La empresa de acuacultura Earth Ocean Farms (EOF) liberó este fin de semana 40 mil ejemplares juveniles de totoabas en la Bahía de Concepción, al sureste del municipio de Mulegé, con lo que en cinco años han logrado repoblar con 110 mil peces de esa especie en peligro de extinción el Golfo de California, tras reproducirlos en cautiverio en un laboratorio situado en La Paz.
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“Puedo garantizar que la totoaba nunca se va a extinguir, porque ya somos capaces de reproducirla en cautiverio, cosa que no pasa con la vaquita marina; eso nos da mucha satisfacción, es una aportación de la acuacultura a la preservación de especies”, señaló Pablo Konietzko, director de Earth Ocean Farms.
En 2012, Earth Ocean Farms arrancó su proyecto de reproducción de totoaba en cautiverio con ejemplares de la Universidad Autónoma de Baja California; en 2014 obtuvo las autorizaciones de la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat para extraer 60 ejemplares de su medio natural, con lo que conformaron su grupo de reproductores y en 2015 obtuvieron las primeras crías, logrando liberar 15 mil peces ese mismo año, explicó Gerardo García González, coordinador del programa de reproducción.
En el medio natural, la totoaba comparte su hábitat de reproducción en el Alto Golfo de California con la vaquita marina, especie también endémica y en extinción inminente, ya que muere atrapada en las redes que utilizan los pescadores furtivos, quienes capturan de manera ilegal la totoaba, debido a que por sus vejigas natatorias o buches pueden obtener de 500 a 10 mil dólares por kilo, según autoridades mexicanas; mientras en el mercado internacional, el buche se cotiza hasta en 10 mil dólares por kilogramo, de ahí que es conocido como “la cocaína del mar.
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“Nosotros no tenemos nada que ver con la pesca ilegal, ni la extractiva; nosotros no obtenemos nada del mar en cuanto a totoaba, todo el ciclo es cerrado. La pesca de esa especie y, por consiguiente, la problemática que eso le trae a la vaquita marina, no nos incluye a nosotros, ya que no estamos en el Alto Golfo y nuestros artes de pesca son de acuacultura, no estamos usando redes de enmalle, ni chinchorros, nuestro cultivo es en jaulas”, dejó claro el empresario.
Earth Ocean Farms es una empresa que se dedica a la acuacultura de peces marinos, que vio en la totoaba el potencial para comercializar únicamente su carne; “su sabor es impresionante, delicioso y además los rendimientos son muy distintos, comparados con otras especies”; actualmente producen 250 toneladas de totoaba al año.
Ya cortado y sin vísceras, la empresa distribuye el pescado a los mejores restaurantes de Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Cancún y Los Cabos, el kilo de carne ronda los 280 pesos.
“Ahorita solo podemos comercializar nuestro producto, la totoaba, en el mercado nacional; para poderla exportar se necesitan otras autorizaciones que no dependen de México, sino de organismos internacionales como es CITES, que regula el comercio en vías de extinción. Estamos en ese proceso, el cual es tardado, pero en el momento en que logremos exportar, seguro que el mercado legal va a causar que el precio del mercado negro baje”, confió el empresario.
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Jornada de liberación
Alrededor de 40 mil peces de tres meses de edad, de entre 3.5 y 4 gramos de peso, están listos para conocer su hábitat natural. Son hijos de los peces capturados del medio silvestre y debido a que en el laboratorio son nutridos con alimento vivo, artemia, su probabilidad de sobrevivencia es mayor.
El traslado representa un reto, ya que deberán viajar 490 kilómetros desde el laboratorio de La Paz hasta la playa Santipac, en Mulegé, con una temperatura superior a los 40 grados, por lo que acostumbrados a temperaturas controladas el calor podría matarlos, así que deben ser muy cuidadosos, dice Gerardo García.
Después de seis horas de camino, llegan a la Bahía de Concepción, situada en la parte centro oriental de la península, donde se esconden algunas de las playa más bellas, con aguas tranquilas de tonos azul turquesa y cristalinas.
Así, dos contenedores llegan a la orilla del mar, donde una manguera drena el agua contenida, mientras otra abastece agua marina, para aclimatar a los animalitos. Después de un par de horas, están listos para ser liberados por un grupo de 40 niños de una casa hogar de la región, que hacen dos largas filas para ir pasando, de mano en mano, pequeñas charolas con los peces que de sobrevivir alcanzarán una talla hasta dos metros de largo y 100 kilos de peso.