“En la pandemia, la humanidad mostró sus carencias en materia educativa”: Juan Luis Hernández

Para el politólogo mexicano, en el regreso a clases presenciales lo más relevante será recuperar la estabilidad, integridad y autoconfianza de los alumnos.

Juan Luis Hernández, rector de la Universidad Iberoamericana en Torreón. (Especial)
Isabel Hernández Medel
Ciudad de México /

A más de 15 meses de que la pandemia por covid-19 envió al confinamiento a millones de alumnos en México, en varios estados se preparan para el paulatino regreso a clases presenciales.

De acuerdo con un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), alrededor de 10 millones de estudiantes en el país tendrán un retraso de hasta dos grados escolares, por el cierre de escuelas a causa de la pandemia, mientras que la titular de la Secretaría de Educación Pública, Delfina Gómez, ha declarado que en el pasado ciclo escolar no hubo reprobados pues “la retención no nos llevaría más que a una alta probabilidad de abandono escolar, sería un terrible desincentivo”.

Para el rector de la Universidad Iberoamericana campus Torreón, el politólogo Juan Luis Hernández, en este contexto la pandemia nos está interpelando: ¿qué es lo importante en la educación, las personas o los contenidos?

¿Cuál es la principal problemática que se enfrenta actualmente en la educación?

Normalmente estamos reprobados en lectoescritura y matemáticas; la educación mexicana siempre va atrás con respecto a los temas de innovación y está más centrada en lo político que en lo social; por lo general está relacionada con muchas reformas sexenales, cada presidente hace su reforma educativa, pero lo hace al final del sexenio y no hay oportunidad de ver su maduración, así que nos hemos encontrado con reformas que van y vienen, con procesos relacionados entre educación y desarrollo económico social y no terminamos por aterrizar un proyecto.

Seguimos teniendo procesos educativos muy politizados, continúan más de un millón 200 mil profesores de escuela básica en los sindicatos, en el SNTE o la CNTE, y siempre tenemos problemáticas relacionadas sobre cómo hacer que los estudiantes realmente aprendan para la realidad, más que puros contenidos.

Creo que el signo de nuestro tiempo es una educación mexicana que no termina por asentarse, por generar condiciones que permitan mover al país en clave de calidad de vida que, considero, es lo más relevante.


¿Qué se encontrarán los profesores con el regreso presencial a las aulas?

Lo vamos a descubrir en la medida que vayan pasando los días, las semanas y los meses, pero las hipótesis son que nos vamos a encontrar con chicos y chicas que van a presentar déficits cognitivos y epistemológicos naturales, es decir: lo que no se aprende presencialmente menos se va a aprender en términos virtuales.

Pero lo más preocupante, desde mi punto de vista, serán las condiciones psicoemocionales en la que se encuentren después de haber vivido el encierro.

Vamos a tener que hacer un diagnóstico persona por persona en términos de cómo van a llegar (los alumnos y alumnas) después de 16 meses de pandemia y de educación en línea. Creo que no deberíamos pensar que se perdió el año, lo que debemos hacer son diagnósticos y recuperar personas, que para mí es lo más importante.

La pandemia vino a desnudar a la humanidad con respecto a las fortalezas y debilidades. Lo que vemos en México se ve en otros lados: la enorme desigualdad que genera la relación con la tecnología y el internet, y eso a su vez ha provocado una deserción importante; la que más nos preocupa es la de género, porque hay muchas desertoras, niñas y adolescentes en el campo, que las familias han ubicado como necesarias para el trabajo doméstico más que para la escuela.

¿Cómo entender a los profesores que se resisten al regreso presencial?

El oficio de ser profesor es el más complicado del mundo, porque significa trabajar con sujetos obligados, nadie más trabaja así y esto significa trabajar con niños y niñas, adolescentes, jóvenes que están obligados a estar en un salón de clase o en una pantalla y por lo tanto, este oficio significa interesar a los que están obligados, en una ciencia, en una disciplina mientras ellos están interesados en estar en otro lado.

Lo que quiero decir es que la escuela, en general, se volvió un lugar aburrido para la infancia y para la juventud; los profesores llegamos con ese no interés y por eso, mi definición de profesor es: aquella persona interesada en interesar a los no interesados. Y hoy ¿quién hace eso?, pues los únicos que tienen vocación para hacerlo, que son pocos y por eso, desgraciadamente, 650 mil chicos y chicas de escuelas públicas y privadas desertan al no encontrar un espacio significativo; en cambio, afuera de la escuela está el crimen organizado listísimo para reclutarlos.

Lo que también aprecio en el país es un malestar docente, porque digamos, México pasó 50 años de un liderazgo magisterial, en México, el maestro era una autoridad social y moral, y en la medida que el país avanzó a una trepidante urbanización ésta se comió esa autoridad y ese liderazgo docente, llevándonos a una precarización de todo, incluido el sueldo; hoy, muchos profesores lo son transitoriamente, es un oficio que muchos han alcanzado porque es lo que encontraron “mientras tanto”.


¿Hay opciones para renovar el interés entre el alumnado?

La educación tiene mucho tiempo que está interpelada por la propia realidad, hay una literatura cada vez más cuestionada tanto de la propia escuela como de la universidad, sobre en qué sentido somos útiles para la sociedad —incluso alguno de los grandes innovadores de nuestro tiempo fueron expulsados de la universidad o no llegaron a la universidad porque, de pronto, nos hemos convertido en cajas muy rígidas donde no se permite la libertad, la creatividad o la heterodoxia para pensar en cosas distintas.

A eso me refiero en el sentido de que sí hay una interpelación directa de qué tan útiles somos para resolver problemas, y por eso el aprendizaje situado es un método que plantea que la escuela y la universidad sean el lugar en donde los contenidos y el aprendizaje se relacionen con los problemas reales para resolverlos; tenemos un exceso de teoría en las escuelas o en las universidades que evidentemente no solo mata de aburrimiento a los alumnos sino que además les hace preguntar y ¿esto para qué me sirve en la realidad?, entonces, el aprendizaje situado se dirige a aprender con la realidad, desde la realidad y para la realidad.


¿Qué le toca hacer al magisterio en esta crisis en la que nos encontramos?

Los que estamos en el terreno educativo tenemos el gran reto de volver a resignificar los espacios educativos para volverlos realmente productores de sentido, de identidad, eso es lo que inició con la educación, revitalizar existencialmente a las personas para que ellos a su vez, revitalicen a las sociedades.

Me parece que eso es lo único que puede salvar realmente lo que yo denomino el último grito civilizatorio; para mí la escuela, la universidad es el último grito civilizatorio, es decir, el espacio que puede decir qué es correcto y qué no es correcto, porque si no lo hace la escuela, quién lo va a hacer, quién lo va a aprender, no veo a otros actores haciéndolo, creo que la escuela y la universidad tienen ese sentido y esa necesidad urgente de poder plantear qué toca en términos de sustentabilidad, de interculturalidad, de ética pública, para qué sirve hacer ingeniería, hacer arquitectura, de nada sirve todo eso si eso no tiene una conducción ética.

Como, además, el siglo XXI es, como decía (Zygmunt) Bauman, el siglo de la ceguera moral, donde las sociedades no se hacen cargo de sus compromisos éticos, para mí sí es relevante que la escuela tenga ese papel de ética y profesión.


¿Se puede recuperar lo no aprendido?

Yo sé que hay muchos educadores muy preocupados por el tema de los saberes, por los contenidos, de que lo que debieron haber aprendido (los alumnos) y no se aprendió, pero yo veo que ahora la tarea de las escuelas y de las universidades es recuperar personas más que recuperar contenidos.

Las condiciones de aprendizaje en términos de contenidos no podríamos exigirlo con este año (escolar), cada quien tuvo condiciones muy diferentes para aprender, por eso, para mí, la pandemia nos habrá interpelado para poder decir: ¿qué es lo importante en la educación? Y desde el aprendizaje situado siempre se ha planteado que lo importante no son los contenidos, lo importante son las personas y sus contextos para aprender, entonces, en ese sentido, para mí sí es relevante decir, ahora en el regreso progresivo a la presencialidad, lo más relevante será cómo están esas personas y cómo podemos recuperar su estabilidad, integralidad e integridad ética, moral, su autoconfianza, su condición de ser humano, que a lo mejor, se pudo haber perdido en su momento, y al mismo tiempo, empezar a tener elementos de aprendizaje en relación con la realidad que nos permita asegurar que podríamos recuperar un cierto sentido de vida.

¿Qué áreas de oportunidad está dejando la pandemia en materia educativa?

El tema educativo es inacabable, siempre estará en la discusión pública en términos de cuál es el mejor método, cuáles son las mejores políticas y esto es eterno.

En todo caso, creo que la pandemia sí ha venido, de alguna manera a interpelar cómo educamos y para qué educamos. La educación debe servir para cambiar la realidad en calidad de vida, en bienestar, en prosperidad, en vida digna, esa es la razón de ser de la educación.

Es una muy buena oportunidad para, además, repensar algunos ejes transversales de la educación, por ejemplo, el tema de las tareas, yo soy un cuestionador de ellas en la educación básica y al mismo tiempo, me parece que es una muy buena ocasión para recuperar algunos temas de la educación en línea que complementen la propia escuela presencial, porque creo que la tecnología educativa llegó para quedarse.



ledz

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