párroco que más tiempo estuvo en el cargo y falleció en el sitio: “Se sepultó acá. Él era de Tlaxcala, pero ahí donde está el monumento fue donde fusilaron a los cristeros”.
Para redondear su idea, guía a donde se encuentra la placa en la cual se puede todavía leer: “Viva Cristo Rey. Fortunato López, Filomeno Valencia, Miguel de Yta Lima y Juan Carlos Gasca. Compartieron la muerte con Jesucristo y así esperan la resurrección. 12 de julio de 1927”.
Señala que con el paso del tiempo se han ido perdiendo los datos precisos ya que en el municipio hubo más cristeros que perdieron la vida por defender su fe. “Solo recuerdo los apellidos de algunos, como los señores Gaona”. Cuenta que en esa época al cerrarse los templos, los fieles católicos tuvieron que ir a los cerros a esconderse.
“Y cuando los agarraba la Federación, los bajaban y fusilaban. En esa época no salían las procesiones, por eso se instituyó una congregación que se llama el Paso de los Arrieros, que veneran al padre Jesús y tiene como símbolo el santo crucero que vino de España y traía unas astillas de la cruz original en la que crucificaron a Jesús. Nada más que con el tiempo se deterioró y se hizo otro santo crucero, ése era simbólico, como no podían sacar imágenes, con eso hacían las procesiones en la semana santa y existe (a la fecha) el grupo ese, se llama el Paso de los Arrieros, que venera a padre Jesús y sale el jueves santo por la mañana”.
Detalla que esta congregación tiene mayor actividad cada Semana Santa en el sermón de prendimiento, la procesión y la música con la que salen a repartir la cera a todas las casas.
“Acompañados de una trompeta, con esa cera tienen que salir a la procesión alumbrando a la imagen de Jesús hasta el viernes santo cuando terminan las tres caídas”, concluye.
mpl