Acaso, si elegimos leer clásicos, ampliaremos ciertos tipos de inteligencia, andaremos por el mundo con mayor dignidad, pero esos atributos no nos hacen mejores.

"Las deudas humanas se borran cuando se perdonan. En cambio Dios es peor que el buró de crédito".

El comité del Nobel de Literatura tuvo diez oportunidades para premiar a Tolstói y tal parece que les asustó tan grande monstruo literario. Desde entonces el Nobel ha tenido más tibieza que pasión.

Ojalá tuviésemos hoy un público que diferencia el trigo de la paja, aunque le decoren la paja con abalorios.

Daniel Ortega encarna aquellas poéticas palabras de José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”.

El hombre mediocre no está capacitado para reconocerse como tal, pues percibe su tibieza vital, mal gusto, rusticidad y apatía como atributos.

A menudo, la realidad se interpone en el camino de las buenas historias.

En eso de predecir el futuro se equivocan los agoreros y profetas una vez tras otra.

De Jerjes hasta Alejandro Magno, los grandes personajes del pasado estaban conscientes del peligro de la escasez de agua.

Hace siglos que los poetas tratan de expresar esa sensación única del dolor, pero la cotidianidad no es poética.