Liébano Sáenz - El indispensable optimismo
Ver con optimismo el futuro se ha vuelto indispensable para superar la adversidad. Ya no es una expresión voluntarista o de buen deseo, sino un imperativo para empezar a cambiar o para adaptarnos a la nueva realidad. Las dificultades no se superan con la pena y el lamento, tampoco con la pasividad que espera que las soluciones vengan de fuera. Sí podemos ser una mejor sociedad y mejores personas. La situación nos obliga a apreciar mucho de lo que tenemos a partir de lo precario que es la salud y la vida misma. A las autoridades, a todas, les corresponde asumir el nuevo momento de la sociedad mexicana alentando esa extraordinaria energía social en potencia. Los meses próximos, en lo político, serán de competencia. Es necesario romper con la polarización y el ambiente de odio que se ha ido incubando. Finalmente, para el pleito se requiere más de uno.
José Luis Martínez. - El presidente y la resiliencia
¿Qué cosa es la resiliencia?, preguntó el presidente de la República en su conferencia del 9 de diciembre. Para él es una palabra de corte neoliberal, como holístico o empatía. Tal vez alguno de sus fieles podría explicarle el significado de esta expresión. o regalarle de Día de Reyes el breve y extraordinario libro Me acuerdo… El exilio de la infancia (Gedisa, 2020), de Boris Cyrulnik, para hacerlo conocer y comprender a su origen. Cyrulnik nació en 1937 en Burdeos, en una familia de judíos polacos. El nazismo lo dejó huérfano a los cinco años… Era un niño de siete años, pero no se dejó vencer por la adversidad. La resiliencia —dice Cyrulnik— solo puede efectuarse “con posterioridad al golpe”. Primero sufrimos, tenemos miedo, pero después, “cuando la representación se hace posible”, el arte, la literatura, la amistad, el amor de la familia contribuyen a conjurar los traumas para tener una vida productiva y feliz. De eso se trata la resiliencia, señor Presidente.
Fernando del Collado – Imágenes
Uno no halla con cuál imagen se queda de este año que agoniza, como ningún otro, con un ánimo de abatimiento cuando no de desasosiego. Esa sensación, descorazonada, del sobreviviente. De quien repara, asombrado, un tiempo confuso de múltiples estampas insólitas y de las que pocos pueden decir que estaban preparados para afrontarlas, sino es que ninguno. A mí me queda el encierro en casa, el ventanal donde se miraba pasar la vida de los otros, los vecinos, confinados, enclaustrados… Queda la imagen angustiosa de los intubados, decenas, cientos en los hospitales hacinados de mi ciudad. Queda esa sensación de impotencia cuando no de tibieza ante mis pares que padecieron del Covid. Y esta cifra es, lo pienso, la imagen más cruda, descarnada que perdurará de este gobierno y este annus horribilis. Estas cifras, este dato acumulado que, finalmente por separado o en conjunto, dibujan una única imagen: la negligencia.
Diego Enrique Osorno - En busca de Adanari
Durante los ataques de marzo de 2011, Olga Saucedo, junto con otras mujeres de Allende trabajaba pantalones y overoles de mezclilla en la maquiladora de la famosa marca vaquera Wrangler instalada en el pueblo. La obrera llamaba con regularidad a sus hijos para saber si estaban bien resguardados en la casa. Ninguno padeció la violencia de esos días feroces de primavera. Fue hasta el invierno de ese mismo año cuando viviría la tragedia que le cambió la vida. El domingo 18 de diciembre de ese año, Olga tenía planeado ir a la celebración de la iglesia cristiana. Su hijo Diego, radicado en Piedras Negras, le dijo que viajaría a Allende para acompañarla. Cuando dieron las 11 de la noche, Olga se dio cuenta que su hijo ya no llegaría. A la mañana siguiente, el papá de su hijo le llamó para decirle que habían levantado a su hija Adanari en Piedras Negras. “Yo no entendía que quería decir con eso de “levantado”, yo no estaba familiarizada con esa palabra hasta que me dice: “necesito que vengas a Piedras, porque Adanari desapareció”.
Ricardo Raphael – ¡La empatía, ese invento neoliberal!
Fue en mayo que rocé los primeros pliegues dolorosos de este año terrible. Entrevisté a una doctora del hospital del IMSS de Troncoso quien me narró del horror que significaba para los enfermos de Covid-19 entrar a terapia intensiva: “La muerte no se puede ocultar aquí, me dijo, y tendríamos que hablar más de la soledad que sufren nuestros pacientes”… Como la mayoría, este año sumé víctimas a mi consciencia, más que nunca. La violencia se ensañó con sus tres garras: crimen, enfermedad y precariedad. Por ello, mirar hacia otro lado dejó de ser un privilegio. Todos los días conté, o me contaron, historias a propósito del sufrimiento humano… Hace unas semanas el presidente de mi país se burló de la palabra empatía; para descalificarla dijo que era un invento neoliberal. Cometió una enorme equivocación: la empatía y su consecuencia, la compasión, son el principal aprendizaje de este año dolorosísimo.
Román Revueltas Retes – La derecha fea y la izquierda tonta
En alguna discusión con amigos me referí a la expresión droite éclairé que solían usar los franceses para referirse a la derecha, digamos, presentable en el escenario político en oposición a la otra, la que promueve las doctrinas más rancias del conservadurismo sectario. Dije, creo recordar, que una fuerza política así era necesaria en un país, como México, donde el simple término “derecha” es casi un improperio y donde si te tildan de “derechista” te están prácticamente afrentando. La derecha fea, por llamarla de alguna manera, va más lejos: es intolerante, racista, inquisitoria y antidemocrática en tanto que promueve a los líderes autoritarios Hasta aquí la posible crítica a las fuerzas que pueblan ese sector del espectro político. Muy bien. Pero ¿dónde se encuentra el equivalente de esa mentada “derecha esclarecida” –o sea, moderna, abierta, progresista y, pues sí, liberal— en el polo opuesto?
Ángel Aguirre - La epidemia y los ciudadanos
Hace unos días un familiar muy cercano tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, lo que me llevó a visitar un hospital en varias ocasiones. El cuadro no podía ser más triste: enfermeras agotadas por el cansancio después de largas jornadas y con un espacio muy breve para tomar sus alimentos. También me tocó ver a médicos que se quedaban dormidos sentados, a veces sin quitarse su mascarilla, producto del agotamiento y la tensión. ¿Cuántos han muerto por la epidemia de Covid-19 en el sector salud? cientos de enfermeras, afanadoras y médicos. Por eso vale la pena reflexionar, ¿y nosotros como ciudadanos qué hemos hecho para evitar que la epidemia se propague? La llegada de las primeras vacunas abre un camino de esperanza, pero el retorno a la cotidianeidad y el trabajo será un proceso lento y peligroso, ante el incremento de contagios que coloca al sector salud en el límite de sus capacidades.
Xavier Velasco - Embustes del sentimiento
“¿Cómo que tu papá va a pasar Noche Buena y Año Nuevo solito en su casa?”, me preguntó una amiga apenas anteayer, con esa propensión a los diminutivos que oprime el lagrimal de los sentimentales. “¡Más solito estaría en el panteón!”, respondí con los pelos de punta, presa de la impaciencia de quienes sobrestiman lo que hallan evidente. Una vez activado el instinto de supervivencia, el sentimentalismo y la dubitación tendrían que ser obra del demonio. Llegada la hora del corte de caja –en estos días huecos y solitarios que a su manera lo hacen inminente– no estaría de más tomar en cuenta el costo estratosférico de la sensiblería, justo cuando más falta hace el cacumen. Pues no son los adultos, sino los niños quienes se ilusionan, con toda razón, en los últimos días de diciembre. El sentimentalismo exacerbado nos lleva de regreso a aquellas épocas en que cualquier tristeza ocasional parecía infumable e irremontable, puesto que éramos niños y por lo tanto tiernos y así se nos cuidaba y compensaba. Ya pasó mucho tiempo desde entonces. ¿No es tiempo de escuchar otras alarmas?