La higiene escolar en México. Un apunte histórico

La columna pedagógica

Jonathan Jesús García Palma

La columna pedagógica
Jonathan Jesús García Palma
Tecámac, Estado de México. /

La historia de nuestro país cuenta con innumerables episodios realmente interesantes, uno de ellos fue la celebración del Congreso Higiénico Pedagógico de 1882, del cual veremos unos cuantos puntos en esta ocasión.


La institución convocante


El Consejo Superior de Salubridad (instituido en 1841) convocó al congreso que nos ocupa. Este Consejo se ocupaba de la vigilancia del ejercicio de la medicina, así como de la inspección de sitios como fábricas y hospitales, así como lugares públicos. Además, también se encargaba de la aplicación de medidas sanitarias específicas en caso de emergencias. Con el paso de los años, sus funciones quedaron asociadas al Departamento de Salud Pública y, más adelante, a la Secretaría de Salubridad y Asistencia.


El contexto histórico y sociopolítico


A fines del siglo XIX, México se encontraba en medio de una corriente de modernización política y social internacional. En términos generales, se buscaba la consolidación de los Estados-Nación y la creación de las bases de una mejor sociedad que tendiera al progreso constante. De ahí que las condiciones de vida de la población fueran examinadas con cierto detenimiento.


De acuerdo con R. Ballín Rodríguez (2008), el mejoramiento de la salud pública fue considerado como un elemento clave para el desarrollo económico y el orden social, lo cual derivó en la estructuración de trabajos serios por parte de los especialistas del campo médico, con la intención de promover acciones que resultaran en una clara mejora de la salud pública.


Una vez distinguida la importancia de la salud, tanto pública como privada, se hizo evidente la relación que guardaba la educación (o la instrucción), con la adquisición de conocimientos y el desarrollo de hábitos que realmente contribuyeran al cuidado y mantenimiento de una buena salud. Siendo así, la escuela apareció como espacio privilegiado para tratar el asunto, para instruir a los niños en estos menesteres.


Por otro lado, si la escuela se convertiría en espacio de enseñanza de hábitos saludables, como lugar de adquisición de conocimientos adecuados para el cuidado de la salud, también quedó claro que ella, como institución, debía seguir una serie de disposiciones que la convirtieran en un espacio adecuado para el trabajo diario de alumnos y profesores.


Entonces, vino el llamado para la celebración del congreso.


Convocatoria y realización del evento


El Congreso Higiénico Pedagógico fue convocado por el Consejo Superior de Salubridad el 18 de enero de 1882 (en pleno Porfiriato); sus labores iniciaron el día 21 del mismo mes y concluyeron en diciembre. De acuerdo con A. M. Carrillo (1999), este evento se constituyó como el origen de la higiene escolar en México entendida como tarea de la profesión médica supervisada por el Estado mexicano.


El discurso inaugural del Congreso fue pronunciado por el presidente del Consejo de Salubridad General, el Dr. Ildefonso Velasco quien, dicho sea de paso, fue elegido como presidente del Congreso con 33 votos a favor de un total de 44.


De esa intervención, destaca la consideración de que la educación de un niño no debía circunscribirse a un solo elemento de su existencia, sino ser integral, lo que implicaba atender las cuestiones higiénicas para fomentar un desarrollo corporal adecuado. La educación debía perfeccionar todos los aparatos del individuo para que gozaran de buena salud.


Es preciso mencionar que en el Congreso participaron tanto especialistas del área médica, como del área pedagógica. Listo sus nombres, a continuación, tal cual como quedaron asentados en el documento final:

Alcaraz Vicente U., Álvarez y Guerrero Luis. Arvide Miguel. Aranda Carlos. Ávila José. Barona Pablo. Baz Emilio. Blasio Vicente. Canseco Eduardo. Cervantes Imaz Manuel. Díaz Domínguez Enrique. Escudero Eduardo. Esparza Carlos. Fernández Guerra Eduardo. Fonseca Anastasio. Fournier Adrián. Freisinier Fernando. Gómez José L. Gómez Ricardo. Grosso Ángel. Grosso Miguel. Guevara Bibiano. Guillé Manuel. Gutiérrez Manuel. Hernández Joaquín. Larrea Francisco de P. Laseano José. Lizárraga José. Manterola Ramón. Martínez del Villar Ignacio. Molina Juan. Morales José D. Mota José E. Noreña Joaquín. Olaguíbel y Arista Carlos. Olmedo Mariano. Orozco Antonio. Orvañanos Domingo. Oscoy Andrés. Oviedo Aurelio. Pérez Gallardo Rafael. Pérez Valiente Estanislao. Pimentel Manuel. Pruneda José J. Ramírez de Arellano Juan. Ramírez de Arellano Juan José. Ramírez de Arellano Nicolás. Reyes Agustín. Rodé Ricardo. Rodríguez y Cos José María. Romero Antonio. Ruiz Luis E. Segura Adrián. Urbina Manuel. Velasco Antonio. Velasco Cleofas. Velasco José. Velasco Ildefonso. Vértiz Ricardo. Villanueva Rafael. Ysaias Isidoro. Zarco José M. Zayas Manuel.


El cuestionario de trabajo


La intención del evento no sólo era discutir sobre los puntos relativos a la higiene escolar, sino llegar a acuerdos y resoluciones que se constituyeran como ejes para la acción. En consecuencia, el Consejo Superior de Salubridad propuso el siguiente cuestionario, mismo que sería resuelto por los congresistas organizados en comisiones:


  1. ¿Qué condiciones higiénicas indispensables debe llenar una casa destinada para el establecimiento de instrucción primaria?
  2. ¿Cuál es el modelo del mobiliario escolar, que siendo económico, satisface mejor las exigencias de la higiene, y que por lo tanto debe preferirse?
  3. ¿Qué condición deben tener los libros y demás útiles para la instrucción a fin de que no alteren la salud de los niños?
  4. ¿Cuál es el método de enseñanza que da mejor instrucción a los niños sin comprometer su salud?
  5. ¿Cuál debe ser la distribución diaria de los trabajos escolares, según las diferentes edades de los educandos y qué ejercicios deben practicar para favorecer el desarrollo corporal?
  6. ¿Qué precauciones deben tomarse en estos establecimientos, para evitar entre los niños la transmisión de enfermedades contagiosas?



Las resoluciones


En términos generales, las comisiones del Congreso indicaron cuáles serían las características de las escuelas y los modelos de enseñanza a emplear. Se refirieron a cuestiones amplias, como la adecuada iluminación o limpieza de los establecimientos, así como la posesión de todos los instrumentos y recursos necesarios para mantener la salud de los alumnos; pero también se dieron instrucciones precisas sobre elementos tan particulares como el tamaño y tipo de mesas, con base en la talla de los alumnos, o la altura de las ventanas (para las escuelas modelo; es decir, las creadas desde cero y que servirían de guía para las demás).


Algunas resoluciones llaman la atención por su originalidad y especificidad, y dan cuenta no sólo de las dedicadas labores de los congresistas, sino de su orientación al detalle. Cito aquí algunos ejemplos:


“Para las labores escolares deben adoptarse las mesa-bancos de dos asientos… La mesa para los niños deberá tener una longitud de 1.20 metros (60 centímetros para cada alumno) y su altura será de preferencia de 76 centímetros”.
“El banco debe tener una altura diferente, según las diversas tallas, estableciendo las relaciones siguientes: la distancia vertical entre la mesa y el banco, corresponderá a un sexto de estatura, y a dos séptimos la distancia entre el banco y el piso de la mesa-banco”.
“Los libros para la enseñanza deben estar impresos en papel blanco amarillento, sin lustre. Las letras deben ser bien negras y de un negro uniforme en toda la impresión. Mientras más tierna sea la edad del alumno, mayores deben ser los caracteres”.
“La enseñanza diaria durará seis horas, cuatro en la mañana, de ocho a doce y dos en la tarde de tres a cinco”.


“Para el primer periodo, en la mañana de ocho a doce, la distribución de los trabajos escolares será la siguiente: Educación de los sentidos, 25 minutos; Lectura (en forma dicha), escritura, 50 minutos; Coros y ejercicios de marcha militar, 25 minutos; Aritmética, 30 minutos; Juegos al aire libre, 30 minutos; Higiene, 15 minutos; Moral, 15 minutos”.


“Se prohibirá estrictamente que los niños se introduzcan a la boca o a las narices los útiles de enseñanza, tales como cortaplumas, lápices, pizarrines, etc., o que se rasquen la cabeza con ellos, pues pudieran así convertirlos en agentes de contagio mediato”.


A la distancia


Como es posible apreciar, las cuestiones higiénicas relativas a la educación formal llevan más de un siglo de haber sido tratadas en nuestro país. Hoy las vemos de nuevo sobre la mesa, a consecuencia de la pandemia ocasionada por el COVID-19, pero la reflexión higiénico-pedagógica no ha estado realmente ausente en momentos previos.


Las resoluciones de este Congreso Higiénico-Pedagógico de 1882 se convirtieron en punto de partida para la reflexión de más puntos en dos congresos posteriores, el I Congreso Nacional de Instrucción Pública (1889-1890) y el II Congreso Nacional de Instrucción Pública (1890-1891), en los cuales se llegaron a otras importantes resoluciones, las cuales, según C. I. Carpy Navarro (2004), se constituyeron como las bases del sistema educativo nacional.


Hoy, a más de un siglo de distancia, podemos revisar estos documentos desde otra perspectiva, pues los tiempos han cambiado, pero seguramente seguiremos encontrando algo para reflexionar. A fin de cuentas, todo esfuerzo que tenga por objetivo mejorar la educación de nuestros niños y jóvenes es más que bien recibido.


Referencias:


Ballín Rodríguez, R. (2008). El Congreso Higiénico Pedagógico 1882. Tesis de Maestría en Historia. México: UMSNH.


Carpy Navarro, C. I. (2004). Los Congresos Nacionales de Instrucción Pública de 1889-90 y 1890-91. Debates y resoluciones. Tesis de Doctorado en Pedagogía. México: UNAM.


Carrillo, A. M. (1999). El inicio de la Higiene escolar en México: Congreso Higiénico Pedagógico de 1882. Revista Mexicana de Pediatría, 66(2), 71-74.


Memorias del Primer Congreso Higiénico Pedagógico reunido en la Ciudad de México el año 1882. México: Imprenta del Gobierno.


Jonathan Jesús García Palma

Licenciado en pedagogía por la UNAM. Asesor pedagógico, docente y escritor.