El Coco que tanto miedo nos daba en la infancia cambió de rol, ya no se esconde en nuestro closet, ni bajo la cama, se sumó a las filas del crimen organizado y con sus armas largas atemoriza a miles de niños y niñas en el país. Deben tener cuidado, pues aunque no se porten mal, los castiga arrebatándoles a sus seres queridos y, a veces, en su forma más cruel, los obliga a ser testigos de ello.
Los monstruos ocultos en las sombras perdieron su efecto aterrador hace más de 15 años, cuando la guerra contra el narco comenzó a azotar al país, fue entonces que hasta ellos sintieron miedo de la competencia.
En voz de Fernanda Busqueta, especialista en psicología infantil, antes teníamos miedo a la bruja, al coco, al fantasma y a todos estos personajes ficticios, pero hoy en día los niños tienen miedos mucho más reales relacionados con delitos dolosos “tengo miedo a que mientras estoy en la escuela secuestran a mi papá o a mi mamá”, “tengo miedo a que nos disparen”.
Además del 97 por ciento de impunidad en delitos donde niños, niñas y adolescentes son víctimas, el descaro del crímen organizado de cometer delitos en presencia de menores de edad, dejará huellas en la psique de esta generación que por ejercer su derecho al esparcimiento, a la educación y al libre tránsito, arriesga su integridad física y emocional.
Uno de cada 3 habitantes en México es menor de edad, en consecuencia los impactos del baño de sangre, de las desapariciones y de las lesiones que esto conlleva, también alcanzan la vida de ellos. De acuerdo con Juan Martín Pérez, Coordinador de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, 8 de cada 10 niños en México ya no pueden salir a la calle por temas de seguridad.
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Un caso reciente ocurrió en Empalme, Sonora, donde dos menores de edad presenciaron cómo un grupo armado _levantaba_ a su padre cuando los recogía del colegio.
En el video que circuló por redes sociales, se percibe que la niña hizo varios intentos para evitar que se lo llevaran, pero un sicario con el rostro encapuchado y el arma colgada al pecho, la regresó en cada ocasión al vehículo de donde bajaron a su padre, mientras que el otro niño, permaneció en el asiento del copiloto observándolo todo.
Estas dos reacciones, luchar o quedar paralizado, son naturales ante un evento traumático, pero aunque se puede trabajar con ayuda de expertos, la vida de esos pequeños podría estar definida por este hecho, si no se atiende adecuadamente.
Un trauma requiere mucha energía para procesarse, refirió a MILENIO, la también especialista certificada en Child Life, “el niño va a estar muy ocupado procesando lo que vivió y pensando en eso una y otra vez, lo que va a limitar que tenga la capacidad suficiente o la concentración suficiente para sus tareas escolares, mientras que en la parte social puede sentirse diferente a los demás y necesitar protegerse del entorno”.
Aunado a ello, cuando la persona más cercana a un menor de edad que le provee de cuidados y atenciones, como mamá o papá, es víctima de dicho evento, el sentimiento de seguridad de los niños se verá amenazado para siempre porque ni siquiera esa figura tan importante los pudo defender, remarcó Busqueta.
También en el trauma se presenta una situación que los expertos llaman “la culpa del superviviente'' que se refiere a pensamientos como “¿por qué no me pasó a mí y sí le pasó mi papá?, ¿por qué no fui yo y si fue él? ¿por qué yo sobreviví y él no?
Definitivamente visualizarse corriendo detrás de la camioneta blanca en la que secuestraron a su papá hasta perderlo de vista para siempre, es uno de los recuerdos más terribles que ningún niño o niña debería vivir.
“Otro de los impactos que tiene, es esta incertidumbre cotidiana de no saber si van a regresar o de que su familia pueda verse afectada o trastocada por la dinámica de violencia, esto también les va a generar una dificultad no solamente para pensar en el futuro, sino que los lleva a una lógica de pensar en el día a día, en el hoy”, añade Juan Martín.
Instituciones rebasadas
“Cualquier hecho de violencia de alto impacto va a marcar la vida y la emocionalidad de un niño o una niña y dependerá en gran medida del apoyo familiar, comunitario y de la respuesta institucional”, refirió el titular de Tejiendo Redes.
La desventaja, agregó, es que esta violencia excesiva ha deteriorado a las instituciones en todos los aspectos, no solo las de seguridad, sino también a aquellas que brindan atención a las víctimas. Particularmente, las instancias cuyo deber es procurar los derechos de niños, niñas y adolescentes, no se dan abasto por dos razones: el recorte presupuestal y la falta de protocolos para la restitución de sus derechos.
En 2010, las organizaciones de la sociedad civil impulsaron de la mano de Unicef y del Sistema Nacional DIF, tres protocolos de actuación para niños y niñas en escenarios de crimen organizado, que involucraban la actuación de la fuerza de seguridad en el momento de los hechos, del Ministerio Público y del poder judicial.
Lamentablemente, detalló el activista, esto solamente duró el último periodo de la administración de Felipe Calderón, “cuando llegó la administración de Peña Nieto, lo tiraron a la basura y la administración de Andrés Manuel López Obrador también se ha negado sistemáticamente a recuperar los los tres protocolos que hablan”.
Al respecto, Fernanda Busqueta abundó que lo primero que tendrían que tener estas instancias y las fiscalías para atender a las infancias víctimas, son psicólogos adecuadamente entrenados entre trauma y duelo, “no cualquier psicólogo está entrenado en estas dos características”.
En tanto Juan Martín remarcó que la participación de las víctimas menores de edad en los procesos judiciales puede ser senadora ayudándole al niño o la niña a recuperar su fuerza y reelaborar ese hecho victimal, pero también corre el riesgo de revictimizarlas, “claramente aquí la diferencia está en el trato que reciben de parte de las autoridades”.
“Sabemos que hay un protocolo que estaban trabajando en la Guardia Nacional con la Secretaría Seguridad Ciudadana, pero no lo conocemos, no es público y hemos estado en espera de que se comparta… Esto va a ser muy importante para evitar que la actuación de las instituciones revictimice a niños y niñas”, adelantó Juan Martín.