Ann Ramirez notó por primera vez que algo iba mal cuando, a los 48 años, empezó a despertarse en mitad de la noche sin aliento. Sentía como si estuviera bajo el agua, y tenía que esperar a que pasara una ola para salir a respirar.
“Daba mucho miedo, porque no sabíamos cuánto iba a durar esa ola”, compartió Ramirez, que ahora tiene 55 años.
Durante meses, minimizó los problemas y los relacionó con un ataque de asma, ansiedad por el reciente diagnóstico de cáncer de su padre o un signo de menopausia inminente. Y cuando por fin se hizo una revisión, un médico le diagnosticó insuficiencia cardiaca. Su estado llegó a ser tan grave que necesitó un trasplante de corazón.
La insuficiencia cardiaca es una enfermedad que se produce cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre y oxígeno para satisfacer las necesidades del organismo. Las muertes por esta causa no han dejado de aumentar en Estados Unidos desde 2012, anulando los descensos anteriores. Es probable que el incremento se deba a las tasas de trastornos metabólicos como la obesidad, la diabetes y la hipertensión.
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Existen medicamentos para tratar uno de los dos tipos principales de insuficiencia cardiaca, pero no se utilizan tanto como deberían, según los médicos. “Los tratamientos cuya eficacia se ha demostrado en ensayos clínicos no se prescriben a tiempo”, explicó Janet Wright, directora de la división de prevención de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Pero el creciente conocimiento de la enfermedad y sus factores de riesgo podría cambiar esta situación. Y los nuevos fármacos para tratar la otra forma de insuficiencia cardiaca también podrían cambiar el desarrollo de los pacientes con la enfermedad.
Diferencias entre las dos formas del padecimiento
Hay dos tipos. El primero es el que padeció Ann Ramirez, conocido como insuficiencia cardiaca con fracción de eyección reducida, en la que el músculo cardíaco es débil y no expulsa tanta sangre como debería. En cambio, en la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección conservada, el corazón se exprime con normalidad, pero el músculo está rígido y no puede relajarse.
Las personas con cualquiera de los dos tipos de insuficiencia cardiaca suelen experimentar dificultad para respirar, fatiga e hinchazón de piernas y pies. Pueden ser hospitalizadas repetidamente, y tienen aproximadamente 50 por ciento de probabilidades de vivir cinco años después de su primera hospitalización.
Los estudios estiman que la mitad de los pacientes con insuficiencia cardiaca tienen el tipo con fracción de eyección preservada, y su prevalencia es cada vez mayor a medida que se extienden las afecciones médicas crónicas que la causan, agregó Chiadi Ndumele, director del programa de prevención de la insuficiencia cardiaca de la Universidad Johns Hopkins.
Hablemos de las causas
La hipertensión es una de las principales causas de insuficiencia cardiaca, al igual que la obstrucción de las arterias. La hipertensión aumenta el esfuerzo del corazón, mientras que la obstrucción de las arterias impide que el músculo cardiaco reciba el oxígeno que necesita.
Otros factores de riesgo son muy parecidos a los del infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular, como la obesidad, la diabetes y las enfermedades renales. El alcohol, drogas como la cocaína y las metanfetaminas, también pueden ser tóxicas para el corazón y aumentar el riesgo de insuficiencia cardiaca, señaló Michelle Kittleson, profesora de cardiología del Smidt Heart Institute del Cedars-Sinai de Los Ángeles. Además, existen otros factores de riesgo específicos de la mujer, como la menopausia antes de los 45 años y la hipertensión durante el embarazo, según Sadiya Khan, cardióloga preventiva de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern.
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Aumentan muertes
Una mayor sensibilización y un mejor diagnóstico de la insuficiencia cardiaca pueden estar contribuyendo a parte del aumento documentado de muertes, según los médicos.
Los fallecimientos también se deben en parte a los éxitos médicos: la gente vive más y sobrevive más a los infartos. La insuficiencia cardiaca tiende a ser más frecuente con la edad, y los infartos dejan daños en el músculo.
Pero el principal factor, según los médicos, es probablemente el aumento de los factores de riesgo metabólico y la diabetes, y en pacientes cada vez más jóvenes. En 2021, se produjeron casi 48 muertes por insuficiencia cardiaca por cada 100 mil personas de 45 a 64 años, frente a las 32 de 2012. Las tasas de mortalidad entre los hombres, las personas de raza negra y las que viven en zonas rurales y en el sur y el medio oeste de Estados Unidos también aumentaron considerablemente.
Algunas de estas tendencias reflejan la carga desproporcionada de insuficiencia cardiaca que soportan las poblaciones vulnerables, afirmó Kittleson. Los estadunidenses de raza negra, por ejemplo, tienen más probabilidades que las personas blancas de padecer hipertensión arterial y complicaciones derivadas, como insuficiencia cardiaca y enfermedad renal avanzada.
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Intervención médica
Los tratamientos de la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección reducida son “un triunfo” de la medicina, afirmó Kittleson. Los científicos han descubierto las vías que intervienen en la enfermedad, lo que ha dado lugar a terapias que hacen que los pacientes se sientan mejor, vivan más y no tengan que ir al hospital. Entre ellos figuran fármacos que reducen la carga de trabajo del corazón, disminuyen la presión arterial, ayudan al organismo a eliminar más sodio y agua y bajan los niveles de glucosa en sangre.
Pero intentar tratar la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada ha sido “increíblemente aleccionador”, dijo Kittleson. Los esfuerzos por utilizar tratamientos que han funcionado claramente con la otra forma de insuficiencia cardiaca a menudo han fracasado estrepitosamente con esta. En los últimos cinco años, sin embargo, los científicos han demostrado que unos fármacos llamados inhibidores del cotransportador sodio-glucosa 2 (SGLT2) pueden reducir las muertes en pacientes con insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada.
El año pasado, un gran ensayo clínico demostró que un fármaco llamado finerenona podía reducir las hospitalizaciones por insuficiencia cardiaca y muertes.
Y estudios recientes han demostrado que, en pacientes con obesidad e insuficiencia cardiaca, los fármacos para adelgazar semaglutida y tirzetida pueden reducir los episodios de insuficiencia cardiaca y mejorar la distancia que pueden caminar las personas con esta enfermedad.
Las nuevas terapias pueden cambiar el panorama del tratamiento de la insuficiencia cardiaca. Pero por ahora, estos medicamentos siguen siendo “increíblemente caros y están fuera del alcance de la mayoría de la gente”, dijo Khan. Todavía no se dispone de versiones genéricas que abaraten el costo, y conseguir la aprobación de las compañías de seguros puede resultar difícil.
Las personas que se enfrentan a condiciones sociales que afectan negativamente a su salud —como la pobreza, la falta de acceso a la educación, el desempleo y la inseguridad alimentaria— tienen más probabilidades de padecer obesidad y diabetes. También tienen más probabilidades de sufrir complicaciones derivadas de estas afecciones, como insuficiencia cardiaca, “debido a un reconocimiento menos precoz, un autocuidado menos óptimo y un menor compromiso con el sistema sanitario”, afirmó Ndumele. Y hay más probabilidades de que no tengan un seguro completo que les permita acceder a fármacos vitales.
“Hemos hecho avances notables en la forma de tratar, pero ahora tenemos que hacer lo más difícil, que es hacerlo asequible, accesible y equitativo”, dijo Khan.
c.2024 The New York Times Company