Tras una vida creando piñatas, María espera aumento en ventas por festejos

“Desde que estaba en la panza de mi mamá las hago”, señala la mujer de 53 años.

La señora María Francisca siente ilusión por la llegada de diciembre. (Yazmín Sánchez)
Jesús Alberto García
Tampico /

La señora María Francisca Hernández tiene 53 años de edad y es el tiempo que ha hecho piñatas, dice, “desde que estaba en la panza de mi mamá las hago”.

Dio a conocer que la Navidad del 2020 fue para el olvido, ya que el covid-19 hizo que vendiera a lo mucho cuatro piñatas en la temporada decembrina, así que diciembre del 2021 tiene la meta de llegar al 50% de años pre pandémicos.

El mes de diciembre ilusiona a la señora que heredó el gusto por la fabricación de estos artículos que se vuelven el elemento principal de una fiesta o una posada, ya que así se ganaban la vida sus padres.


“El año pasado se invirtió y no se sacó la inversión, este año apenas empieza y esperamos en Dios que nos vaya bien”, aseguró la artesana tampiqueña, ya que a pesar de que aún sigue la afectación del coronavirus, apenas comenzó a recibir pedidos.

Los ciudadanos aún mantienen el arraigo de la celebración navideña, así que para las posadas se llevan las piñatas de siete picos, que representan los pecados capitales, así como las estrellas.

Sin embargo, aún hay quien para los niños pequeños se llevan las figuras características de la temporada como los muñecos de nieve, el santa clos, la galleta de jengibre, bota, los renos, los pinitos y otras figuras populares.

Recordó que cuando era niña lo que siempre le gustó fue la elaboración de las figuras relacionadas a los personajes de la televisión, como el Chavo del 8, la Chilindrina y otros personajes que aún le gustan a los más pequeños del hogar.



Indicó que en medio de la crisis se enfrentó a la competencia más dura que jamás haya recordado en este negocio, ya que los establecimientos más pequeños comenzaron a rematar las piñatas y eso les dejó un efecto colateral al no vender.

Sin embargo, ellos no pueden rebajar un trabajo que es casi artesanal, el cual es heredado por su padres, ya que tiene un comercio debidamente establecido y tiene que aguantar, pero no se rinde, y en medio de una pandemia que no da tregua, mantiene su gusto por el negocio de sus amores.

“Pago impuestos, agua, luz comercial, entonces los insumos son algo altos, por eso no tener ventas es difícil sostener”, remarcó la empresaria tampiqueña, que aún le dedica tiempo y esfuerzo a cada una de las piñatas, para que pueda aguantar una fiesta familiar y una posada.

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