El viento de marzo arrastró consigo un vendaval de verdades que por años se habían susurrado en el Colegio de San Luis Potosí (Colsan). Las primeras hojas comenzaron a aparecer en un improvisado tendedero del acoso, un espacio donde el miedo se transformó en denuncia.
Lo que nadie esperaba era que entre los nombres señalados por intimidar y abusar de su poder con las alumnas, además de hombres, estuvieran el de reconocidas feministas de la entidad.
Este proyecto, nacido del coraje de las alumnas y trabajadoras del Colsan, creció rápidamente. Frente a la biblioteca Rafael Montejano y Aguiñaga, Lu Brizuela, alumna de maestría en literatura hispanoamericana, colocó seis metros de hilo verde de nylon.

Era 3 de marzo a las 09:00 horas. Día tras día, nuevas denuncias se sumaban, convirtiendo el tendedero en un testimonio colectivo de dolor e indignación. Para el viernes 7 de marzo, la lista era extensa y abrumadora: 12 hombres y cinco mujeres acusados de hostigamiento, acoso sexual, maltrato psicológico y abuso de poder.
Algunos nombres resaltaban por la cantidad de veces que aparecieron en los escritos, evidenciando patrones de conducta que habían quedado impunes por demasiado tiempo.
El viento sacudió las verdades y arrastró con tal violencia las hojas, que fue necesario trasladar el tendedero del acoso de la explanada de la biblioteca hacia la parte inferior de las escaleras de las oficinas de presidencia con la finalidad de resguardarlo.
Los nombres del silencio
Uno de los primeros nombres que captó la atención fue el del Dr. Mauricio Genet Guzmán Chávez, señalado por robar créditos de investigaciones y humillar a sus colegas.
No lejos de su sombra, el Dr. José Armando Hernández Soubervielle, secretario académico del colegio, figuraba entre los más denunciados por acoso sexual y misoginia. Junto a ellos, otros académicos y administrativos fueron expuestos por ejercer violencia de género, psicológica y académica.
En una de las 49 denuncias que se colocaron en el tendedero está redactada una de las amenazas del Dr. Mauricio Guz hacia una colega: "aunque tú escribiste el proyecto sin mi participación, tú sólo chalaneaste mis ideas y por eso te exijo que me cedas la titularidad del proyecto".
Pero lo que estremeció a la comunidad fue la aparición de figuras como la Dra. Oresta López Pérez, la responsable de coordinar a nivel estatal el diagnóstico de los tipos y modalidades de violencia en contra de las mujeres de San Luis Potosí.
Había sido reconocida por su trabajo en temas de género, pero ahora es acusada de humillar y menospreciar a sus alumnas mientras favorecía a los hombres.
"Se jacta de ser feminista, pero en realidad es todo lo contrario", se leía en una de las denuncias. Junto a ella, otras profesoras como la Dra. Cecilia Costero, la Dra. Neyra Patricia Alvarado Solís y la Dra. Fuentesanta Medina Martínez fueron señaladas por conductas de hostigamiento, ridiculización y abuso de poder.
"Ahora las nuevas generaciones son de cristal y no aguantan nada", es una de las frases que usa la Dra. Neyra para minimizar a sus estudiantes.
Mientras a Cecilia Costero se le acusó de violentar y hostigar a sus colegas, trabajadores y estudiantes: “si pasa algo que no le parece, te humilla, amenaza, ridiculiza, difama, burla, siempre abusa y pregona de su ‘poder e influencia’ y lo aplica con todas las personas del colegio”.
En una ocasión: “Fuensanta (Medina) llegó a tocar los brazos de un compañero mientras lo llamaba ‘chiquito precioso’. Fue una situación muy incómoda porque lo hizo en clase. Solía comportarse así cuando se trataba de los compañeros hombres”.
La respuesta institucional
Ante la magnitud del escándalo, el presidente del Colsan, Dr. David Eduardo Vázquez Salguero, ofreció su oficina como espacio de escucha y apoyo para las denunciantes.
El 10 de marzo, se organizó un diálogo institucional para buscar soluciones. Durante más de dos horas, las voces de quienes habían sido silenciadas por años resonaron con fuerza, exigiendo justicia y cambios estructurales dentro del colegio.
La herida abierta
Este no era un problema nuevo. En 2020, el propio Colsan, en colaboración con la Conavim (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres), había presentado un estudio sobre la violencia contra las mujeres en San Luis Potosí, dirigido por la misma Oresta López Pérez.
Los resultados señalaban que el 72.9 por ciento de las mujeres encuestadas sufrían violencia emocional o psicológica. Ahora, años después, las mismas alumnas y trabajadoras del colegio confirmaban lo que los números ya advertían: el problema también estaba dentro de las aulas.
"Una constante en las mujeres que han sido acosadas, porque pues convivo con ellas e incluyéndome a mí, terminamos con atención mental, psicológica o psiquiátrica por el estrés de ser acosadas, sobre todo laboralmente”, dijo en entrevista para Milenio, Lu Brizuela, alumna de maestría.
Con un presupuesto de 130 millones de pesos para el ejercicio 2025, otorgado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Colsan tiene ahora el reto de demostrar que está dispuesto a cambiar, pues subsiste con el dinero federal y su razón de existir es fortalecer la educación científica en los campos de las humanidades.
La comunidad estudiantil y académica espera que las denuncias no queden en el aire, en un tendedero efímero, sino que se convierta en una transformación real.
“Con el propósito de contribuir a crear un ambiente social más cordial, seguro y respetuoso para la comunidad al interior de las instalaciones, se solicita que cuando se reciban a estudiantes, becarios y/o visitantes en las oficinas o cubículos de la institución, las puertas permanezcan abiertas”, ésta es una de las medidas que acaban de autorizar desde la dirección.
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