Pedro Pardo, de las calles de Puebla a fotoperiodista internacional

Pedro Pardo, dos veces ganador del World Press Photo, máximo galardón internacional en el fotoperiodismo, aún recuerda sus días cubriendo ruedas de prensa en el centro de Puebla, de donde salió hace varios años para conquistar el mundo.

Pedro Pardo, dos veces ganador del World Press Photo. (Andrés Lobato)
Andrés Lobato
Puebla /

El dos veces ganador del World Press Photo, máximo galardón internacional en el fotoperiodismo, aún recuerda sus días cubriendo ruedas de prensa en el centro de Puebla, de donde salió hace varios años para conquistar el mundo.

Frente a sus ojos han desfilado las más cruentas escenas de violencia en la tierra caliente guerrerense, pero también el éxodo de los migrantes centroamericanos en su recorrido de Chiapas a Tijuana, influido por la literatura, la música y los movimientos sociales, se metió al periodismo para mover consciencias, pero también viajar y conocer otras culturas.


Los inicios

Fue en las visitas a los amigos de su madre que Pedro pudo conocer al fotógrafo francés Alain Cordier, quien lo invitó a su cuarto de revelado, cuando tenía 8 años. “Me asombré al ver la magia del nacimiento de una fotografía al imprimirse tras revelarla. En casa teníamos una cámara que usaba para tomar fotos imaginarias, porque no tenía rollos, así pasé la infancia, fotografiando en lo imaginario.”

Pardo decidió estudiar en la Escuela de Artes Visuales, donde tomó clases de fotografía pero tenía un grupo de amigos “quienes me contagiaron la pasión que requiere ser fotógrafo de prensa, porque no es cualquier profesión”.

“Encontré la oportunidad en los periódicos gracias a Rodolfo Pérez en el extinto Universal de Puebla, quien me aceptó como voluntario. Tras una plática, sacó algunos rollos de su mochila y me dijo ‘pues mañana a ver qué haces’, y me mandó a una rueda de prensa de Protección Civil en Ciudad Universitaria. Me fui en bicicleta y en el trayecto me encuentro a un tipo tirando con un rifle de diábolos en la calle; le pido permiso de hacer unas fotos y acepta, luego seguí a mi evento. Al regresar mi jefe se fijó más en las otras tomas que en el evento. Me preguntó ¿qué es esto? le conté y al día siguiente lo publicó en primera plana. Así se dio mi ingreso a la prensa.”

“A llegar la quincena, se acerca el jefe a decir que ya podían ir a cobrar, entonces yo me despedía y me dijo: ‘No, tú también, sube a cobrar, estás contratado’. Me quedé asombrado, ¡iba a hacer lo que me gustaba y me iban a pagar, fue fabuloso!”.

Sin embargo, Pedro tuvo que dejar el Universal de Puebla, porque lo asignaron a cubrir sociales, donde desistió pues no era lo suyo. Migró a Ciudad Juárez, donde trabajó en varios oficios durante un par de años para comprar un buen equipo.

Al volver a Puebla encontró espacio en otros medios pero la estancia fue breve, pues los vientos lo llevaron a Tlaxcala, donde se incorporó a “La Jornada”, grupo editorial que seis años más tarde lo invitó a su plaza en Guerrero, donde trabajó nueve años. Ahí encontró la fotografía que le valiera el primer premio en el World Press Photo 2012, lo que significó un cambio pues trabajó con mayor frecuencia para la agencia francesa AFP, quien en 2016 lo vuelve parte de su plantilla oficial en Ciudad de México.


Ante el dolor y la violencia

“Las escenas violentas no sólo impactan a los fotógrafos, la violencia tiene un impacto para toda la sociedad. Uno cree que es fuerte y puede tener ese manejo emocional, pero las cosas al tiempo van cambiando. Muchas veces digo que uno debe de mirar como lo hace un doctor en el quirófano, donde las escenas también son violentas. La prensa reclama tener esa preparación psicológica (...) al final tu vas descubriendo cosas dentro de ti que no son normales, y pueden terminar en enfermedades de orden emocional. El fotógrafo está muy desprotegido en esos entornos donde la vida cotidiana es la violencia y no tenemos una contención emocional, no hay un soporte que te ayude a sobrellevarlo”.

Pedro encontró ese soporte en la colectividad con otros fotógrafos de la misma generación, quienes escuchan sus dolencias y se dan ánimos, pero también analizan sus errores durante las coberturas, los cuales les pueden costar la vida.

“¿Qué es hacer fotografía?”, se le pregunta: “Para mí hacer fotografía se inspira en la literatura, particularmente en Molière, que con su teatro satírico daba elementos correctivos a la sociedad, señalando sus defectos, como la avaricia o la mentira, confrontándolos con esa realidad para así transformar su comportamiento”.


La mirada en la migración

Pedro es un migrante en sí mismo, por eso dio seguimiento a la Caravana Migrante desde su llegada a Chiapas, hasta el intento fallido de entrar a Estados Unidos por Tijuana. “La historia de la humanidad se cuenta a partir de las migraciones en el pasado, el presente y seguramente en el futuro.”

Al preguntarle su experiencia tras de la lente aquel 25 de noviembre de 2018 en Tijuana, cuando hizo la foto que le valió el tercer lugar en el World Press Photo 2019, Pedro Pardo narra una escena de caos tras una manifestación de migrantes, quienes rompieron los cercos policiacos e intentaron cruzar a San Diego, California.

“A mí me toca seguir a un grupo que sortea el río Tijuana, después San Ysidro y luego se va paralelo al muro fronterizo por dos kilómetros. Los personajes que vemos en mi foto no es una familia como se pensó, es un niño, llamado Kenat de 12 meses, que está siendo retornado, tras haber intentado cruzar y la border patrol les aventó gas lacrimógeno. El padre intentó cubrir su cara para que no lo respirara y el niño inquieto se descubre pero la madre lo toma, lo lleva al muro y le pide a la señora que estaba en la parte de arriba, que lo cruzara de éste lado, de México.”

A decir de Pedro, “a pesar de que en la foto se ve todo tranquilo había un escenario muy caótico, eran cientos de personas haciendo lo mismo, fue difícil particularizar las historias, pero esta foto lo logra cuando reconozco al niño que iba con dos personas en el albergue Benito Juárez, de Tijuana y les pregunto si conocían a los padres que estaban en la foto y me dicen: No, no son ellos, los padres somos nosotros y ahí fue donde me narraron los hechos”.

MPL

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