Petrograbados de Totolac son testimonio de ritos agrícolas prehispánicos

Edición Fin de Semana

La bóveda de piedra está orientada hacia donde sale el Sol, en un punto desde el que se divisan en posición de media luna los cuatro volcanes: Citlaltépetl, La Malinche, el Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Ángel Sánchez Juárez, promotor cultural. (Andrés Lobato)
Petrograbados de Totolac. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

Al noreste de la comunidad de San Juan Totolac, próxima a la capital del estado de Tlaxcala, se localiza un conjunto de petrograbados prehispánicos, los cuales tratan sobre la alegoría de un rito agrícola lunar. Sin embargo, poco se pueden apreciar dichos grabados porque fueron vandalizados, ya que los patrones geométricos están remarcados con pintura de spray en color rojo.

El conjunto se encuentra dentro del área ecoturística de Peña Pilares, a pocos metros del camino prehispánico que salía de Tlaxcala hacia Texcoco. Para ser precisos, se ubican en el interior de la llamada como la Cueva del Diablo, ubicada al pie de un escarpe rocoso conocido como La Peña.

Ángel Sánchez Juárez, promotor cultural de la región, precisa que el cerro se llama Metecatzi, aunque antes se le conocía como Tepoztla, ‘lugar donde hay riqueza”, en alusión a “la abundancia natural y arqueológica, que muy pocas personas conocen y valoran”.

En los alrededores crecen plantas alucinógenas como el “collar del zopilote”. (Andrés Lobato)

En entrevista con MILENIO Puebla, el promotor informa que los petrograbados representan a la Luna, el Sol, la Osa Mayor, “y en el lado poniente tenemos a un hechicero y en el lado norte tenemos a una mujer dando a luz”.

Explica que al parecer es el testimonio fiel de una bóveda celeste, toda vez que tiene una luna creciente y un sol. Indica que las representaciones astrológicas están acompañadas de 24 personajes danzantes que son mitad animal y mitad humanos: 

“Felinos de manos extendidas como garras y yelmo en un calendario lunar con 28 puntos, figuras cánidas que solían acompañar a estos personajes durante las ofrendas”.

Revela que se trata de la alegoría de un rito agrícola lunar y que la bóveda de piedra está orientada hacia donde sale el Sol, en un punto desde el que se divisan en posición de media luna los cuatro volcanes: Citlaltépetl, Malinche, Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Además, en los alrededores crecen plantas alucinógenas como el ‘collar del zopilote’, que los chamanes utilizaban en sus ceremonias, lo que les hace suponer que dicha cueva era un sitio ocupado por estos personajes.

Sánchez Juárez lamenta el estado que guardan los petrograbados: “Los jóvenes no tienen (en qué ocuparse) y sus energías las vienen aquí a ocupar, pero haciendo un perjuicio”.

Ángel Sánchez Juárez, promotor cultural, indicó que este hallazgo es testimonio fiel de una bóveda celeste. (Andrés Lobato)

Por otra parte, expone que próximo al nicho rocoso se localiza una zona arqueológica, “donde hay una pirámide, así como los hornos que emplearon los habitantes prehispánicos para fabricar los ladrillos para edificar ‘Los Pilares’. También existe un manantial donde nace agua cristalina”.

Expresa que además de la vasta fauna y flora del lugar se puede apreciar uno de los dos pilares, los cuales servían como punto de referencia del camino prehispánico que salía de Tlaxcala hacia Texcoco, por el que pasó el ejército de Hernán Cortés que cargaba los trece bergantines que serían utilizados durante el último sitio y batalla en Tenochtitlán en 1521. El otro, agrega, el paso del tiempo lo destruyó.

El promotor cultural asegura que dicha vía era el paso de los aztecas en su trayecto a Veracruz para traer sal, pescados y diversos productos: “Es una parada que utilizaban los aztecas. Estos tenían que pedirle permiso a los tlaxcaltecas para pasar a traer la sal y el pescado”.

En ese sentido, Sánchez Juárez remarca la importancia de este vestigio durante la época prehispánica, pues fungía como una especie de aduana y paso obligado de visitantes y comerciantes para su entrada al pueblo del pan y la tortilla de maíz. Además, los pilares se edificaron con ladrillos cocidos y piedras de la región.

El promotor asevera que era la parte más corta para llegar a pie hacia Texcoco y la actual Ciudad de México o de igual forma desde esos puntos para ser recibidos por los Señores de la entonces República de Tlaxcala.

Por último, en dicho punto fue recibido Hernán Cortés luego de su derrota en Tenochtitlán, jornada que se conoce como la ‘Noche Triste’, el 11 de julio de 1520, por los Senadores de Tlaxcala.

De igual forma, apunta la presencia ‘Puente de los Pilares’, vestigio de la época prehispánica y que da testimonio de una de las rutas más transitadas en la época de la República de Tlaxcallan.

Representan a la Luna, el Sol, la Osa Mayor. (Andrés Lobato)

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