Suele ocurrir que a uno lo confundan con gente más famosa y no al revés. Y eso da pie a una que otra anécdota y a veces, también, a curiosas desilusiones.

Al final de su vida, ¿cuál será el escritor que pueda comprar el sitio donde vive actualmente?

El autor de 'El peso de vivir en la Tierra' ofrece apenas un puñado de ideas en la página, pero un arsenal reflexiones en la cabeza.

La mayoría de las palabras llamadas “poéticas” son adjetivos. Y nada hace tanto daño a la expresión como los adjetivos mal puestos.

La escena es angustiante: un pasajero parlanchín, una conversación anodina y nueve horas de vuelo por delante.

¿Cómo no pensar en él cuando es tan necesario para el escritor? ¿Cuál sería entonces el propósito de publicar?

Ninguna prosa es tan mala como la embellecida.

No hay mejor diálogo con uno mismo que escribir. Aunque puede ser pésimo diálogo si uno no tiene nada rico en la cabeza. Entonces mejor comenzar por el otro buen diálogo que es leer.

La Biblia es una gran escuela para escritores. Mejor que cualquier taller.

Bien es conocida la opinión del argentino sobre la novela: "En general no me interesan las novelas. Fuera del 'Quijote', Dickens, Conrad y Flaubert, la lectura de una novela ha sido para mí un esfuerzo".