Reduce el número de hijos de las madres poblanas

En Puebla, las mujeres, en particular las madres, vieron multiplicado su trabajo durante la pandemia.

Una madre de familia camina junto a sus hijos | Andrés Lobato
Jaime Zambrano
Puebla /

En Puebla, el promedio de hijas e hijos de las mujeres de 12 años y más mantiene una tendencia a la baja. En el año 2000, en promedio, las mujeres tenían 2.8 hijos; mientras que, en 2010, se redujo a 2.5; y en 2020, el promedio fue de 2.2.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Puebla, siete de cada 10 mujeres mayores de 12 años son madres. De las más de 2.2 millones de mujeres que tienen, al menos un hijo, más de un millón 200 mil estuvieron unidas o casadas; mientras que el resto es soltera, separada, divorciada o viuda.

Las mujeres solteras ocupadas de 15 años y más con al menos un hijo, una quinta parte de ellas, un salario mínimo o menos por el trabajo que desempeñan, 30 por ciento hasta dos salarios mínimos y tres de cada 10, dos o más salarios mínimos.

La alta participación de las madres en empleos informales y con bajos salarios se refleja en el nivel de acceso a prestaciones; se reconoce que la economía informal queda fuera del ámbito de aplicación de las leyes laborales, en consecuencia, las personas que se insertan en ella están expuestas a salarios bajos, a condiciones de inseguridad laboral y sin acceso a prestaciones sociales como las pensiones, la licencia por enfermedad o el seguro de salud, entre otras.

Por otra parte, de acuerdo con el estudio titulado “Teletrabajo de académicas en México: su precarización y afectividad”, desarrollado por trece investigadoras de cuatro regiones del país, entre ellas, en la zona de Puebla, revela que las mujeres, en particular, las madres, vieron multiplicado su trabajo durante la pandemia.

Amaranta Cornejo Hernández, coordinadora de la Maestría en Comunicación y Cambio Social de la Universidad Iberoamericana Puebla, destacó que la investigación reveló que, en promedio, las académicas dedican cinco horas diarias al trabajo doméstico y de cuidados: preparación de alimentos, lavar la ropa y asear la casa son las actividades más recurrentes. Esto implica jornadas laborales extendidas con actividades no remuneradas.

“La presencia de una cultura académica de autoexplotación y transferencia de costos: se ha normalizado trabajar por más de diez horas diarias para cumplir con las demandas de producción. También se manifiesta una contracción en la fuerza laboral de las instituciones educativas, donde la docencia y la academia se insertan en el panorama de incertidumbre”, comentó.

La llegada de la pandemia implicó que el 100 por ciento de las académicas se convirtieran en usuarias de espacios digitales, antes representaban menos del 45 por ciento. En ese sentido, Cornejo Hernández cuestionó si la hiperconectividad genera vínculos interpersonales o refuerza la invasión de lo privado. “¿Qué tanto esta vida onlife agota nuestra energía vital?”.

Por separado, Rosario Arrambide González, directora del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la Ibero Puebla, destacó que la violencia constituye un obstáculo para la igualdad, el desarrollo y el bienestar de las mujeres.

“Los feminicidios, la mayor expresión de violencia contra la mujer, son una fractura del Estado de derecho que favorece la impunidad, pues suceden de manera progresiva y sistemática bajo un contexto de permisividad y violencia patriarcal”, lamentó.

AFM

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