Rituales de duelo, una vía para procesar pérdidas

Durante la infancia y la adolescencia, la comunicación siempre será importante para lograr superar la partida de un ser querido

Por medio de acciones como el velorio o tradiciones como poner el altar en Día de Muertos, ayudará a procesar mejor la muerte. (freepik.es)
Claudia Luévano
Torreón, Coahuila /

Durante 2020 en México se contabilizaron, mediante los registros administrativos generados a partir de los certificados de defunción suministrados por las oficialías del Registro Civil, los Servicios Médicos Forenses y los cuadernos estadísticos proporcionados por las Agencias del Ministerio Público, un total de 1 086 094 1 muertes.

Debido a la pandemia por covid-19 y por el protocolo que se sigue en este tipo de defuniciones, se hace difícil para algunas personas asimilar la muerte de un ser querido, haciendo necesarios las ceremonias que ayuden a aterrizar el hecho y poder tener una despedida sana.

La negación es la primera fase del proceso de un duelo, en la cual cuesta asimilar e integrar a nuestra realidad que personas importantes para nosotros ya no están, es por ello, que los ritos son una forma de ayudar a procesar la pérdida.

Monserrat Montaño, psicoterapeuta tantóloga, explica que la velación, sepelio, entierro y misas, que además de tener una connotación religiosa, también son protocolos que ayudan a ir asimilando que nuestra persona ya falleció, "al tener una convivencia alrededor de la muerte de la persona querida ayuda a ir aceptando su ausencia, y que el cerebro vaya asimilando que la persona ya no está".

Monserrat Montaño, psicoterapeuta tantóloga. (cortesía)

Menciona que en ocasiones cuando no se pueden hacer ceremonias porque hay un cuerpo desaparecido, cuesta entender la realidad, "muchas veces los mandamos inconscientemente de viaje o como si no los estuviera viendo pero algún día pudiera ir a visitarlos. Por un lado, estos rituales ayudan a pasar a nuestra realidad, integrar que la persona ya no está. Y fechas como el Día de Muertos son de gran utilidad porque nos dan fe y paz, y nos hacen sentir que por momentos podemos compartir otra vez con las personas que queremos".

Montaño afirma que parte de un duelo sano, es poder hablar de nuestros difuntos y saber que pese a su falta en la Tierra, tienen una permanencia en nuestra vida, en nuestro corazón y el legado que dejaron.

"El crear un altar de muertos permite mantener a la persona presente, recomiendo que aprovechen estas conmemoraciones es para que niños y adolescentes dialoguen. En ocasiones cuando hay una muerte súbita o violenta no se habla y puede llegar a tener una connotación negativa, aunque no siempre, y hace que los niños y adolescentes que necesitan hacer preguntas, o entender algunas cosas, se sientan solos en su proceso de duelo".

​Recalca que es importante que como adultos se les enseñe a los menores a elaborar su aflicción, como padres se deben de dar el permiso de llorar delante de ellos, "se vale que te vean triste y hablar del por qué, y en la medida de la edad de los niños hablar sobre la realidad y mostrar que como adultos hay dolor, lo cual les dará la libertad de expresar lo que siente".

Para concluir Monserrat recomienda que como familia se hable de quien ya no está, se cuenten anécdotas y expresen saludablemente la emoción, "si en algún momento se siente que no pueden terminar de elaborar un duelo y la muerte de su ser querido les está quitando la poco o mucha vida, lo ideal es acudir a terapia para trabajar la ausencia que nunca será fácil, pero eventualmente se convierte en algo con lo que aprendemos a vivir".

Tradición que trasciende

El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor, comparte en su página el Gobierno de México.

Explica que en esta celebración la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.​

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