El condominio en el que el Nobel de Literatura, Octavio Paz, tuvo los momentos más creativos en México, donde escribió algunas de sus obras emblemáticas de poesía y ensayos que le valieron el máximo galardón de las letras en 1990.
El primer inmueble en copropiedad reconocido en la Ciudad de México y obra del arquitecto Mario Pani… ¡se está cayendo a pedazos por un pleito de vecinos!
No es un desplome dramático, sino una degradación paulatina. Una filtración de agua por aquí, una fisura de paredes por allá; ya sea porque no hay quién limpie o porque los pisos se están cayendo, o puede que no haya presupuesto para pintura, que la azotea está encharcada y los mosaicos de los murales salgan volando a la menor provocación.
En pocas palabras: el que fuera un símbolo del México moderno está en problemas.
¿La causa? La falta de pago de cuotas de mantenimiento de algunos propietarios, cuya morosidad ha provocado un hoyo de 14 millones de pesos en las finanzas de Paseo de la Reforma 369, donde se instaló el poeta más famoso de México con su segunda esposa, Marie-José Tramini, a finales de los años sesenta, en los departamentos 104 y 105 de la Torre A.
Desde ese espacio rodeado de plantas trepadoras, macetas y árboles de hasta dos metros, Paz escribió o ideó, por lo menos, una treintena de ensayos, según la cronología del Instituto Cervantes, entre ellos, El Posdata (1970); Los hijos del Limo (1974); Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982); El peregrino en su patria: historia y política en México (1987), y Vislumbres de la India (1996).
Desde una mesa de madera rústica, sobre los pedazos de leños golpeados, el Nobel echó a volar la pluma mientras su esposa salía a pasear en una bicicleta amarilla por el corazón de la ciudad. Los versos, uno a uno, fueron formando poemarios como Renga (1972), Hijos del Aire (1979), Árbol Adentro (1987) o el Mono Gramático (1974), en prosa poética.
Muchos morosos con años de impago
Eran otros tiempos, aún no ocurría el incendio que quemó la mitad de la biblioteca del escritor en 1996 y por lo cual abandonó el edificio. El inmueble tampoco había entrado en la aguda crisis de adeudos que hoy se sobrepone a la nostalgia para entrar en los rudos caminos de las demandas legales, de los dimes y diretes, de las idas y vueltas ante la Procuraduría Social de la Ciudad de México.
“¿Por qué no pagan? Simple y sencillamente porque no quieren pagar. Tan solo en la Torre B tenemos seis demandas contra gente que debe y ellos siguen teniendo luz, seguridad, agua, todo lo necesario… y no pagan”, resaltó Juan José Aguilar, representante de Capital Soluciones Inmobiliarias, una empresa certificada que ha administrado el condominio en diversos periodos.
El inmueble está dividido en tres partes. La Torre A –donde se encuentran los departamentos donde vivió Paz– es habitacional; la Torre B es de oficinas y en la planta baja hay un corredor comercial abierto al público, donde hay cafeterías, restaurantes, despachos de a abogados, una papelería, una cerrajería y hasta un taller de costura de ropa para el gobierno.
El condominio lo integran 140 indivisos con 80 propietarios, de los cuales el 30 por ciento se rehúsa a pagar, según acusaciones de varios vecinos y la última administración que tiene una lista detallada de los morosos a la que tuvo acceso este diario.
Destaca el caso de una persona que no es propietaria pero ya acumuló 12 años sin pagar. Cuando la autoridad quiso notificarle que debía acudir a la audiencia por un juicio en su contra, se escondió para no ser notificado.
“En la torre de oficinas, hay cuatro despachos de abogados que deben tres millones de pesos”, resalta Juan José Aguilar, representante de Capital Soluciones.
Quienes sí han pagado las cuotas dicen que, con el saldo de los adeudos, se podrían solventar los tormentos del condominio y hasta devolverle su brillo histórico. Pero no todos tienen ese interés, como Elías Alberto Almendares, el rostro más visible de los morosos que ha convocado a asambleas de vecinos y quien no respondió a las solicitudes de entrevista de este diario.
¿Qué dice el gobierno de la ciudad?
En tanto, las autoridades de la capital del país, a través de la Procuraduría Social (Prosoc), analizan el embrollo que ya ha provocados gritos, empujones, amenazas y espíritus resucitados: en la lista de deudores incluso aparecía el mismísimo Octavio Paz, con una cuenta de deudas de mantenimiento por 924 mil 425 pesos con 58 centavos, que recientemente cubrió el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de la Ciudad de México.
¿Por qué el DIF? Arturo Rosique, director ejecutivo jurídico de la institución, quien es actualmente el albacea, explica a MILENIO que el DIF es la figura de beneficencia pública del Estado y por eso se determinó la responsabilidad.
Cuando Paz murió en 1998 dejó todo su patrimonio a Marie-José Tramini. Veinte años después, esta murió intestada y al no tener herederos, se inició un juicio que concluyó en septiembre de 2019. El Poder Judicial declaró heredero único y universal de los bienes al DIF de la capital mexicana.
El laberinto de los condóminos
El 22 de agosto de 2022 se venció el registro de la administración del condominio que estaba a cargo de Capital Soluciones Inmobiliarias. La compañía afirmó que el contrato no se renovó porque tenía que ser aprobado en una asamblea de condóminos, la cual no se realizó por las diferencias entre éstos y porque la Prosoc estaba en paro administrativo por esas fechas.
“Esto imposibilitó meter los documentos”, explicó José Alejandro Hernández, abogado representante, quien detalla el proceso de la controversia por la administración: el 7 de diciembre, los vecinos acusados de adeudar cuotas convocaron a una asamblea con el fin de sacar a la empresa administradora profesional y en su lugar poner a una administración manejada por los condóminos. La primera alertó a la Prosoc.
“Les dijimos, ¡aguas!, son morosos y por ello, según la ley, no pueden votar ni convocar. Pero aun así la autorizó la Prosoc”, detalla Hernández.
Omar Piña, titular de la Subprocuraduría de Derechos y Obligaciones de Propiedad en Condominio de la Prosoc Ciudad de México comentó en entrevista que se dio luz verde debido a una serie de razones técnicas que marca la legislación. Explica que, si bien un listado de morosos solo sirve para determinar la votación en una asamblea, el problema principal fue “que, en ese momento no había una personalidad jurídica que pudiera darnos la lista”.
El abogado Hernández señala que, según el Artículo 48 de la Ley de Condominio, cuando no hay administración, la instancia que toma el control es el comité de vigilancia, que en este caso estaba representado por Andrés Cosío, esposo de una propietaria quien le dio el poder legal para representarla.
“Aún así no lo reconocieron”, asegura José Alejandro Hernández.
Piña se justifica con otro artículo el cual señala que, cuando no hay administración, el comité de vigilancia debe convocar para nombrar otra administración en menos de un mes, en ese caso, antes del 22 de septiembre pasado. Y no se hizo. Por tanto, aclara:
“La Prosoc no va a acreditar a alguna de las dos y se tendrá que convocar a una nueva asamblea”.
Los participantes en esta asamblea deberán demostrar la propiedad, según la ley.
El subprocudor reconoce que este problema ha crecido porque hay muchas lagunas legales que deben atenderse para evitar estos problemas. “Ya se presentó una iniciativa” que aclare lo estipulado en las leyes de condominio, asegura.
A la postre, la Prosoc autorizó la reunión condominal el 7 de enero de 2023, que sólo sirvió para atizar el fuego y no se lograron acuerdos. El 31 de enero el comité de vigilancia volvió a convocar en representación de los condóminos cumplidores, pero Prosoc no validó la convocatoria, sino hasta el 26 de abril.
En esa ocasión, los dos grupos caldearon aún más las discusiones y se dieron empujones frente a los cuatro murales que se presumen de Carlos Mérida, el pintor y escultor guatemalteco nacionalizado mexicano.
Los morosos acusaban a la administración de malos manejos.
“Dicen que no se les presentan cuentas claras cuando estas se encuentran en internet 24 horas, los siete días de la semana, en un software”, dice Juan José Aguilar. “Los condóminos pueden ver las finanzas con un usuario y contraseña, somos una empresa transparente y vigilamos todo con un comité de vigilancia”, reitera.
MILENIO volvió a insistir para obtener la versión de otros de los acusados de morosidad, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
“Sería una lástima que se destruyera así el primer condominio de México”, advierte Andrés Cosío, del comité de vigilancia, quien maneja a detalle los precedentes históricos del inmueble.
Porque vaya que tiene méritos históricos la construcción. Además del Nobel de Literatura, fue hogar de cineastas como Hari Sama, director de películas galardonadas como Esto no es Berlín, protagonizada por Lumi Cavazos y Ximena Romo, entre otros.
Predio ideado por artistas insignes
El arquitecto Mario Pani pensó en algo más comercial después de levantar la Torre de Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México; de solazarse con su obra en la Normal de Maestros; de idear ciudades dentro de la ciudad con los edificios de Tlatelolco o el Mutifamiliar Presidente Miguel Alemán.
Fernando de Fuentes, el afamado director de clásicos del cine como Allá en el Rancho Grande, le ofreció el terreno a cambio de que Pani le diera el mezanine de la torre, según información recopilada por Francisco Ochoa, uno de los vecinos más antiguos del condominio cuyo departamento queda puerta con puerta con el de Octavio Paz, ahora patrimonio del Estado.
Las maravillas de la guarida Paz
Francisco Ochoa es un defensor de las antigüedades. Por ello, su departamento lo mantiene intacto de acuerdo al diseño original de Pani, asegura. El condominio es de estilo vogue house, una mezcla de estructura de acero y grandes ventanas. Está construido en tres niveles con un sistema inglés conocido como 3x2, adaptado por el famoso arquitecto.
“Ningún departamento de este condominio es igual”, detalla Ochoa. “Miden lo mismo, pero encajan diferente, en unos entras y bajas y en otros subes porque ese es el sistema, como piezas de Lego que van encajando y así se pueden meter tres viviendas en dos pisos”.
Octavio Paz compró dos departamentos, por lo que, en resumidas cuentas, vivía como en una casota incrustada en el corazón de la ciudad. Puso madera para tapar algunas ventanas y metió tapices sobre la duela para que todo estuviera a su gusto –en ese tiempo había más tolerancia con las modificaciones condominales–.
Construyó un salón para recibir a invitados durante las comilonas y una terraza para trabajar rodeada de muebles que acarreó desde Francia, la India y Japón: mesas, burós, roperos, vitrinas, cajoneras, jarrones, cazos, tapetes, teteras.
El Nobel vivió en este condominio, hoy en pugna, la mayor parte de su vida en México y lo acondicionó a su estilo ecléctico y sus conceptos estéticos. Sobre los muros colgó óleos de Miguel Felguérez, José Luis Serrano y Rufino Tamayo, y una aguatinta sobre papel de algodón de Carlos Mérida, a quien se le atribuye la autoría de los murales de la Planta Baja.
Octavio y Marie-José tenían litografías de Antoni Tàpies; de Roberto Matta, Nocturno en la playa; de Kishio Murata; K. Suagaí; un óleo sobre tela de Alberto Gironella o La Centella Glacial, de Gunther Gerzso, entre otras obras.
Ahí estaban las famosas “Cajitas” que Marie-José construía como artista plástica, al lado una reproducción de La Giganta, de José Luis Cuevas, y las fotografías en blanco y negro de Paz con la familia y de eventos memorables como la recepción de la presea por parte de la Academia Sueca o su encuentro en un evento con Luis Buñuel, que su esposa enmarcó con corcholatas de refresco.
Libros de historia de México, de literatura americana y española: Mi vida y mi lucha de Salvador Subirán; Sonetos de Luis de Góngora; El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín; de José Vasconcelos, Rubén Darío, Antonio Machado, Fernando de Rojas; Julian Ríos, J.M. G. Le Clézio. Hacia la transparencia, de Jean-Claude Masson; El cordón umbilical, de Jean Cocteau, Anuario de la Academia Brasileira de Letras.
Ejemplares de las propias obras de Paz en inglés, francés, alemán, italiano, portugués; letras de puño femenino como El divino Narciso, de Sor Juana Inés de la Cruz; Repertorio de Cuernavaca de Andrea Martínez; Oda a Eiffel, de Carmen Parra, una compilación de Emilie Dickinson, y El Amante, de Marguerite Duras, entre tantos otros.
Estos se rescataron después del fuego que le partió el alma de Nobel a sus 82 años, durante un fin de semana en que dormía a lado de su esposa. Un cortocircuito se comió parte de la biblioteca, la pareja alcanzó a salir, pero él nunca se recuperó anímicamente. Dejaron Reforma 369.
Los vecinos creen que si no hubiera ocurrido ese incidente probablemente ahí hubiera muerto entre plantas, recuerdos, libreros y sus 20 gatos. Pero la vida no es perfecta ni siquiera para los genios. Dos años después, Octavio Paz falleció en una casa en Coyoacán prestada por el gobierno, lejos del edificio que amó, histórico, emblemático y hoy poco poético… por la necedad de unos vecinos morosos.
EHR