Las rutas pulqueras de Hidalgo, recorrido por la bebida de los dioses

La Hacienda de San Antonio Tochatlaco, ubicada en Zempoala, guarda la historia de familias españolas que hicieron fortuna con la producción pulquera

Se realizan diferentes rutas pulqueras en Hidalgo. (Jorge Sánchez)
Elizabeth Hernández
Zempoala /

En un intento por mantener vivo el origen del pulque en México se realizan diferentes rutas pulqueras en Hidalgo en las que se funden conocimientos y poder productivo de esta bebida ancestral, y una de estas rutas inicia en el acueducto del Padre Tembleque, que no sólo sorprende por su tamaño y ubicación al hallarse entre un paisaje semiárido, considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2015.

El historiador Gerardo Bravo Vargas inicia el recorrido de esta parte del acueducto construido en el siglo XVI, y que comparte actualmente Hidalgo y el Estado de México.

“Este complejo hidráulico está constituido por una zona de captación de aguas y fuentes, una red de canales, un conjunto de depósitos y una serie de puentes-acueductos”.

“Uno de estos puentes es considerado con la mayor arcada de un solo nivel en todos los tiempos para una obra de esta clase”, explica el historiador, quien expone la importancia de la construcción donde los pequeños detalles logran atrapar la atención de los visitantes, ya que hacia el lado poniente, una serie de jeroglíficos prehispánicos destacan la participación indígena en la construcción, mientras que de lado oriente, las imágenes religiosas hispanas son las que le dan la bienvenida cuando sale el sol.

Nopaltepec, sitio del aguamiel

Partiendo del acueducto, y durante un recorrido en auto por 20 minutos, se llega a la única productora de pulque que sigue subsistiendo en Nopaltepec, Estado de México, en donde nueve personas están dedicadas a la producción de la bebida que se lleva a la Ciudad de México, 500 litros cada tercer día.

Así lo expone Lorenzo Rojas Sosa, un tlachiquero, quien junto a su hermano Santiago, de 65 años, se levantan a las cuatro de la mañana para rascar el maguey, “porque sólo así llora y produce el aguamiel”.

“Se le quitan las espinas a algunas pencas y se van cortando las necesarias para abrir un camino, y así lograr trabajar con el centro”, señala, mientras con un filoso machete limpia las pencas hasta llegar al centro del maguey".

El maguey va quedando desnudo de una sola parte, “hasta que hallamos estas pencas blancas y se van separando, poco a poco, y llega al centro de la planta en donde se extrae el corazón de ésta y se tapa cuidadosamente con algunas pencas, y en tres o cuatro meses empezará a producir solito el aguamiel”, dice, mientras se dirige hacia otro maguey que fue capado hace tres meses y ahí, como arte de magia, el aguamiel.

“¡Uy, una tacita de aguamiel en la mañana con un bolillo es lo más delicioso, eso se acostumbra a desayunar aquí!”, expresa, mientras sirve a visitantes una prueba de esta bebida dulce.

Actualmente, producen 10 “mamilas” con 50 litros de pulque, y Jorge García añade que, a pesar de que no se vende como antes, “el pulque no es una moda es una tradición y nosotros aún subsistimos, porque cuando llegó la industria de la cerveza, acabó casi con la producción del pulque”.

Entre prueba y prueba, los visitantes aprovechan para comprar la bebida de los dioses, que venden a 40 pesos el litro.

Hacienda de San Antonio Tochatlaco

A 20 minutos de Nopaltepec, se descubre sobre un paisaje árido, la hacienda de San Antonio Tochatlaco, en donde se guarda la historia de ocho generaciones de la familia Aldazoro Zetina, lugar idóneo para exponer la importancia que tuvo la producción del pulque que le permitió lujos y riquezas a esta familia en el siglo XIX.

“Esta era una hacienda que ocupó más de 2 mil hectáreas, en la época del auge pulquero, en el que se producían 200 barriles de 200 litros de pulque al día”, expresa Bernardo Aldasoro Carrancá, quien desde hace 10 años realiza estos recorridos para mostrar la belleza de la hacienda y la importancia del pulque.

Paredes con tapices franceses desgastados por el tiempo y el moho cobijan las habitaciones con camas de madera y de latón, cubiertas por colchas tejidas a gancho, maletas de cuero, utensilios sanitarios de porcelana o peltre, lámparas y sillones tapizados de terciopelo rojo, o cocina de fogones y estufa de carbón, es poco de lo que encierra este lugar que se ubica en el municipio de Zempoala.

Ésta logra atrapar al visitante en el tiempo, en cada foto en blanco y negro, en los detalles antiguos y la opulencia de los hacendados que vivieron cómodamente haciendo del pulque un negocio, y que actualmente sigue subsistiendo.

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