Hay cosas que son fáciles de identificar pero difíciles de definir. Intentar describir la realidad abre la posibilidad de que cada quién se la imagine como pueda.

En otras épocas, la convivencia vecinal debió haber sido, si no más armoniosa, más interesante.

Después de décadas de represión y autoritarismo, los pueblos salieron a las calles, felices de haberles dicho no a sus dictadores.

Hay algunas maneras de morir que son más literarias que otras.

Sabemos que Séneca se la pasó dando consejos sobre el buen morir, pero no le valieron de mucho a la hora en que Nerón le ordenó suicidarse.

El autor cuenta cómo le negaron su derecho a votar en el extranjero y la kafkiana respuesta del INE cuando preguntó por qué.

La buena literatura nos obliga a ver un reflejo de nosotros mismos, y a veces la imagen que nos regresa no es ideal.

La belleza lleva un orden. El progreso también. El amor sale sobrando.

Desde los criminales ejecutados en Rusia hasta los reos que escaparon en Haití esta semana, hay mucho que reflexionar sobre las cárceles: lo que son, lo que quisiéramos y lo que deberían.

Dado que los números juegan a la política, cada quien puede creer en la magnitud que mejor le acomode, aunque le acomode la cifra falsa.